La pasada edición de la Feria del Libro de Leipzig (Alemania) premiaba con su medalla de plata en el certamen de «Libros más hermosos del mundo» una exquisita publicación dedicada a los arquitectos austriacos Bernhard y Stefan Marte. Dentro de «Marte. Marte Architects», un sobrio e irresistible bloque negro de presencia en sí misma casi arquitectónica, se integran con un renovador concepto del diseñador Reinhard Gassner textos, reflexiones, planos y una excelente selección de fotografías de arquitectura firmadas por siete autores; entre ellos, el naviego Ignacio Martínez (1963), cuya obra parece guardar algún tipo de pacto permanente con la belleza. Pues no es la primera vez que su depurado y poético trabajo se integra en publicaciones premiadas por su calidad y hermosura. El mismo volumen sobre los hermanos Marte había recibido un año antes el premio al libro más hermoso de Austria, el mismo galardón con el que se reconoció en 2002 un catálogo sobre su obra titulado «La mirada muda n.º 2», también diseñado por Reinhard Gassner.

Quizá tenga que ver con un concepto de su trabajo que no es el más usual entre los especialistas en fotografía de arquitectura y que está mucho más próximo al de quien la concibe ante todo «como un medio de expresión de emociones y sentimientos». Es la forma en la que Ignacio Martínez enfoca una pasión que heredó de su padre, el médico e historiador naviego Jesús Martínez que -recuerda el fotógrafo- «fue el primero en ponerme una cámara en las manos, cuando tenía ocho años». De su padre dice haber recibido también conceptos que configuran a la vez una ética y una estética: «He seguido su ejemplo de buena persona y modestia, de austeridad y humildad».

El ambiente familiar, culto y abierto a todas las curiosidades, también dejó mella profunda en quien admite poseer «una mirada influida por la cultura y el conocimiento» que acabó de formarse en la Facultad de Ciencias de la Información de Madrid en la especialidad de cine. De hecho, mucho antes de descubrir la obra de los grandes fotógrafos de arquitectura con quien asocia su trabajo («los Becher, Andreas Gursky, Ángel Marcos») fijó su devoción por Orson Welles, Wim Wenders o David Lynch, «que también son fotógrafos».

Después de trabajar en el medio editorial y en diversos campos del reportaje, Ignacio Martínez llegó a la fotografía de arquitectura un tanto azarosamente. Su llegada a la localidad suiza de Lustenau, en la región de Voralberg, lo puso en contacto con un entorno fascinante y singular. Voralberg es un verdadero paraíso de la arquitectura de vanguardia concebida y ejecutada en perfecta armonía con su medio natural; de manera que la experiencia de esa doble belleza pasó a formar parte de un bagaje fotográfico y vital que se superponen, ya que Martínez es de los que considera que «mi archivo es mi autobiografía».

La búsqueda de «la poesía, el alma, la trascendencia más allá de la representación objetiva de la realidad» se tradujo en este caso en una forma de enfocar la fotografía arquitectónica en la que el edificio o sus rasgos vale tanto como el contexto, aquello que vivifica y, en el fondo, explica el edificio. Los entornos que fotografía Martínez están habitados, o cuentan cosas, documentan la vida que hay en ellos o en torno a ellos al mismo tiempo que atienden a las cualidades formales del proyecto.

Lo hace, además, implicándose técnica y físicamente; arrastrando consigo «50 o 60 kilos de material» entre bosques y nieve, y trabajando siempre con el laborioso proceso que implica el manejo de una cámara de placas de 4x5 pulgadas para realizar instantáneas en gran formato. «Fotografío con el estómago y con el alma», asegura Martínez. Y semejante grado de compromiso personal, algo que debió gustar en el medio especializado de las ediciones de arquitectura, puesto que el naviego ha publicado sus imágenes en medios tan prestigiosos como «Domus», «AIT», «SD» o «Architektur Aktuell».

En paralelo, esta faceta de su trabajo (puesto que él se considera ante todo «un trabajador») se ha plasmado también en proyectos de corte más artístico o expositivo. Su obra formó parte de una colectiva internacional, «Konstruktive Provokation», organizada desde Voralberg, y de otra, también internacional, dedicada a fotógrafos de arquitectura centroeuropeos, «Form and Nonform». También pudo verse hace unos meses en la galería ovetense Guillermina Caicoya, y aparecerá próximamente vinculada a proyectos que tienen que ver con su tierra natal, con el HUCA o con los museos españoles de arte contemporáneo, a los que pronto se enfrentará la mirada «profunda y reflexiva» de Ignacio Martínez.