Puede ser una primicia informativa, una noticia revolucionaria para los campesinos asturianos. La adelanta para este periódico Higinio Blanco y nos la hace llegar oportunamente, así y de esta manera:

Nuestras vacas, las que pastan en las praderas ecológicas, van a tener hasta playa. En San Martín de Anes, y será una playa sin mar.

-¿Y cómo es eso?

El proyecto está en marcha, después de un estudio y con nuestra experiencia. Vamos a colocar en el prado una playa con una arena especial y sobre un drenaje, para que aquel recinto abierto se mantenga siempre seco.

Además, la cubriremos con una especie de invernadero para cuando llueva y nieve. Así evitaremos enfriamientos y, al no existir barrizales, conseguimos que no se perjudiquen los pezones y las pezuñas de las vacas.

No se puede luchar contra los elementos naturales; hay que pensar, experimentar e ir con la naturaleza.

-¿Con qué tratan esas prados?

En nuestras praderas no hay nada artificial. Queremos que sean como las prehistóricas y las cuidamos con esmero y vigor. Les aplicamos las escorias Thomas (con desfosforación del hierro) que nos proporciona la Comunidad Europea y allí nacen más de cuarenta plantas muy apetitosas para el ganado y con mucha vitamina; hay que tener en cuenta que a nuestros animales no les podemos poner antibiótico alguno. La vida de estas vacas en estos terrenos y con nuestros métodos se prolonga de 6 a 12 años, siempre en muy buenas condiciones y con una productividad envidiable.

-¿Existen otros complementos alimenticios para esas vacas suyas?

Dos veces al día, y como incentivo para que acudan puntuales al ordeño, les damos piensos y forrajes ecológicos. El resto del día y de la noche estarán pastando en el prado (por eso pretendemos ahora protegerlas con un abrigo). Además, tengo que decir, que cuando suben los piensos compuestos nosotros nos frotamos las manos.

-¿Cuántas vacas caben ahora mismo en sus terrenos?

Lo máximo que deben pastar en una hectárea es una vaca y media. Así nos proporcionan un rendimiento aproximado de seis mil a seis mil quinientos litros de leche entre parto y parto. Tenemos ahora mismo unas veinticinco vacas frisonas produciendo.

Higinio Blanco Blanco ha acumulado conocimientos y ahora recoge los frutos de sus experiencias. Hace casi 30 años le dijo un campesino en Holanda que nosotros, los españoles, no podíamos triunfar porque trabajábamos mucho con el cuerpo y poco con la mente. También en el extranjero, en otra ocasión, le preguntan: ¿Cómo es que hacéis palacios para las vacas y los hijos os marchan y abandonan el campo? Aquí el techo de las vacas es el firmamento y la cama el suelo verde de las praderas.

Ya en el año 1946 Higinio acudía en bicicleta a la Pola, a los cursillos que impartían Llenín y Evaristo en la «Granja-Escuela»; más tarde a la Granja de Luces, para recoger las enseñanzas agrícolas del poleso Emilio Esnal.

Por aquel tiempo yo cortejaba aquí en la aldea y los vecinos preguntaban a la moza «si yo estaba estudiando pa ingenieru».

-Higinio, ¿qué hace Carmen, su esposa, en Llanaces?

Está al tanto de todo. ¡Las mujeres en el campo son el alma!

Prepara un arroz con leche a la antigua usanza, pero ecológico (utilizando esta leche, el arroz del delta del Ebro, azúcar especial procedente de Hispanoamérica, canela de la India y limones de Llanaces, los que tiene plantados a la puerta de casa). Además hace el convencional, típico asturiano, y los brazos de gitana con harina y huevos siempre ecológicos. Está al frente de la casa rural y pendiente de los turistas que nos llegan. (Allí se alquilan cinco habitaciones, se da un trato familiar a los visitantes y comen todos en la misma mesa, el menú normal que se cocina cada día, sin que falte el yogur hecho y envasado en la propia casería). También tiene tiempo para vigilar y contemplar a tal o cual jabalí o venado que con frecuencia llegan hasta la misma antojana de la casa.

-¿Además de la playa y del abrigo para la ganadería, qué otros pasos está dando esta familia?

Estamos dispuestos a fabricar embutidos asturianos ecológicos y ya lo hemos comunicado a los de la Escuela de la Carne de Noreña.

-¿Cómo es lo último que a Higinio le susurraron al oído?

No fue al oído, me lo dijeron en voz alta y en un chigre de Noreña: «Ahí llega el que saca les patates con el lapiceru».

-¿Y a Carmen qué le cantaron?

-Ni me acuerdo; ¡Llegan muchos cánticos de sirena!

Carmen Cueva e Higinio Blanco, con sus dos hijos en la retaguardia, siguen pensando y creyendo en lo natural con la mayor naturalidad. Es como si viesen desde Llanaces, desde los altos de San Martín de Anes, el mundo agrario de otra manera.