Siete niños y tres maestros, la pequeña gran familia del colegio de Carbayín Bajo: "Es un lujo dar clase aquí"

El centro de Siero que actualmente tiene menor número de estudiantes cuenta entre ellos a Paula Gómez Jardón, cuatro veces campeona de Asturias de gimnasia rítmica

Por la izquierda, Samanta Huelga, Iván Montoya, Jacobo Vázquez, Paula Gómez, Amira Huelga, Xune Serrano, las profesoras Nieves Luengos y Estela Díaz y la pequeña Arlet Martínez, en el aula

Por la izquierda, Samanta Huelga, Iván Montoya, Jacobo Vázquez, Paula Gómez, Amira Huelga, Xune Serrano, las profesoras Nieves Luengos y Estela Díaz y la pequeña Arlet Martínez, en el aula / Luján Palacios

En el único aula que se usa habitualmente en el colegio de Carbayín Bajo se mezclan a diario las multiplicaciones con decimales con las primeras letras de los más pequeños, las lecciones de historia con los cuentos infantiles. Un alegre batiburrillo que, pese a lo exiguo de la matrícula, sigue dando vida a la barriada de Pumarabule: en este núcleo minero antaño boyante en economía y población resiste el colegio más pequeño de Siero y uno de los más reducidos de Asturias en lo que respcta a número de estudiantes: siete alumnos y tres profesores fijos componen el corazón del centro.

"Para que un colegio se mantenga abierto por ley debe haber cuatro alumnos como mínimo", explica el director, Jacobo Vázquez, que lleva once años en el centro, los últimos cuatro como máximo responsable. Cuando llegó a Carbayín Bajo había "más de cincuenta niños, y cuando los que hoy son padres de los estudiantes eran los que venían a clase, serían más de cien". Ahora la matrícula se sostiene a duras penas porque "este núcleo se ha quedado envejecido, mucha gente se fue y cada vez fueron quedando menos pequeños". Otros críos, por motivos de trabajo de los padres, acuden a centros como el del Cotayu, en el vecino Santiago de Arenas, porque allí hay comedor, o incluso se desplazan a Valdesoto o Pola de Siero para más facilidad en la conciliación.

Los alumnos, ante el centro.

Los alumnos, ante el centro. / Luján Palacios

Pero los que resisten, lo hacen con energía. "Es un grupo muy bueno de alumnos, convivimos todos y eso es enriquecedor", convienen los maestros, en un entorno rural en el que sobra tranquilidad y en el que la educación se ha convertido casi en una clase particular. Los pequeños interrumpen al director para pedirle que juegue con ellos al baloncesto en el patio cubierto, porque la confianza y el cariño son dos ingredientes fundamentales en el modelo educativo del colegio.

Aunque hay inconvenientes, como el de tener que atender a una diversidad de edades con sus especificidades en el aula unitaria, el centro puede presumir de contar con todos los adelantos tecnológicos. "Tenemos cañón digital, cada alumno tiene su propio Ipad y disponemos de ordenadores de sobra", explica Jacobo Vázquez, que ejerce "a la vez de director, jefe de estudios y secretario", comenta, en uno de los despachos del cole que se usa también como aula cuando los alumnos tienen otras materias.

Jacobo Vázquez, en el aula en el que imparte clase

Jacobo Vázquez, en el aula en el que imparte clase / L. P.

En la actualidad hay cuatro niños en primero de Primaria, uno en tercero, uno en cuarto y una alumna en sexto. Y si todo va bien "el curso que viene tendremos dos o tres niños más, dos de ellos en Infantil". Con la esperanza puesta además en que hay vecinos nuevos que deciden hacerse con una vivienda a buen precio en la zona para regresar al pueblo, y eso podría suponer un balón de oxígeno en la matrícula de cara a los años venideros.

Nieves Luengos y Estela Díaz son las maestras que junto con el director componen la plantilla estable del centro. Y a ellos se suman los especialistas de inglés y educación física, junto con otros dos docentes que itineran desde otros colegios para dar las asignaturas de llingua asturiana y religión. "Es un lujo dar clase aquí, somos una pequeña familia", aseguran las maestras, encantadas con un grupo de alumnos que son casi ya como de casa. Samanta Huelga, Iván Montoya, Paula Gómez, Xune Serrano, Amira Huelga, Dayron Suat y Arlet Martínez están encantados de compartir juegos y aprendizaje, aula y patio en un colegio que, aunque es como todos, también es especial.

De hecho, puede presumir de contar en sus filas con una cuádruple campeona de Asturias en gimnasia rítmica. Paula Gómez Jardón, de once años, consiguió el pasado domingo su cuarto campeonato en la competición celebrada en Lugones, lo que le ha dado el pasaporte para el campeonato nacional que se disputará en Pamplona el próximo mes de abril. Buena estudiante, es además una profesional entregada que entrena "cuatro horas al día todos los días salvo el domingo, y a veces ese día toca competir". Las modalidades que más le gustan son "las mazas y el aro", y empezó en la gimnasia rítmica a los seis años, porque "mi madre y mi hermana mayor también lo hacían, fue algo normal".

Paula Gómez, con su trofeo en el patio del colegio

Paula Gómez, con su trofeo en el patio del colegio / L. P.

Flexible como un junco, también compite con ejercicios de cuerda, cinta, pelota y manos libres, y puede presumir de haber estado en los campeonatos de España disputados en "Zaragoza y Valladolid, quedé bien pero sobre todo fue una experiencia, lo pasé fenomenal", reconoce. Todo ello, con gran esfuerzo de su familia, que se pasa la vida "para arriba y para abajo, pero merece la pena", señala Lara Jardón, la madre de la joven deportista, de Carbayín "de toda la vida".

Ayer en clase tocó ver un vídeo con la competición en la que se impuso como campeona de Asturias, y sus compañeros "alucinaron, porque están acostumbrados a verla hacer alguna cosa en el patio, pero ver el campeonato es otra cosa". Y el pequeño Iván se puso a dar saltos por el patio imitándola, porque a él lo que le gusta es bailar, y porque en el cole de Pumarabule todo es posible con un poco de empeño.