La Nueva España de Siero

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José Antonio Noval Cueto

El número uno (continuación)

Hace unos días os hablaba de un personaje literario creado por Clarín. Me refiero a Primitivo Protocolo que de las muchas enseñanzas que me dejó, me sugirió que es bueno reconocer el mérito  y aplaudirlo, surja donde surja, reine donde reine -algo que no se estila en esta sociedad que publicita  una imposible igualdad para todos y paradójicamente permite, consiente ,que la deseable igualdad de oportunidades vaya a menos- , que uno no puede ser número uno en todas las facetas de la vida, pero al menos que se reconozca aquello en lo que se destaca, aunque no sea en el fútbol . Digo esto porque tal como están las cosas parece que el único campo de la vida donde se permite destacar, en este querido país nuestro llamado España, es en el fútbol.

En mi anterior escrito constataba la desidia, la desgana, la desilusión que está instaurada en la vida académica, en la educación,  en todos sus niveles, hasta el extremo que da la impresión que todo se programa para que el alumno brillante no destaque, no sobresalga, que reine la rutina y que todo se quede en una mera formalidad que emite un título que faculta para ejercer algunas competencias y responsabilidades. Pero avance, investigación ,cultura, lo justo, lo que faculte el sistema, que aún , después de muchos años, ejemplifica la denuncia noventayochista del que “inventen ellos”, y así nos va.¡ Creo que ya va siendo hora de reconocer que investigación, progreso y riqueza van de la mano! Mientras tanto para distraernos, para decir que hacen, se promulgan leyes de educación cada legislatura, ya llevamos ocho desde la Transición, y los resultados van a peor, y todo por no querer reconocer que las herramientas básicas para circular por la vida son la voluntad, el esfuerzo y que sin estas no se progresa, no destacan las inteligencias, no se logran los objetivos deseados, no se mejora.

No se debe educar pensando que todos deben ser número uno, sino intentando que cada uno dé, rinda, según sus propias capacidades y recordándoles que el objetivo principal de sus vidas debe ser la felicidad o la búsqueda de la misma, y es que uno suele ser feliz trabajando en aquello que le gusta,-¡cuántas frustraciones se evitarían!-, que se le da bien, ya sea de camarero, cocinero, profesor, médico o agricultor…y es que parto de la base que todo trabajo honrado y útil merece mi máxima consideración y respeto. Recuérdese la importancia de los servicios de limpieza y distribución alimentaria en plena pandemia del covid…

 Pero para lograr todo esto es imprescindible que uno se conozca a sí mismo, y ésta es una de las funciones más importantes de los profesores si no la que más, que descubra su verdadera vocación y es que hay vocación para todo, desde ser taxista a periodista, dentista o cajera de economato... Y es que si se logra esto, se abre la senda, el camino para lograr la felicidad, objetivo prioritario de todo ser humano.

Hace tiempo que siento que la rutina, la inercia son los motores de la sociedad española, que el desánimo y el desencanto golpea en nuestras puertas, y que ya no reaccionamos ante una promesa o mentira de más o de menos, y he llegado a la conclusión que todo esto es provocado desde el poder -ya político, ya económico-  que convierte a los ciudadanos en súbditos en demanda de subvención, de ayuda económica. No interesa que nadie destaque, que todos seamos iguales, uniformes, de idéntico coeficiente intelectual para intentar justificar trasnochadas teorías políticas, que instaladas en el poder sólo se preocupan de la cuenta de resultados y de la recaudación; lo demás, por muy importante que sea, aunque sea la misma dignidad humana,  es materia de deshecho. Menos homenajes, menos referentes morales, menos calles personalizadas, que para ello están los ríos, los montes y demás accidentes geográficos, pero cuando suena la alarma, nos acordamos de Santa Bárbara y pedimos a la comunidad científica que nos saque del hoyo, de la desesperación como recientemente con las vacunas contra el covid.

Nunca es tarde para rectificar. Espero que de los errores se aprenda y que sepamos, como me decía un conocido empresario de larga y exitosa trayectoria, que muchas personas fracasan en la vida porque no están contentos con su estatura, andan de puntillas y se caen. Estimulemos el mérito allí donde se dé y florezca,

Espero que estas letras cubran algunos flecos de mi anterior escrito y que como docente que he sido y ahora que todos ponan como modelo la educación de Finlandia, quizás convenga recordar que este es un país donde las familias más aprecian y valoran la labor de los docentes. ¿Ocurre así en España?

Premien y agradezcan el mérito, lo bien hecho, allá donde se dé y hágalo quien lo haga, que nos irá bien a todos, especialmente a los más pequeños.

 

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