La Nueva España de Siero

La Nueva España de Siero

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ricardo Junquera

La catedral y el cara vinagre

Hace unos días, mientras caminaba, iba escuchando una conferencia coloquio de Ramón Gener, ese maestro de la música que hace no mucho hizo una serie extraordinaria de televisión basada en varias óperas. Para los que no tenemos ni idea de música, es sorprendente como explica de una forma tan sencilla conceptos tan complicados. Casi parece que los acabas entendiendo. La cuestión es que al final una chica le hizo una pregunta también muy sencilla: “¿cuál es tu pieza de música favorita?”. Pensé que iba a responder enseguida, pero qué va, incluso se azoró un poco. Después de un rato de duda, fue a buscar su mochila, sacó una partitura, la enseñó, y respondió: “Esta, porque es la que estoy tocando ahora”.

Esa respuesta me recuerda a la historia de los tres canteros que también os cuento. Tres canteros estaban trabajando en las obras de construcción de una catedral. Los tres con unas condiciones laborales y de vida prácticamente similares. Sin embargo, uno trabajaba con una tremenda cara de vinagre y su trabajo era bastante deficiente. Otro, con una cara que dependía de los días, igual que el resultado de su trabajo. Y el último, siempre sonriente y, de largo, el que mejor trabajaba: sus piedras quedaban perfectas. El maestro de obras, extrañado por aquello y para intentar comprender el por qué de aquella diferencia, tuvo la idea de hacerles una misma pregunta a los tres: “¿Qué estás haciendo?”, les preguntó uno a uno. El primero, el cara vinagre, contestó: “No lo ves, picando piedra”. El segundo, él ni fu ni fa, le dijo: “No lo ves, ganando el pan de mis hijos”. Y el tercero, siempre sonriente, le respondió: “No lo ves, estoy haciendo una catedral”. De la segunda historia me acuerdo muchas veces. De la primera, la de la partitura y desde que la conozco, también. Y creedme que intento poner ambas en práctica, sobre todo cuando me levanto cada mañana y detecto que aún sigo completo y que para vivir tengo de sobra lo que necesito. Hala, arriba, que vamos a ir a hacer la catedral, me digo. Pero al final, como casi todos, acabo yendo a trabajar con una tremenda cara de vinagre. No tenemos remedio. Espero que al menos las piedras queden bien talladas.

P. D: Como igual me queda un poco de espacio, os cuento otra historia rápida que conocí hace unos cuantos años ya. Se encargaron a una empresa las obras de limpieza y mantenimiento de la fachada de una catedral. Las obras se terminaron y todo correcto, pero aquella empresa no acababa de recibir el pago por su servicio. La crisis, le contestaban; espera un poco, que cobrarás enseguida, le repetían. La cuestión es que el jefe de aquella empresa, que al parecer era de Bilbao, se cansó de esperar y de no cobrar, volvió a poner los andamios y talló en una de las torres el escudo del Athletic. Y punto. Es otra forma de ir sonriente por la vida. Y seguro que el escudo quedó perfecto.

Compartir el artículo

stats