La Nueva España de Siero

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Ricardo Junquera

Campeones

Lecciones de la vida cotidiana a partir del triunfo de España en el Europeo de baloncesto

Hace unos días la selección española de baloncesto ganó el Campeonato de Europa o Eurobasket, como lo llaman ahora. Pero no, no voy a hablar de deporte, que para eso ya hay especialistas que saben hacerlo. Voy a hacerlo del lado humano que se pudo ver allí. Explico para el que no sea aficionado al tema: esta vez nuestra selección iba casi de cumplido, a hacerlo, según parecía, lo menos mal posible. Un equipo de transición entre una selección extraordinaria de nombres que todos, seguidores o no del deporte, conocemos, y otra generación joven que aún no parecía preparada para llegar lejos. Y, además, con muchas bajas poco antes del torneo. En definitiva, nadie confiaba en ellos, salvo ellos mismos.

Y aquí viene la parte humana, la demostración de que trabajando en equipo y con fe en uno mismo se puede llegar lejos; de que el triunfo del trabajo también existe, y de que, como recordó el entrenador del equipo cuando acabó el torneo, "no dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo". Antes de empezar el partido de la final, después de ir superando por el camino uno a uno a todos los demás rivales que se les pusieron enfrente, y que en principio eran superiores a ellos, uno de los chavales se dirigió a sus compañeros y les dijo que estuviesen tranquilos, que ese día iban a "entrar todas". Pues sí, aquellos chavales ese día tiraron como nunca y jugaron con una solidaridad que no dio opción alguna a los contrarios. Y para rematar, tras ganar el torneo, no sé si ese mismo jugador que dio tranquilidad a sus compañeros dijo a la prensa: "Al final, trabajando y creyendo en uno mismo, todo sale adelante". Una bonita y buena lección.

Por eso, cuando vi cómo aquellos chavales levantaban la copa que tan merecidamente habían ganado, allí junto a ellos vi también al autónomo que se levanta día a día con la incógnita de cómo se le dará la jornada, pero que al salir de casa se despide con una sonrisa y un hoy las voy a meter todas; y al que trabaja en esa empresa que está en dificultades y antes de empezar la jornada también es capaz de sonreír a los compañeros y decirles: "Venga, que de aquí salimos entre todos, que a partir de hoy las vamos a meter todas"; y al padre, o al cónyuge o al hijo de ese enfermo que tiene su diagnóstico en la cabecera de la cama y que también es capaz de sonreírle, de darle la mano y de decirle: "Venga, tranquilo, que de aquí se sale, confía, que las vamos a meter todas"; y a todas esas personas anónimas que nunca verás en ningún noticiario ni en ningún programa de televisión, pero que se empeñan también día a día y a pesar de todas las circunstancias en que este mundo que conocemos no se nos caiga a pedazos. Todos ellos también estaban allí con aquellos chavales levantando la copa, porque están hechos de la misma madera, aunque no se les viera y aunque tampoco siempre se consiga levantar el trofeo, que al final ya sabemos que no siempre se puede, pero en todo caso lo que si les quedará a todos ellos es la tranquilidad de conciencia de poder decir bien alto, cuando algún día les llegue la hora, que ellos han hecho todo lo posible, que pusieron la vida en todo lo que hicieron, y de poder confesar además, como ya dijera Neruda, que ciertamente han vivido.

Va por todos esos campeones del día a día, por todos ellos, en agradecimiento al ejemplo que nos dan a los demás. Y por los chavales de la selección española de baloncesto, claro.

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