La Nueva España de Siero

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Ricardo Junquera

Pues sí, soy español

Reflexiones sobre la celebración de la Fiesta Nacional del 12 de octubre

Mañana, 12 de octubre, es el día de la Fiesta Nacional de España. Así se llama oficialmente. En otros países cercanos, sus nacionales suelen celebrar su día similar con bastante alegría, algunos voladores y un amplio sentimiento patriótico. Aquí va a ser que no. Somos el único país europeo que parece avergonzarse de sí mismo. Es más, si te atreves a decir en voz alta que te sientes orgulloso de ser español, no faltará el torpe de medio pelo que piense que tienes una determinada línea política de pensamiento. Así de triste.

Pues bueno, lo siento, pero me declaro español y orgulloso de serlo. Quizás si hubiese nacido en Francia me sentiría profundamente francés, o en Mozambique profundamente mozambiqueño, pero tuve la suerte de nacer en España; es lo que hay, y a mucha honra que se dice. Y para expresarlo no se necesitan ni el redoble de tambores ni el silbido a veces poco agradable de las flautas. Creo que no.

Sí, ya sabemos todos que nuestra historia, al igual que todas las historias de la historia, está hecha de luces y de sombras. Pero también es cierto que, a pesar de todo lo vivido, somos un grupo de gente capaz de querer seguir caminando juntos; que más que una unidad somos una unión; no algo conseguido ya y pasivo, sino algo activo, voluntario y ferviente; no el producto de una norma legal de 1978, sino de una fatigosa tarea a través de los siglos; un país de todas las culturas, que las raíces de España están hundidas en la pluralidad.

No es este el lugar, ni habría espacio para siquiera resumirlo, donde enumerar todo lo que España ha aportado al mundo. Basta con usar los libros de historia y la memoria, y hacerlo sabiendo mirar hacia adelante. Y recordar, por ejemplo, con ese orgullo que no es soberbia sino amor propio, la enorme lista de escritores, músicos o pintores y las obras inmortales que España ha dado a la humanidad; los siglos de oro que hemos sabido ofrecer y seguimos ofreciendo; los inmensos poemas de piedra e historia que se reparten por nuestra geografía, y me acuerdo ahora de la alhambra de Granada o de la mezquita de Córdoba, o del pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago, donde se reúnen siglos de caminos y de sabiduría, o de la Sagrada Familia de Barcelona, en la que el único y genial Gaudí supo fundir en un solo espacio a Dios, a la naturaleza y a lo mejor del hombre como nunca antes se hizo en toda la historia de la humanidad y posiblemente tampoco pueda volver a hacerse.

Y cuando digo que me siento orgulloso de ser español pienso también que lo importante de España son los españoles. Es decir la gente que bajo el nombre de España bulle, se altera, cambia, mejora, se alegra, se entristece, se perfecciona, es feliz o se desencanta, y se sostiene o se cae del trapecio después de un triple salto mortal y se vuelve a poner de pie; que somos capaces de ser el país más solidario del mundo, y ahí están nuestras estadísticas de donantes o ese echarnos una mano unos a otros cuando de verdad lo hemos necesitado; que en definitiva, por encima de obeliscos o lápidas conmemorativas o de estatuas, la España de cada día es ese conjunto de ciudadanos de a pie que cumplen con sus obligaciones, trabajan y callan; que demuestran día a día que la historia de España es una verdad, es decir una sonrisa y un dolor, una alegría y una muerte, un triunfo y una derrota; y, sobre todo, una voluntad de seguir caminando juntos por encima de muchas de nuestras circunstancias y de unos cuantos de nuestros políticos.

Pues sí; soy español y no me avergüenzo de decirlo. Ah, y que pasemos mañana un buen día.

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