La Nueva España de Siero

La Nueva España de Siero

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ricardo Junquera

Sobre el Camino y el cocido de Lalín

Días 5 y 6 de marzo pasados; etapas del Camino del Invierno que estamos realizando la Asociación de Amigos del Camino de Siero, Noreña y Sariego y que nos dejaron ya pasada la orilla del Ulla, a las puertas otra vez de la plaza del Obradoiro y del abrazo al apóstol.

Camino este que nace en Ponferrada y que para evitar las alturas y nieves del Cebreiro llevaba a los peregrinos por tierras de más al Sur; tierras del Sil y del Lor, y del Cabe, y del Miño, y del Arnego, y del Pontiñas, y del Deza y del Ulla; tierras de cruceiros, meigas y puentes medievales; tierras de Médulas y de Valdeorras, y de Quiroga, y de Monforte, y de Chantada y de Lalín; tierras fértiles para el realismo mágico de Cunqueiro o para los pazos de Ulloa de la Bazán; y también para los caldos de las denominaciones del Bierzo, Valdeorras, Ribera Sacra y Rías Baixas, con sus godellos, mencías y albariños, que no solo de caminar vive el peregrino.

Y el sábado, caminando entre bosques de robles y castaños, y entre salgueiros y amplias praderías, el Camino nos condujo hasta la acogedora y próspera villa de Lalín, kilómetro cero de todas las Galicias. Y allá, junto a la Iglesia de Santa María das Dores, nos esperaba su alcalde, José Crespo, para recibirnos con un abrazo peregrino y en cuyas palabras de bienvenida hermanó Lalín con Noreña o Noreña con Lalín, que tanto monta, que entre las esculturas del magnífico porco de Lalín y la del gocho de Noreña que esculpiera el buen Luelmo no hay distancias ni fronteras, que solo hay un mismo Camino.

Y allí uno pudo disfrutar, una vez cumplida la etapa, del cocido de Lalín en el Cabanas, como también pudiera haberlo hecho en el Currás, o en La Molinera o en Las Palmeras o en el Villanueva o en el pazo de Bendoiro o en tantos otros lugares que allí nos esperan, templos todos ellos del buen recibimiento, la buena mesa y el mejor cocido, con su sopa de entrante para ir serenando el espíritu aún un poco azotado y templando el cuerpo aún un poco cansado, y seguir después con los grelos, las patatas, los chorizos de carne y los cebolleros, y las carnes de cerdo, ternera y gallina, y el lacón y la cacheira, y terminar con las filloas y las cañitas con crema y la leche frita y el flan cremoso y el queso del país con su dulce, y entre medias un mencía que alivie tanto trajín y después el buen café con esas gotas o algo más de orujo que el estómago agradece y el ánimo solicita.

Que el Camino no es solo llegar a Santiago de Compostela, no es solo caminar sin levantar la vista del suelo como antaño hiciera el peregrino con el alma demasiado azorada o hogaño el que lo hace con la mochila demasiado pesada. Que el Camino es disfrutar de él paso a paso y mesa a mesa, dejándote llevar por el afán de descubrir y disfrutar de todo lo que día a día te ofrece, recordándote siempre, como ya lo hiciera hace algunos años el pregonero de la fiesta del cocido de Lalín, que afortunadamente también hay vida antes de la muerte.

Compartir el artículo

stats