J. Morán

«La página negra de mi padre, el general Yagüe, es Badajoz, pero no era un ser sanguinario». Lo afirma María Eugenia Yagüe Martínez Campo, hija del militar que se sublevó junto a Franco en julio de 1936 y que en octubre de 1934 había entrado en Oviedo para reprimir la revolución asturiana. María Eugenia Yagüe señala los legajos que contienen las más de 20.000 cartas de su padre. «Con esta correspondencia se ve claramente que no es un sanguinario porque hay muchas personas que se dirigen a él, que estaban en la cárcel por motivos políticos y que le escriben para que interceda por ellos; y hay montones de cartas en las que le agradecen el levantamiento de penas».

María Eugenia Yagüe, de 74 años, habla de su padre con amor de hija. Reside en Villagonzalo Pedernales, un pueblo a cinco kilómetros de Burgos capital, en la carretera de Madrid. En dos estancias de su casa reposa el archivo inédito del general Yagüe, en el que varias carpetas recogen los vínculos del militar con Asturias: octubre de 1934 y su participación en la Fundación José Antonio Girón, la que edificó la Universidad Laboral de Gijón a partir de 1948.

«Mi padre nace en San Leonardo, Soria, en 1892, y muere aquí, en Burgos, el 21 de octubre de 1952, en la Capitanía General». El Ejército entrega entonces a su viuda, María Eugenia Martínez Campo, todos los objetos y documentos del militar, «y ella lo lleva a San Leonardo y lo mete todo en unos arcones». Allí permanece el legado, conservado por el frío y la sequedad soriana, hasta el año 2000, «cuando me pongo a planchar telegramas y a recomponer fotos», narra su hija. «Antes, ninguno de los seis hijos, cinco chicas y un chico, le hicimos caso». Pero ese año «empecé a escribir a los organismos oficiales para pedir toda la documentación de mi padre y alguien me comentó que su hoja de servicios, que aún no he copiado, es la más voluminosa de un militar español».

No es de extrañar: Yagüe fue el militar más controvertido de su tiempo, no sólo por los episodios de la toma de Badajoz -se afirma que con 4.000 fusilados-, sino por enfrentamientos dentro del Ejército, por ejemplo, con el general López Ochoa, en la Revolución de 1934; y también por sus fluctuantes relaciones con Franco, entre el amor y el odio.

Sus acciones militares en la guerra incluyen también la batalla del Ebro, «cuyos documentos he metido ya en el ordenador y, tal y como están redactados por él, podrían publicarse directamente». Teclear y escanear todo el archivo ha sido la tarea de María Eugenia Yagüe durante los últimos años.

Antes, la hija del general había estudiado Magisterio, «y me nombra el patronato del Centro Escolar Juan Yagüe de Burgos directora de las escuelas. Lo fui hasta 1985, porque en 1975 aquello ya empezó a ser atacado; claro, se llamaba Yagüe y lo dirigía un hija del general, y el revanchismo de la izquierda, con la cobardía de la derecha, acabó con ello, pese a que eran escuelas sociales de 1.200 alumnos, con educación mixta (fue el primer colegio mixto de Burgos), y con uniformes en los alumnos para unificar las clases sociales». En 1980 se afilia al PP, y «en 1991, cuando gana las elecciones en Castilla y León Juan José Lucas, me llama a su gabinete de Presidencia, y después sigo con Juan Vicente Herrera, hasta 2005, cuando me jubilo con 70 años».

Desde ese momento se dedica a tiempo completo al archivo del padre, que, no obstante, causó cierto conflicto familiar. «Me duele hablar de esto, pero no he sido yo la que lo ha sacado a la luz pública», comenta. «Mis hermanos querían dividirlo en seis porciones y que cada uno dispusiera de su parte». Y hubo juicio: «En el tribunal de Burgo de Osma, Soria, el juez sentenció que es indivisible y que esta documentación, por los cargos que desempeñó mi padre, es público». Entonces, sus hermanos «recurren a la Audiencia Provincial de Soria y la sentencia fue reafirmada a finales del pasado marzo». Al acudir a la Justicia «hemos perdido la propiedad del archivo, pero no me preocupa porque mi idea era que quedara depositado en Soria o en Burgos, y ahora se va a hacer cargo de él el Archivo Provincial de Burgos».

La disputa familiar «refleja el miedo que se está viviendo y la mentalidad de estar calladitos por la que está cayendo con Zapatero y la Memoria Histórica», sostiene María Eugenia Yagüe, quien pone un ejemplo: «Mi padre fue el primer ministro del Aire al terminar la guerra y en aquel momento los que sabían de aviación eran los alemanes. Él trata con Göring, de ministro a ministro, y éste le dedica una foto a mi padre que según mis hermanos había que esconder». Sin embargo, «yo creo que este archivo tiene que darse a la luz pública, porque no hay nada en estos papeles que pueda manchar la imagen de mi padre».

Por lo que respecta a Asturias, el archivo contiene varias decenas de documentos que, una vez tecleados, ocupan unos 300 folios. Sobre octubre de 1934 hay un amplio expediente acerca del arresto domiciliario de Yagüe, en noviembre de 1934, a causa de un artículo de la revista «Mundo Gráfico», en la que el periodista Julio Romano recogía unas supuestas declaraciones del entonces teniente coronel en las que afirmaba que durante el aplacamiento de la revolución asturiana se había producido un «embotellamiento de la columna del general López Ochoa en el cuartel de Pelayo». En cambio, Yagüe afirmaba que él había sido quien limpió Oviedo de revolucionarios.

El militar soriano había guiado una columna desde Gijón a Oviedo y actuó entre el 10 de octubre y el 2 de noviembre. El día 12 se encontró con Eduardo López Ochoa, que era el general al mando del cuerpo del Ejército y jefe de zona de operaciones. Las fuerzas de África desembarcadas en Gijón le correspondían a Yagüe, y el jefe de la zona de León y de la retaguardia era el coronel Aranda. Yagüe había mandado dos escuadrones, una bandera, dos batallones y una batería de ametralladoras. Las diferencias y tensiones del falangista Yagüe Blanco con el republicano y masón López Ochoa fueron intensas. «Como López Ochoa tiraba más hacia la izquierda, hay un momento, según me contaba mi madre, que mi padre le saca la pistola y le encañona».

En ese clima de enfrentamientos, con un Yagüe que acusaba veladamente a Ochoa de blandura y desgobierno, es donde se encuadra el arresto domiciliario y el expediente. Pero el caso fue archivado en diciembre de 1934. El juez instructor había sido el jefe militar de Gijón, Rogelio Caridad Pita. Entre los papeles del archivo se incluye el escrito de autodefensa que Yagüe dirigió al ministro de la Guerra, Diego Hidalgo Durán.

Otros documentos que custodia la hija del general son las órdenes diarias durante la revolución, o un dietario completo del año 1934, incluido el mes de octubre. En ese diario manuscrito expone Yagüe el 24 de noviembre de 1934: «Ayer llegó Franco y tuvo una pelotera con López Ochoa, y me dicen que no quiere venir a verme para evitar falsas interpretaciones».

Otra porción de documentos se refieren a la entrega de la Medalla Militar al teniente coronel de Infantería Juan Yagüe, por sus servicios en Oviedo. O al homenaje de la capital asturiana a la Legión, el 2 de febrero de 1935. Un grupo de mujeres ovetenses, encabezadas por Alicia Salcedo, tienen especial protagonismo en dicho acto, al que Yagüe no asiste por imposición de López Ochoa. Tal vez para compensar, es nombrado hijo adoptivo de Oviedo, según se lo comunica el alcalde Francisco González Castañón, quien también le comenta que «la obsesión de López Ochoa ha sido usted y él fue el creador de todas las dificultades». Yagüe le responde asegurando que le están calumniando por sus acciones en octubre de 1934, y que «soy atropellado en Asturias por López Ochoa de una forma que no he conocido en mi vida militar».

Otro conjunto de documentos del archivo del general Yagüe versa sobre su participación en la Fundación José Antonio Girón, en los años de construcción de la Universidad Laboral de Gijón. El general dejó un listado, o diario de salidas, de sus viajes a la villa de Jovellanos entre 1949 y 1951. Hay también una copia de los estatutos de la Fundación, así como las actas de las reuniones del patronato, o de la comisión permanente delegada, desde mayo de 1950 a septiembre de 1951. En una de esas reuniones se comunica al patronato la adquisición de la Granja de La Lloreda a la familia Vereterra: 1.040 días de bueyes, es decir, 1.300.000 metros cuadrados, o 130 hectáreas, que formaban una de las fincas más grandes de Asturias.

Curiosamente, el archivo de Yagüe contiene muy pocas cartas cruzadas con Franco. «Su relación era más bien telefónica, o se producía en las visitas que mi padre realizaba a Madrid». No obstante hay algún telegrama, como el que Yagüe envía «cuando nace la nieta de Franco y mi padre le llama abuelito».

«Mi padre y Franco eran de la misma promoción y habían estado juntos en África, pero chocaba el temperamento de un gallego tranquilo y de un castellano vehemente; mi padre era muy alto, medía 1,89, y tenía un voz potente, todo al revés que Franco. Y no se callaba. Un día le dijo: "Nómbrate de una vez almirante de las dos Castillas, pero déjanos ascender a los demás, porque te empeñas en ser el único capitán general"».

Franco nombró a Yagüe capitán general a título póstumo, tras su fallecimiento a causa de un cáncer de pulmón. «A los pocos meses, mi madre va al Pardo a dar las gracias, también por el título de marqués de San Leonardo de Yagüe, y Franco le dice: "Usted le conoció de mayor, pero yo de chaval», y se le llenaron los ojos de lágrimas"». María Eugenia Yagüe apostilla: «Y cuando la "marcha verde" de Marruecos me contaron que Franco, al que ya se le iba la cabeza, decía: "¡Qué venga Yagüe, qué venga Yagüe!, que sólo él puede solucionarlo"». Como en octubre de 1934, pero con los efectivos moros al otro lado.