La Nueva España de Siero

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José Antonio Coppen

Bitácora de Lugones

José Antonio Coppen Fernández

Aún nos quedan treinta hórreos y paneras

En la parroquia, que llegó a tener hasta setenta edificaciones de este tipo a mediados del pasado siglo XX, han desaparecido las tres construcciones que quedaban en pie en la zona de El Castro

Como somos defensores a ultranza de los hórreos y paneras asturianas y llevamos una temporada que, muy justificadamente, no se habla de otra cosa, nos hemos tomado la molestia de contar qué cantidad existe en la parroquia de Lugones, incluyendo los de El Carbayu, Puente Nora, Puente Vieyu, Paredes y Les Folgueres. En El Castro han desaparecido los tres que quedaban. Así que el total inventariado asciende a treinta –de los cuales tres son paneras– frente a los setenta que existieron a mediados del siglo pasado.

En este sentido, cabe apuntar que tan solo en el Cruce Viejo, epicentro del pueblo, existieron tres hórreos: el de Casa Huertina, el de Casa Pacheco y el de Casa Lorenzo Victoriano. El primero ellos se pudo conservar gracias al empeño del ya fallecido Rafael Álvarez Bayón, de la familia que habita la casa hasta su cierre, y que fue concejal del Ayuntamiento de Siero en los primeros años de la democracia. Y no tengo que ocultar que yo lo animé para que así lo hiciera. Una vez restaurado este hórreo se trasladó a La Belga donde, pasando por la carretera a Gijón, se divisa en la margen derecha.

También hay que valorar en su justa medida la recuperación en su día del hórreo de la casa de “Pin de Secades”, en El Carbayu, con una antigüedad de unos doscientos años. Decir también que la panera procedente de la desaparecida Casa El Navarrín (detrás de Fundición Nodular), fue trasladada al pueblo de Sietes, en Villaviciosa. Punto y aparte merece el tsunami que se originó en 1997, durante el desbroce y regulación de los terrenos adquiridos para la construcción del Parque Principado, provocando la desaparición de varias caserías de la zona. Entre otras, y como apuntes para el recuerdo, cabe citar el núcleo central de complejo denominado Casas Pinón –últimamente conocida como Granja del mexicano– o la llamada “Casa del Gardavín”, cuya vivienda respondía a la tipología denominada casa mariñana. Sus últimos propietarios fueron José Manuel Pertierra y Carmen Castro. Tampoco se salvó la casería llamada Casa de la Toupa, siendo los últimos propietarios José y Modesta. Luego estaba la finca La Huertona, cuya ubicación correspondía más o menos con la de la actual gasolinera del complejo. Inmediatamente a esta se encontraba la finca, con casa, de José Cuervo y Conchita. No recordamos otras que pudieran haber desaparecido también. Para concluir esta crónica, creemos conveniente señalar, que la palabra hórreo proviene del latín horreum, que designaba a un edificio en el que se guardaban los frutos del campo, especialmente el grano. En Asturias sirvió de almacén de maíz, patatas, cebollas, etcétera, todo lo que el campo producía. Debemos añadir que en todo el mundo se encuentran graneros aéreos, que son morfológicamente afines a nuestro hórreo, como el stabur noruego, el hebre sueco, el o sol’ek polaco...

Nota colateral. Celebramos que Siero haya abierto en Pumarabule, en las instalaciones de la Fundación Cetemas (Centro Tecnológico Forestal y de la Madera), un almacén destinado a proteger piezas de hórreos en ruinas. Almacén que, por dicho sea de paso, nos gustaría poder visitar próximamente.

Perlas de la Sabiduría.

El humor es el salvavidas en el río de la vida (W. Raabe).

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