Los móviles agotaron las cabinas telefónicas, pero no las empresas telefónicas que han multiplicado sus beneficios. Si alguien no quiere disponer de teléfono y pretende hacer una llamada, para lograrlo tiene que hacer un serio periplo. No sé si serán fantasías mías, pero tengo la impresión de que la proliferación de los correos electrónicos está modificando la comunicación postal hasta el punto de afectar a la infraestructura. En la Pola, la Oficina de Correos tiene una actividad frenética, con colas que salen a la acera. Dicha actividad se relaciona con envíos, obtención del distintivo ambiental de la Dirección General de Tráfico (DGT) y otras actividades lejos del ámbito epistolar. Aún así hay un número de usuarios que utilizan el correo postal: una felicitación de una nieta, un escrito al que el autor quiere dar soporte vintage y lo envía con su sobre y sello, ciertas empresas que remiten a clientes facturas por medios clásicos...
Pero aunque sea paradójico, la verdad es que en la oficina de Correos de Pola de Siero no hay un miserable buzón. Primero hubo más de uno, luego uno y ahora nada. Y si quieres depositar una carta tienes que dársela en mano a un empleado, por lo cual puedes quedar como mal educado no guardando la cola que puede tener media hora de demora si no das explicaciones de qué vas a hacer. La otra opción es hacer un recorrido por la Pola buscando un buzón.
Igual es que Correos no tiene recursos para un buzón. Estas cosas a mí molestan, aunque acabo de esbozar una sonrisa porque me vino el recuerdo de un chiste, creo de La Codorniz de hace más de cincuenta años: la imagen de Franco en un sello y bajo él “Correos Españoles” y la imagen de Brigitte Bardot y bajo ella “¡Correos, españoles!”.