La Nueva España de Siero

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Ricardo Junquera

Una empresa familiar y del concejo

El ejemplo de Maderas Siero por su afán de crecer desde el territorio en el que tiene sus raíces

Hace unos días se inauguró en Argüelles, Siero, la ampliación de una de las naves en las que la empresa Maderas Siero desarrolla su actividad. Se trata de una nave de siete mil metros cuadrados que se suman a los que ya ocupaba la maderera. Para quien no conozca a la empresa, resumiremos diciendo que inició su actividad en el 1934, "acarretando madera" por caleyes de nuestro concejo, y que hoy, cuatro generaciones después, cuenta con ciento veinte empleados, tiene más de doscientas hectáreas propias de bosque, exporta al exterior la mitad de su producción y ha sabido compaginar esa labor de crecimiento con la continuidad generacional en el mimbre base de empresa familiar que la sustenta.

En el acto, sencillo, de la inauguración, Juan Cofiño, vicepresidente del Principado, citó a la empresa como modelo de emprendimiento y de economía circular y sostenible; y Ángel García, alcalde de Siero, recordó entre otras cosas que aprovechando la madera del monte, que no se usaba, ha creado 120 empleos y exporta su producto llevando el nombre de Siero por el mundo, siendo, además, factor clave para la fijación de población en nuestro concejo.

Y en ese mismo acto, y si no mal recuerdo, ambos hicieron alusión a la necesidad de acercar la Administración al administrado. Loable propósito que sería conveniente que no quedara solo en propósito, porque, por una parte, estamos viviendo tiempos que todos conocemos y casi todos sufrimos en los que las inercias de las normas impuestas por la pandemia en muchos sectores de la Administración y del servicio público han ralentizado aún más la prestación de dichos servicios; y, por otra parte, el acercamiento de la Administración al administrado, y sobre todo cuando ese administrado es una empresa familiar creadora de riqueza, supone, como ya se recordaba en estas páginas hace unos días, la obligatoria necesidad de promocionar y atraer a las personas con talento e iniciativa dispuestas a apostar por una idea, arriesgarse y crear valor sin tener que escalar una montaña de obstáculos, que control y rapidez no son términos contrapuestos.

Afortunadamente, Siero cuenta con un buen número de empresas familiares, aproximadamente el 90 por ciento de las que tiene el municipio.

Y ahora también me acuerdo, por ejemplo y entre otras, de la cercana Grúas Roxu; empresas que tienen como característica propia, como toda sociedad familiar, el concepto de que se debe crear simultáneamente prosperidad económica y valor social; fijar el horizonte temporal no en trimestres, sino en generaciones; tener una forma distinta de gestionar al personal, con voluntad de que permanezca largo tiempo en la empresa, impulsando la formación y la promoción interna; y también una forma de relacionarse con su comunidad, con ese afán de crecer desde el lugar en el que tienen sus raíces.

Por eso, cuando oí lo de acercar la Administración a los administrados, me alegré de escucharlo en la esperanza de que ciertamente se aplique; me acordé del tipo de empresa que nos había reunido allí aquel día y de la necesidad de que el poder político, sea del signo que sea, tenga como una de sus premisas la de proteger al empresario honesto, creador de riqueza y comprometido con su entorno, protegiéndole de ocurrencias, marejadas y ahogantes apreturas fiscales y evitando ataques demagógicos; y sin olvidar nunca que, en el fondo y en la forma, son el auténtico motor económico de nuestra sociedad.

Aunque me extienda un poco, no quiero terminar sin recordar brevemente una historia que viví con Pedro Martínez, el alma de Maderas Siero. Fue en un paseo por los montes de la empresa por la zona del concejo de Teverga, unos días después de aquella nevadona de octubre de 2019, que cogió a los árboles todavía con hoja y sin que pudieran soportar el peso de la nieve que se acumuló en sus ramas, tronchando la mayoría de ellos.

Aquel día, Pedro anduvo por aquellos montes triste, muy triste, viendo aquel destrozo y recordando cómo eran aquellos mismos árboles antes de la nevada; y me di cuenta de que casi los conocía a todos, uno a uno, que no faltaba más que llamarlos por sus nombres. Y me acuerdo de que le pregunté si él hubiera visto a aquellos árboles crecer; y simplemente me respondió que él no, pero sus nietos y los míos, sí.

Enhorabuena Pedro, enhorabuena, familia, por haber sabido llevar el nombre de vuestra empresa hasta donde lo habéis hecho; por haber sabido convertiros en un ejemplo.

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