Me decía un buen conocedor de los entresijos del circuito tenístico cuando Nadal fue eliminado de la Roland Garros: No creo que juegue Wimbledon, lo está pasando muy mal con el divorcio de sus padres. Su pronóstico se cumplió.

Los deportistas de élite son capaces de concentrarse en la tarea cuando las circunstancias son adversas y su resistencia física está al límite. Tienen, en ese sentido, una mentalidad muy fuerte. Sin embargo, en otros aspectos de la personalidad pueden ser tan quebradizos o más que nosotros. «Mens sana in corpore sano». Es posible. Como es posible que exista una relación entre estrés y trastornos musculoesqueléticos.

Los trastornos musculoesqueléticos son la primera causa de baja laboral y de consulta en atención primaria. Algunas veces son el resultado de una enfermedad inflamatoria, como la artritis reumatoide. En general, esos casos se excluyen de esta clasificación, dejando sólo en ella los que tienen un posible origen biomecánico. Ocurren, por tanto, cuando alguna de esas estructuras, músculo, tendones, ligamentos, cápsulas articulares, sufre una demanda a la que no puede responder. Un cuerpo inerte, un cristal, una goma, sometido a una carga, se deforma para absorber esa energía, pero si con estos cambios reversibles no logra soportar el esfuerzo, se producen modificaciones moleculares permanentes, incluso la rotura. Es lo que los físicos llaman la curva de stress-strain o de esfuerzo-deformación. Los cristales tienen poca elasticidad, apenas se deforman con la carga; en cambio una goma se deforma mucho, pero si se la somete a tensión permanente puede perder elasticidad, ya no vuelve a la situación de reposo y se hace menos resistente a la carga.

En nuestro organismo hay estructuras más próximas a los cristales, como puede ser el hueso -aunque sorprendería ver su elasticidad- y más próximas a la goma como puede ser el tendón. La goma, o el cristal, no aprenden a soportar la carga. En ellas puede quedar la memoria de experiencias previas en forma de modificaciones moleculares: deformaciones plásticas cuando superaron la resistencia elástica, que las hace más frágiles.

En los seres vivos, los tejidos se adaptan a la demanda para poder en el futuro soportarla mejor. Cuando esa demanda supera la capacidad elástica se producen microroturas que la debilitan. De manera que mientras hay una cantidad de carga que puede ser saludable, si se traspasa ese umbral se convierte en dañina. Nadie sabe dónde está ese límite, Nadal lo había traspasado. En contraste con los materiales inertes, cuando se produce una lesión, el organismo pone en marcha mecanismos de reparación. En algunos tejidos la reparación es rápida y casi completa, como en el músculo. En otros, como en tendones o ligamentos, muy lenta y casi nunca satisfactoria.

Fuerza, repetición y postura son los factores más importantes involucrados en las lesiones musculoesqueléticas. La combinación de fuerza y repetición, muchas veces en posturas forzadas, es la causa más frecuente de lesiones en el deporte. Lo curioso es que todo ello se facilita, o se agrava, o se cronifica, cuando hay problemas emocionales. Cuando una persona sufre estrés no es infrecuente que note el cuerpo tenso, que perciba carga en el cuello y hombros, incluso con dolor. Hay un tipo de dolor de cabeza que se denomina de tensión y se dice que es por eso, por la tensión muscular de la nuca. No es que esos músculos estén contraídos y por agotamiento manden una señal de dolor para exigir relajación. Son otros mecanismos que todavía se conocen y entienden mal. Los miorelajantes, que se dan en contracturas, no ayudan relajando una actividad muscular que no existe, posiblemente lo hagan potenciando los analgésicos y por su efecto ansiolítico.

No se sabe bien cómo el estrés influye en el dolor y lesiones musculoesqueléticas pero es algo sobre lo que apenas hay dudas. Agente, medio y huésped es la trilogía en la que se debe pensar cuando se examina una enfermedad. El agente ya sabemos cuál es, la carga en sus diferentes formas. El medio, que modifica la acción del agente, puede ser el frío, el calor, la urgencia o el ambiente emocional. Y en el huésped cuentan sus aptitudes físicas y la estructura mental: la manera de afrontar la demanda y la presión del entorno. Está suficientemente demostrado que las personas con emociones negativas, lo que se llama distrés, tienen más dolor de espalda y es más crónico.