Nos agradó de manera especial el comentario publicado en LA NUEVA ESPAÑA, el sábado 15 de octubre bajo el título "Los niños del Montoto, padrinos de lectura". A ellos les dedico el presente comentario.
Sócrates aconsejó dedicar tiempo a mejorar mediante lo escrito por otros hombres, para llegar más fácil a lo que otros han conseguido luchando. Leer sin pensar puede que resulte un excelente entrenamiento, pero no lo es para cultivar y enriquecer el pensamiento. Y hemos de añadir que oír o leer sin reflexionar, se trata de una ocupación inútil. No maldigamos la oscuridad; mejor será encender una vela. Somos partidarios de amar la lectura; pero eso sí, sin desmesura, pues su abuso puede llegar a convertirse en un vicio y éste anula el pensamiento. Del poco dormir y del mucho leer se le secó el cerebro de manera que vino a perder el juicio, según señaló Cervantes en el Quijote. Principalmente la lectura debiera suscitar el afán de abastecerse de material o elementos de juicio para pensar.
Es obvio que el mayor beneficio que podamos obtener no se encuentra en la cantidad de libros, sino en la calidad; seleccionándolos pueden convertirse en alentadores del espíritu. Nuestra memoria e imaginación tendrán un sentido más práctico en la vida. Sorprende cuando algunos lectores se declaran devoradores de libros; así la digestión de este preciado alimento para el espíritu no se realizara adecuadamente. Y bueno es crecer entre libros, que es como crecer en un ambiente familiar agradable, rico de sensaciones y vidas ejemplares estimulantes de emular. En efecto, el mundo está lleno de libros, lo malo es que está bastante huérfano de lectores. Toda orientación que permite promocionar e incentivar la práctica de la lectura, además del beneficio personal, contribuirá a lograr una sociedad mejor.
Cabe añadir a estas alegaciones en pro de la lectura, que resulta muy aconsejable procurar combatir en la medida de las posibilidades de cada cual, la cómoda actitud de instalarse en el diván de la pasividad sustituyendo la lectura por el vicio fácil del espectador televisivo. Si se abusa de este maravilloso invento, que nos facilita sus alimentos ya digeridos, peligrosamente nos anula el ejercicio mental que nos proporciona la lectura y con ello se atrofian las neuronas de manera prematura, especialmente cuando se suspende la actividad laboral de toda la vida, como así lo advierten, además, los doctores.
Recordar siempre, por último, que de igual modo que no debemos comer como un fin exclusivo para engordar o estar fuertes, sino como alimento imprescindible para el organismo, así como placer gastronómico, no se debiera de leer con afán desmedido para alcanzar la sabiduría, paraíso reservado a los elegidos. O sea, hay que ejercitar la lectura como enriquecimiento del pensamiento y disfrute del espíritu. Su provecho como alimento, en definitiva, no está en proporción de lo que se come, sino de lo que se digiere.
Perlas de la sabiduría.
La monotonía está siempre en nosotros y no en las cosas. El artista lo dijo, la filosofía lo ha repetido con insistencia después: "Basta mirar algo con atención para que se vuelva interesante". (Eugenio D’Ors ).