Las voces críticas no tapan la del Alcalde. El asturianista Cándido Vega vive obsesionado con el vínculo irrompible entre la doble necesidad interconectada de «fijar población y crear empleo» y asegura que tampoco en este punto les ayuda el parque. El futuro de su pueblo y su concejo, retrata, «pasa por tener una industria moderna que se pueda acompasar con la protección del medio ambiente, pero aquí se nos ponen mil y una trabas». Vuelven al argumentario, otra vez, el espacio protegido y las «dificultades que plantea para la construcción de naves de uso ganadero» o para conducir hasta la realidad el proyecto de un micropolígono que dé espacio a los emprendedores interesados en lanzarse a la pequeña empresa agroalimentaria. La decena aproximada de explotaciones ganaderas del pueblo sacan réditos, sí, porque cobran más por criar las reses aquí, pero el resto dicen ver poco beneficio. A juicio de Santos, «uno de los grandes problemas es que los que dirigen el parque no viven en Ponga», que el director, precisa Mones, «viene a Beleño un día a la semana. Tiene más responsabilidad que el Alcalde y es un ausente».

El parque, pues, ha dejado marcharse algunos trenes, pero hay otros. En el centro de San Juan de Beleño, ocupando un recodo de la carretera que atraviesa el pueblo, el esqueleto de lo que quiso ser un gran hotel afea el paisaje con los restos de un naufragio que deja a la vista los defectos de esta crisis económica. La obra cumplió en enero dos años parada y el Alcalde asume «un problema de imagen» de remedio complejo. Aquí sí sobreviven, mientras tanto, el hotel de Álvaro Mones, la fonda que regenta Tomás Santos y tres casas de aldea, además de otros dos bares y restaurantes. Sobreviven, insiste Mones escogiendo cuidadosamente el verbo. A punto de cumplir tres años de residencia y dos con el establecimiento abierto, no se ha arrepentido nunca del paso que ha dado trayendo su negocio aquí, por mucho que los meses, económicamente, aún se salven «justitos». Su clave es haberlo tenido «clarísimo», por su vinculación personal con la villa. «Mi familia es de aquí, tengo Beleño metido dentro de toda la vida y todo el riesgo y las penurias económicas de empezar un negocio se ven compensados con la posibilidad de vivir aquí, de criar a mis hijos aquí y trabajar en algo que me gusta», sentencia. «Alguien que no tenga las cosas tan claras y una pata aquí lo va a pasar muy mal. Debe haber algo emocional para aguantar la parte chunga, como los fines de semana del invierno».

Todo el año, por lo demás, «mucha culpa es nuestra». Ana Gallinar vive en un pueblo que socialmente «no está unido» y ha generado «un caldo de cultivo de apatía, abandono y conformismo» que no ayuda a resolver algunos problemas. Esa actitud colectiva, eso sí, todavía no ha acabado con las «perlas etnográficas» de las costumbres tradicionales, ésas que siguen sacando al Guirria enmascarado al encuentro de las mujeres en Año Nuevo o engalanando los balcones de las mozas solteras por San Juan. Todo eso, mal que bien, permanece, pero mirando hacia la parte alta, roza la unanimidad el lamento por la falta de presión para evitar la transformación del edificio de la antigua parada de sementales del Ejército en residencia de ancianos. Está separado del pueblo, en un lugar frío y sombrío, protesta Ana Gallinar, al final de una cuesta demasiado empinada para que los mayores la puedan ascender sin riesgo en los crudos inviernos de Beleño. Nada se supo del dinero que se gastó en habilitar en el inmueble un albergue, porque nunca llegó a funcionar como tal, y ahora, redoblada la inversión para hacer la residencia, sigue cerrada obviando, interviene Tomás Santos, que ahí se abre «una posibilidad de negocio para la ganadería». Se trataría de mantener el uso antiguo y aprovechar el nuevo nicho de mercado que hoy se oculta tras la crianza de caballos de lujo.

Pero además de buscar actividades -una tienda de alimentación y productos artesanos tendría futuro, propone Mones-, aquí se piden alicientes que inciten a quedarse aquí. «Incentivos fiscales», pone por ejemplo, porque la decisión de resistir para sostener el medio rural «no puede ser solamente un privilegio. Tenemos una imagen distorsionada del neorruralismo».

Un museo ambulante que tiene madera

Aquí hay madera y Javier Gallinar tiene las herramientas para trabajarla. Tantas que no caben en su casa de San Juan de Beleño, tantas que piden a gritos otro local, un museo de verdad. El artesano pongueto, que zanja con un «siempre me gustó» la cuestión sobre el principio de su extensa colección de utensilios, guarda, casi amontona, 2.000 junto a su taller de carpintería. La última es una sierra de marquetería fabricada en América en 1877, pero no sólo hay herramientas. También cupones de lotería, calendarios, billetes, monedas... Todo con motivos relacionados con la madera, con los árboles y los bosques con los que componen el paisaje alrededor de su pueblo.

El suyo es un museo ambulante, que viene y va de feria en feria, de Cangas del Narcea a Tineo, de Oviedo a Avilés, de Bilbao a Valencia... Javier Gallinar asiente ante el valor de su colección como posible atractivo para visitantes por su vinculación con el recurso paisajístico esencial de Ponga, pero, de momento, el propietario enseña el extenso surtido de artículos en su casa a quien los quiera ver... si no está de viaje.

Viva Ponga

Viva Ponga, viva Ponga, viva San Juan de Beleño. Santina de Covadonga, en casarme tengo empeño. Que estoy solterona y me quiero casar con el mejor mozu que haya en el lugar. Si no lu hay aquí, lo mismo me da que sea de los Beyos, que sea de San Juan. Y si no lu encuentro como yo lu quiero entonces prefiero soltera quedar.

Canción popular.

El aguinaldo

Pase feliz año nuevo toda esta vecindad; nosotros les deseamos salud y prosperidad. Aquí venimos, señores, el aguinaldo a sacar, aunque no es obligación tiene por costumbre dar. Damos las gracias, señores, por su buena voluntad. Dios les dé vida y salud y dinero que gastar. Quédense con Dios, señores, nosotros con Dios quedamos y hasta el año venidero, que en sus casas nos veamos.

Coplas de petición y agradecimiento del aguinaldo que se cantan en San Juan de Beleño en Año Nuevo.