Días 5 y 6 de marzo pasados; etapas del Camino del Invierno que estamos realizando la Asociación de Amigos del Camino de Siero, Noreña y Sariego y que nos dejaron ya pasada la orilla del Ulla, a las puertas otra vez de la plaza del Obradoiro y del abrazo al apóstol.
Camino este que nace en Ponferrada y que para evitar las alturas y nieves del Cebreiro llevaba a los peregrinos por tierras de más al Sur; tierras del Sil y del Lor, y del Cabe, y del Miño, y del Arnego, y del Pontiñas, y del Deza y del Ulla; tierras de cruceiros, meigas y puentes medievales; tierras de Médulas y de Valdeorras, y de Quiroga, y de Monforte, y de Chantada y de Lalín; tierras fértiles para el realismo mágico de Cunqueiro o para los pazos de Ulloa de la Bazán; y también para los caldos de las denominaciones del Bierzo, Valdeorras, Ribera Sacra y Rías Baixas, con sus godellos, mencías y albariños, que no solo de caminar vive el peregrino.
Y el sábado, caminando entre bosques de robles y castaños, y entre salgueiros y amplias praderías, el Camino nos condujo hasta la acogedora y próspera villa de Lalín, kilómetro cero de todas las Galicias. Y allá, junto a la Iglesia de Santa María das Dores, nos esperaba su alcalde, José Crespo, para recibirnos con un abrazo peregrino y en cuyas palabras de bienvenida hermanó Lalín con Noreña o Noreña con Lalín, que tanto monta, que entre las esculturas del magnífico porco de Lalín y la del gocho de Noreña que esculpiera el buen Luelmo no hay distancias ni fronteras, que solo hay un mismo Camino.
Y allí uno pudo disfrutar, una vez cumplida la etapa, del cocido de Lalín en el Cabanas, como también pudiera haberlo hecho en el Currás, o en La Molinera o en Las Palmeras o en el Villanueva o en el pazo de Bendoiro o en tantos otros lugares que allí nos esperan, templos todos ellos del buen recibimiento, la buena mesa y el mejor cocido, con su sopa de entrante para ir serenando el espíritu aún un poco azotado y templando el cuerpo aún un poco cansado, y seguir después con los grelos, las patatas, los chorizos de carne y los cebolleros, y las carnes de cerdo, ternera y gallina, y el lacón y la cacheira, y terminar con las filloas y las cañitas con crema y la leche frita y el flan cremoso y el queso del país con su dulce, y entre medias un mencía que alivie tanto trajín y después el buen café con esas gotas o algo más de orujo que el estómago agradece y el ánimo solicita.
Que el Camino no es solo llegar a Santiago de Compostela, no es solo caminar sin levantar la vista del suelo como antaño hiciera el peregrino con el alma demasiado azorada o hogaño el que lo hace con la mochila demasiado pesada. Que el Camino es disfrutar de él paso a paso y mesa a mesa, dejándote llevar por el afán de descubrir y disfrutar de todo lo que día a día te ofrece, recordándote siempre, como ya lo hiciera hace algunos años el pregonero de la fiesta del cocido de Lalín, que afortunadamente también hay vida antes de la muerte.