La Nueva España de Siero

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Vicente A. Montes Álvarez

Diálogo de besugos

Miré la parte más alta del cerezo seco que iba a talar. Sospeché que al abatirlo podría caer sobre un cable de telefonía que pasaba por la finca. Tomé referencias con un palito y a brazo extendido sobre la altura del árbol y la distancia del pie a la línea telefónica. Continuaron mis dudas. Era probable que al caer golpease el tendido y podría dejar sin comunicación a mucha gente. Decidí actuar de otra manera. Llamé a Telefónica y, tras la espera reglamentaria, una operadora me dice que lo que yo planteo se atenderá en dos teléfonos que me facilita. Llamo a uno de ellos, otra espera, y me dice la máquina que si soy mayor de 65 años diga sí para atenderme lo antes posible. Digo sí y me dicen que tengo dos minutos de espera. Transcurren los dos minutos. Me atiende una operadora. Me cuesta entenderla, porque su acento no lo ubico en ninguna comunidad española. Explico el motivo de la llamada y me dice que debo presentar una solicitud con lo que planteo y... arranco la moto: “¿Cómo? ¡Que pasan una línea por mi propiedad sin que se pague ningún tipo de servidumbre, que busco una solución para no perjudicarles y que usted me da más trabajo teniendo que hacer una solicitud! ¡Vale, mañana cae el árbol y la conversación está grabada!”. Entonces reacciona y dice: “No. Espere. Dígame nombre, DNI y ubicación del lugar donde habría que actuar”. Se lo digo. “En unos días se pondrán en contacto con usted”, contesta. Intento despedirme y me espeta la oferta tan buena que tiene Movistar de fibra, fijo, televisión y móvil. Estuve a punto de decir una palabrota. Dije que si no sabía aún el motivo de mi llamada. Supongo que la pobre chica, además de atenderme, tiene que vender. Nada más colgar me puse a afilar los dientes de la cadena de mi motosierra.

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