La Nueva España de Siero

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Vicente A. Montes Álvarez

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Recordando a Don Carlos, profesor del Instituto Escultor Juan de Villanueva

Un verano atípico que solo hizo honor a su nombre a finales de agosto. Verano de hongos que arrasaron cosecha de tomates y otras solanáceas y que tal vez no ayude a una buena cosecha de nuestro más genuino producto, les fabes de la granja. Verano en el que se cumplieron los treinta años de la muerte de ese entrañable personaje insustituible en la vida cultural de Pola de Siero, Don Carlos.

Este trece de agosto, día del aniversario de su muerte, recordé su actividad como profesor de Religión en el Instituto Escultor Juan de Villanueva y circulando por la remocicada glorieta donde hay una entrada hacia el instituto, pensé que, conocida la afición de Don Carlos por sacar punta a las cosas y por llamar la atención para la corrección de lo que estuviese incorrecto, si hoy viviese, el rótulo que en la glorieta indica la presencia del centro educativo, ya no estaría así.

En el rótulo figura “I.E.S.” en lugar de “IES” que, como acrónimo, no debe llevar punto en cada letra. Seguro que Don Carlos habría expuesto el caso en el claustro, habría propuesto al Ayuntamiento de Siero la corrección de la situación o hasta hubiese sido capaz de repintar en blanco los puntos para que no se viesen.

Amigo de “meter el dedo en el ojo”, hasta seguro habría dicho algo al profesorado de Lengua Castellana. Sí, era así.

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