Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

La histórica (y sana) piquilla entre Pola de Siero y Noreña en anécdotas: de la gabardina y la piragua en las fiestas a bajarse del autobús en ruta

Los piques en gastronomía o el deporte, siempre desde la cordialidad: “Cuando iban los de La Pola a casarse allí, parecía que iban a colonizar"

Fiestas de los Güevos Pintos en Pola de Siero

Fiestas de los Güevos Pintos en Pola de Siero / Juan Plaza

Pablo Antuña

Pablo Antuña

De un lado sabadiego, picadillo y callos en Noreña. Del otro mollejas, lengua o hígado encebollado en Pola de Siero. De adorar al Cristo de Santa Ana o al Ecce Homo. Sin olvidar tampoco la rivalidad deportiva, del Club Siero o el Condal. Vecinos, y con el paso ya del tiempo cada vez más familias entrelazadas, y una sana piquilla de décadas, que se ha ido evaporando ya con el paso de las generaciones. Pero que aún se respira ya más bien entre recuerdos y anécdotas, de esa guasa, sorna e ingenio que se manifestaba en la cotidianeidad y en los momentos especiales, entre Noreña y La Pola -donde se focaliza más que en otros puntos de Siero-. Y que aunque nunca pasó de eso, sin llegar la sangre al río, ahora que los alcaldes de ambos municipios se enzarzan, por el proyecto de reforma de la Nacional 634, los vecinos recuerdan cómo se vivía ese pique de vecindad, con naturalidad y sin lamentos. “Lo de ahora es una pena, porque unos por otros, y mientras la carretera sin arreglar”, coinciden en lamentar Juanjo Domínguez y Miguel Ángel Fuente Calleja, cronistas de Siero y Noreña.

La anécdota más popular, y que a ambos se les viene rápidamente a la mente, se sitúa en torno a las fiestas. “Los de Noreña iban a La Pola a Güevos Pintos con gabardina y al Carmín con paragüas, para desear que lloviera y se estropeasen las fiestas. Y los de La Pola respondían yendo al Picadillo o al Ecce Homo con piragua, con la gracia de que se iba a inundar también por el agua”, rememoran.

Fiestas del Picadillo en Noreña.

Fiestas del Picadillo en Noreña. / Lne

Del lado poleso, Juanjo Domínguez también rescata los tiempos del antiguo autobús del Arrojo, que cubría la línea entre Pola de Siero, pasando por Noreña. “Había un grupo de La Pola, que para no pisar Noreña, se bajaba en El Berrón, esperaba que fuese el autobús a Noreña, y cargase gente, y a la vuelta de nuevo a El Berrón para ir dirección a Oviedo se volvían a subir. Y en el caso de la vuelta alguno hasta tiraba caminando hasta La Pola”, comenta. También el cronista tira de otro ejemplo que reflejaba la vida de los pueblos, de poder contar con elementos diferenciadores respecto al vecino. “En La Pola teníamos la plaza cubierta, que se valoraba como una de las tres mejores de España, con hormigón y sin ningún pilar. Y fue cuando en Noreña se pusieron a hacer la suya, tuvieron que comprar algún pilar más, y se decía que habían hecho la Mezquita de Córdoba”, rememora.

Casarse y colonizar el otro concejo

Domínguez, nacido en la década de los cincuenta del siglo pasado, y cuyo suegro era de Noreña, indica que esa intensidad en las bromas y rivalidades tuvo ahí una parte más álgida, y se fue apagando a medida que se fueron mezclando familias. “Es que parecía que cuando iban los de La Pola a casarse con las de Noreña, que iban a colonizar”, señala entre risas. “Ahora ya es todo más común”, añade Miguel Ángel Fuente Calleja, nacido en Siero, y afincado ya toda su vida en Noreña desde que se casó. “Al final la rivalidad entre pueblos y ciudad vecinas existió y existirá. Como pasa con Oviedo y Gijón, o Llanes y Ribadesella”, detalla.

Fuente, impulsor de la Cofradía del Sabadiego en Noreña, entra de lleno en cuestiones gastronómicas. “Cuando sacamos el cocido de garbanzos y la moscancia, los de la Pola estaban convencidos que era de allí. Les animé para demostrarlo que sacasen una cofradía, como la nuestra del sabadiego, pero nunca más se supo”, comenta con una sonrisa, mientras presume de esa fortaleza culinaria de Noreña, en la que también incluye a los callos o el picadillo. “Lo nuestro, las mollejas, la lengua o el hígado encebollado, es menos fuerte de sabor, pero más fino al paladar”, espeta Juanjo Domínguez. “Los de la Pola siempre fuimos más grandones y los de Noreña más sumisos”, afila a continuación.

“Siempre estaba cosa de que La Pola era folclórica, y Noreña trabajadora. Ese dilema que siempre se evidencia”, apunta José Julián Rodríguez, presidente de la Asociación Cultural Contigo y colaborador de LA NUEVA ESPAÑA. En su caso, noreñense, con una vida laboral vinculada a Pola de Siero, añora en parte esa naturalidad con la que se mantenía esa “rivalidad simpática”. Lamenta también que los jóvenes “están conectados con todo el mundo”, en alusión a perder esa afinidad a lo más cercana. Y apunta otra circunstancia curiosa, en este caso en el ámbito deportivo: “Recuerdo que en el fútbol, en juveniles, querías ir a ganar más a La Pola un partido que el sueño de jugar en el Bernabéu. Y al revés pasaría lo mismo”.

"Sampedraes" a Noreña y el caso de Anes y Pañeda

Aunque nació en Oviedo, Enrique Meoro lleva más de medio siglo en Pola de Siero. Vinculado a varios colectivos de Siero, especialmente a los Amigos del Roble, donde aún sigue, lanza también otro de los momentos divertidos en los que afloraban esos dardos. “Cuando cantamos “les Sampedraes” al plantar el roble siempre salía alguna canción dedicada a Noreña. Y recuerdo cuando íbamos por allí, Gregorio Fonseca “Gorín”, siempre bromeaba que los visillos de las ventanas se movían, para husmear y vigilar porque llegaban los de La Pola”, rememora. 

Siero y Noreña, concejos limítrofes, y además con esa circunstancia especial de que el concejo más pequeño en extensión se encuentra dentro del mayor, en forma de círculos concéntrico, comparten, más allá de estas anécdotas y rivalidades, más punto que les une que les separan. Y lo reflejan bien las fiestas. “Al final Anes y Argüelles son dos parroquias de Siero, pero sus vecinos hacen gran parte de su vida en Noreña, para estudiar, salir o ir al médico”, comenta Rodríguez Reguero, que no olvida tampoco como los noreñenses tienen en las fiestas de Pañeda, a finales de julio, o las de Argüelles a finales de agosto, sus citas preferidas, imperdibles y muy suyas del verano.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents