El «veranillo de San Miguel» también luce sobre Ginebra: sol radiante y más de 20 grados, tanto el miércoles como el jueves de la semana que hoy concluye. La ciudad del famoso «chorro de agua» exhibe un nutrido aforo en sus terrazas. Las tiendas de relojes tratan de prolongar su particular «agosto». La denominada «Roma protestante» conmemora el quinto centenario del nacimiento de Juan Calvino, uno de los padres de la Reforma.

En la puerta principal de la sede de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sólo figura un mensaje: «No smoking area». No se puede fumar ni en el interior del edificio ni tampoco en sus inmediaciones. Los responsables de la agencia no consideraban que la clásica concentración de fumadores en la puerta del edificio guardara coherencia con la filosofía de un organismo que ha inspirado las restricciones que -similares a las vigentes en España- limitan el elenco de lugares en los que se puede fumar. «Los que fuman no sé a dónde van, pero sí sé que en invierno vuelven de fuera tiritando», comenta María Neira, quien apostilla que, salvo «un leve coqueteo» con el tabaco cuando tenía 15 o 16 años, nunca ha fumado.

La médica asturiana recibe a LA NUEVA ESPAÑA en el vestíbulo. El edificio de la OMS es extremadamente luminoso. Tal es el movimiento que en él se desarrolla que dispone de una agencia de viajes, una oficina bancaria y un puesto de correos. En la zona de acceso, varios paneles anuncian algunas de las actividades que se celebran ese día en la que es «una de las instituciones más respetadas por su labor de salvaguardia del derecho fundamental de todo ser humano a la salud», según el acta del jurado que otorgó el premio «Príncipe» de Cooperación Internacional. La agencia sanitaria de Naciones Unidas fue puesta en marcha en 1948. El año pasado celebró sus seis décadas de actividad con diversos eventos conmemorativos.

María Neira sostiene que «no sería adecuado asociar el premio «Príncipe» exclusivamente al papel de la agencia en la gripe A, sino al conjunto de la trayectoria» de la OMS. Un itinerario en el que el jurado del galardón enfatizó logros como la erradicación de la viruela; la reducción, en más de un 99 por ciento, de los casos de poliomielitis; la prevención y el control de enfermedades infecciosas como el sida, la tuberculosis y el paludismo; la reducción de la mortalidad infantil, y la identificación y el control de brotes epidemiológicos a nivel mundial.

La especial atención al sida queda reflejada en la existencia, frente a la sede central de la OMS, de un edificio dedicado específicamente a la lucha contra el virus del VIH. La semana que hoy termina ha estado marcada por el terremoto que ha asolado Indonesia, saldado con varios centenares de víctimas mortales. «Cada día, a las nueve de la mañana, tenemos una reunión en la que se informa de todas las novedades, y este asunto lo lleva la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios», indica la doctora Neira.

Pero la cara más visible de la OMS a día de hoy es la gripe A. «Es evidente que la gripe A marca un antes y un después en la trayectoria de la OMS», asevera la doctora Neira, quien, no obstante, mide sus palabras con el fin de no interferir en un asunto que está siendo llevado muy directamente por Margaret Chan, directora general de la Organización Mundial de la Salud. Desde el primer momento, la doctora Chan ha optado por ejercer un claro liderazgo en las decisiones y mensajes -a veces controvertidos- de la agencia relativas al virus A/H1N1. Esta actitud adquirió resonancias planetarias el pasado 11 de junio, cuando la OMS decretó el máximo nivel de alerta y declaró la primera pandemia mundial del siglo XXI.

De origen chino, Chan estudió medicina en Canadá. En la carrera hacia su actual cargo se enfrentó, entre otros candidatos, a Elena Salgado, actual vicepresidenta segunda y ministra de Economía del Gobierno español, y antes ministra de Sanidad en el primer Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero. Sin embargo, las aspiraciones de Salgado se vieron frustradas. La diplomacia puede dar sorpresas, pero una tradición no escrita viene a indicar que para dirigir la OMS es necesario ser médico. Si España se decidiera a medio plazo a lanzar una candidatura a la dirección general de la OMS, no sería descabellado pensar que el currículum de María Neira podría convertirse en uno de los mejor situados.

Nacida en 1962 en La Felguera, María Neira estudió Medicina en la Universidad de Oviedo. Ya al finalizar la carrera comenzó un periplo que le llevó a realizar la especialidad en Francia y que aún no ha concluido. Alta, rubia y de ojos claros, «la gente piensa que soy de cualquier sitio, menos española». Se confiesa feliz en Ginebra. «Siempre pensé que era una ciudad ideal para que creciera mi hijo», sostiene. La médica asturiana está casada con Salvatore, un italiano de origen siciliano que trabaja en el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Ginebra ofrece, de forma simultánea, unas dimensiones muy manejables (cabe realizar a pie numerosos desplazamientos) y un ambiente máximamente cosmopolita. «Mi hijo, que tiene 15 años, se siente europeo», comenta María Neira.

Hace unos años, la doctora Neira se acogió a una excedencia en la OMS y se trasladó a España para dirigir la Agencia Española de Seguridad Alimentaria. La experiencia fue «satisfactoria» -comenta-, ya que le permitió conocer un ámbito de gestión que tenía poco explorado. Transcurrido un tiempo, regresó a Ginebra, base de operaciones desde la que viaja con frecuencia. El próximo mes de diciembre, encabezará la delegación de la OMS en la 15.ª Cumbre de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, que se celebrará en Copenhague.

En su acta de concesión del premio «Príncipe de Asturias» de Cooperación Internacional 2009, el jurado enfatiza el papel de la OMS en la articulación de «políticas que aúnen principios éticos y científicos». María Neira señala que este organismo afronta un día tras otro el «desafío» de establecer «continuos equilibrios entre los pros y los contras, los beneficios y los riesgos». Una función decisiva en un momento que califica de «crítico» y que le lleva a concluir que «si hoy no existieran la ONU ni la OMS, habría que inventarlas». La doctora Neira aboga por dotar de una mayor capacidad ejecutiva a estas organizaciones. Y a la consecución de ese objetivo pueden contribuir la ceremonia del próximo día 23 en el teatro Campoamor y, singularmente, la imagen del Príncipe de Asturias entregando el galardón de Cooperación Internacional a la doctora Margaret Chan. El sueño se llama «globalizar la salud», de modo que los carteles de los aeropuertos puedan comunicar mensajes más agradables que una pandemia de gripe.

Escultura alusiva a la oncocerquiasis o «ceguera de los ríos» (una infección producida por un parásito) en el jardín de la fachada principal de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La composición representa a un hijo que guía a su padre con la ayuda de un palo.

Momentos de receso de los participantes en una reunión celebrada en la sede central de la OMS.

Cuando en la pasada primavera saltó la alerta mundial de la gripe A, la Organización Mundial de la Salud (OMS) difundió una serie de fotografías del denominado Centro Estratégico de Operaciones de Salud (SHOC, por sus siglas en inglés), en plena efervescencia pese a ser realizadas un domingo. En la mañana del pasado jueves, el «Shoc Room» -escenario de decisiones de alto impacto- estaba vacío, lo que permitió tomar una imagen de María Neira ante los paneles que ofrecen información totalmente actualizada sobre la evolución de la pandemia gripal. La doctora Neira viajó hace unas semanas a Argentina y allí pudo constatar «in situ» que los efectos del virus A/H1N1 no han sido, ni mucho menos, tan devastadores como se presumía. «Lo sucedido en el hemisferio sur invita a la tranquilidad y confirma que la virulencia de la enfermedad es muy baja», subraya la médica asturiana en alusión a lo que cabe esperar con la llegada del frío a la franja Norte del planeta.

María Neira, en el denominado «Shoc Room», sala de reuniones donde una serie de paneles ofrecen la última hora de la pandemia gripal. En el recuadro, aspecto de esa misma sala el domingo 3 de mayo.

El «chorro de agua» del lago Lehman es uno de los elementos más característicos de Ginebra.

Ginebra tiene unos 183.000 habitantes, menos que Oviedo y Gijón. Sin embargo, constituye una referencia ineludible no sólo en el mapa europeo, sino en el conjunto del planeta. No en vano, es considerada la «capital internacional de Suiza» y reúne todos los requisitos de una auténtica «ciudad internacional».

María Neira concluye, de forma gráfica, que Ginebra «es una ciudad como Oviedo, pero con un vuelo directo y diario a Nueva York». El aeropuerto, descaradamente travestido en galería comercial -el viajero se ve obligado a discurrir por numerosos pasillos flanqueados por tiendas de las marcas de mayor pedigrí-, dispone de un centenar de mostradores para gestionar las salidas.

En Ginebra tienen su sede numerosas entidades internacionales. Además de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en una superficie relativamente pequeña se concentran el Palacio de las Naciones (segunda sede de la ONU), la Oficina Internacional del Trabajo (OIT, también candidata en varias ocasiones al premio «Príncipe de Asturias» de Cooperación Internacional), el Comité Internacional de Cruz Roja, la Organización Mundial del Comercio (OMC), la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI)...

Caminar de un edificio a otro, entre espacios verdes y arbolados, supone un ejercicio de lo más sosegante. Poco puede sospechar el viandante que en el interior de esos edificios están gestándose decisiones de relevancia mundial. En ocasiones, la tensión rebasa los muros de esas dependencias. El pasado jueves, ante la sede de Naciones Unidas, varias decenas de miembros del Consejo Nacional de la Resistencia de Irán se manifestaban para exigir el fin del programa nuclear abanderado por el Gobierno iraní. En el interior del edificio, el régimen de Mahmud Ahmadineyad se comprometía con las grandes potencias a permitir una inspección de su planta nuclear clandestina de Qom.