Cuatro generaciones de taxistas en Pola de Siero: historia de la saga familiar que inició José Álvarez, “Pates”, hace 120 años y con un coche de caballos
Juanjo Álvarez, a sus 35, es el último relevo al volante, que comparte con su madre Ana Peña: “Llegamos a meter 960.000 kilómetros a un Mercedes”

Ana Peña y su hijo Juanjo Álvarez, en la parada de taxi de Pola de Siero. / Pablo Antuña
La historia del apellido Álvarez y el taxi en Siero va ligada a cuatro generaciones y cerca de 120 años. Desde el bisabuelo, José Álvarez, con el mote de “Pates”, que recibió la primera licencia en aquel entonces, a principios del siglo XX, para un coche de caballos, hasta el último relevo, que lo da Juanjo Álvarez, a sus 35 años, junto a su madre Ana Peña, que aún apura los últimos viajes hasta su jubilación.
“Soy feliz, porque para mí significa independencia de horario para trabajar, contacto con la gente”, comenta Ana Peña. “Me encanta conducir, lo paso muy bien tantas horas al volante, es lo que más me entusiasma”, resalta por su parte José Álvarez, antes de que su madre rememore que esto viene de familia y es hasta vocacional: “Cuando Juanjo era pequeño y le preguntaban qué quería ser, ya decía taxista como su padre”.

Juanjo Álvarez y Ana Peña, dentro del taxi / Pablo Antuña
La saga la inició José Álvarez, con el coche de caballos. Le siguieron sus tres hijos, Manolo Álvarez, José Álvarez y Fausto Álvarez, con tres paradas en Pola de Siero, ya con vehículos de motor. José Álvarez, hijo de Manolo, empezó a meterse en el mundillo con la parada de su tío Fausto, al que llamaban “Rizos”. Hasta que la heredó. Y estuvo 43 años con el taxi. Los últimos los compatibilizó con su mujer Ana Peña, que ya lleva 20 conduciendo, y tras su jubilación el relevo lo dio Juanjo Álvarez, con 14 años a sus espaldas. Él y su madre se alternar para cubrir todos los días y horas prácticamente de la semana.
La época dorada del taxi
“Cuando estaba mi marido eran tiempos diferentes a ahora, de mucho movimiento en la Pola. Los domingones y los fines de semana era una locura. Y por semana los martes también, tenía hasta de ir a Galicia con tratantes de ganado”, subraya Ana Peña. En su caso, empezó primero a ayudarle por la tarde a su marido, tras dejar un trabajo por circunstancias personales. Y le enganchó la experiencia del taxi. “Es lo mejor de la vida, la mejor decisión que tomé”, analiza.

Foto de Manuel Álvarez, abuelo de Juanjo Álvarez, y segunda generación. / Lne
¿Y es rentable ser taxista hoy en día? “Sí, pero hay que currar mucho”, comenta Ana Peña. “En mi caso me lancé, porque ya lo tenía, pero empezar de cero es muy difícil. Si un joven lo piensa le diría que se vaya a Gijón u Oviedo de mano, no en un sitio pequeño como la Pola”, detalla Juanjo Álvarez.
Llevar clientes de vacaciones a Peñíscola y Alicante
Aunque reconoce que no es como hace muchos años, en los que había menos coches en cada casa, Peña considera que los taxis son aún figuras rentables para viajes. “Es caro comparando con un tren o un autobús, pero te deja a la puerta de donde vas y es más cómodo”, reflexiona.
“Y al final los gastos de un coche, salvo que lo utilices mucho, no te compensan en comparación a los viajes que puedas necesitar de un taxi”, prosigue, antes de referirse a un trabajo “interesante”, en el que enumera diferentes servicios: “Es que llevamos hasta gente a Alicante y Peñíscola de vacaciones alguna vez. Y aparte de viajes cortos a pueblos de alrededores, pues trabajamos para llevar médicos del centro de salud, gente de funerales o bodas, o gente que va al hospital”.
Anécdotas, como la de algún cliente típico que se marcha sin pagar, alguna otra historia peculiar contada por algún viajero, perderse por algún pueblo en ruta o llegar y no estar el cliente que pidió el taxi, y muchas horas y horas de conversaciones son las que hacen que esta saga familiar, que inició el “Pates” hace 120 años, haya acumulado infinidad de kilómetros en las ruedas de sus vehículos.
Como ejemplo el coche Skoda que tienen actualmente, que en ocho meses ya ha rodado 60.000 kilómetros. “Llegamos a tener un Mercedes 190 que le metimos 960.000 kilómetros, y el último que tuvimos, también Mercedes, que superó los 600.000”, rememoran con una sonrisa Ana Peña y Juanjo Álvarez.
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