Tomás Santos entiende lo que pasa en Beleño sin salir de casa. Pongueto y empresario de hostelería en San Juan, vive aquí con los restos de una familia numerosa en la que aguantan, de sus nueve hijos, solamente los dos que siguen en edad escolar. Los otros siete, poco a poco, se han ido marchando. Con muy pocas excepciones, el paisaje de su casa es también el de este pueblo que se estira a lo largo de la falda de la montaña, sobre el valle de Beleño y mirando al pico Tiatordos. Muchas historias como la suya componen el panorama de esta pequeña capital de concejo que se devana los sesos en el intento de hacer que rebrote su población. Son apenas 150 habitantes, según la cuenta del Instituto Nacional de Estadística en 2009, y «alguno menos de cien» a la vista del elemento corrector que introduce la presidenta de la asociación de mayores de Ponga, Ana Gallinar, después de calcular los pobladores reales a pie de calle, «casa por casa». Pero aquí, en este pueblo empinado que se enseñó al mundo hace dos años con una oferta de 3.000 euros por un empadronamiento de cinco años y otros tantos por hijo nacido en el municipio, no importan los números tanto como las voluntades. Y la llave de esa puerta, que permanece cerrada, la tienen los afanes por poner a Ponga en el escaparate y hacer saber que su belleza existe, vendrá a decir después algún vecino. A la sombra de la corpulencia caliza de Tiatordos, en la exuberancia natural de un parque del que reclaman mejores atenciones de promoción, «seguimos escondidos en una esquina del mapa», se queja Tomás Santos. «Somos la puerta de atrás de los Picos».

La pescadilla del poblamiento empieza a morderse la cola cuando alguien recuerda que aquellos solicitantes de empadronamiento por dinero «preguntaban primero qué trabajo había y a continuación dónde podían vivir». Álvaro Mones responde a las dos preguntas negando con la cabeza. Propietario del único hotel de San Juan de Beleño, sabe lo que habla desde que por vocación, y por el placer de hacerlo, envió su vida de vuelta a los orígenes. Ha retornado al punto de partida después de conocer muchas grandes ciudades y de participar en la expansión internacional de la empresa familiar, el grupo de distribución de componentes eléctricos Temper. Para volver al pueblo en el que creció, y para conseguir lo mismo con sus hijos, él se fabricó su propio negocio en la casa de sus antepasados poniendo así en práctica la que, lastimosamente, es casi la única alternativa para vivir y trabajar en Beleño, le ataja Santos. Apenas hay más salida que buscarse el futuro en solitario, lamenta mirando al parque natural de Ponga, que esta «bien pensado, pero mal articulado», y que desde su punto de vista podría y debería hacer mucho más para enseñar el concejo y apoyar las iniciativas de los que siguen viviendo en él.

Cándido Vega, el alcalde, no arroja la toalla de aquella iniciativa que quería hacer retoñar la población con subvenciones y que en la práctica apenas atrajo a una pareja, pero que proyectó cierta imagen del concejo. «Me llamaron de México, de Alemania, de Argentina para decirme que hasta entonces nunca habían visto a su pueblo en la tele», rememora. «Aunque sólo fuera por eso ya mereció la pena».

Pero Álvaro Mones se ha habituado a atender en la recepción de su hotel a clientes asturianos que «nunca habían venido, que no conocían Ponga». Ana Gallinar se descorazonó durante una excursión al concejo de Caso, que hace frontera con éste, teniendo que responder a un desconcertante «¿dónde está Ponga?». «Al otro lado de aquella peña», se obligó a contestar. Y si el futuro se debe alimentar de turismo, «ya que la naturaleza está de moda» y sabiendo que por aquí los turistas no pasan hacia ningún lado, habrá que situarse en el mapa. Y si tampoco cabe despreciar el nicho de mercado que sigue ocultando la explotación de la riqueza agroalimentaria del queso de los Beyos, los emprendedores van a necesitar apoyo de alguien con dinero que les ayude a caminar. De un modo u otro, todas las miradas van a dar al parque natural. O a su representante en la tierra, ese edificio que enfrente de las viejas escuelas de Beleño espera su apertura como centro de interpretación y que al decir de algunos vecinos casa arquitectónicamente muy mal con el entorno rural de San Juan. Para unos es popularmente «el tanatorio»; para otros, «la estación del AVE», para casi todos metáfora de los trenes que va dejando escapar el parque natural.

«Ya que lo tenemos y que el Principado recibe dinero», propone Tomás Santos, «no estaría mal que lo invirtiesen, aunque sólo fuese en promocionar mejor el concejo». O, un paso más allá, en enseñar algún camino hacia la explotación de una marca quesera de verdad, «solos o en compañía de otros», afirma Santos sin tomar partido en la controversia de Ponga con Amieva y Sajambre sobre la paternidad del queso de los Beyos. Ahí el espacio protegido podría ser esa mano que necesita el pequeño empresario quesero para echar a andar, «podría entrar como socio durante unos años, por ejemplo, para salvar los obstáculos de la primera inversión».

Pero no. De momento, fuera de aquí, «apenas se sabe que aquí hay un parque natural», protesta Mones. «El director tiene desde 2008 una lista de veinte puntos con propuestas muy básicas planteadas por los hosteleros, la señalización de accesos en las carreteras o de sendas y rutas de montaña... Y nada», poco más que un gran cartel a la entrada de Sellaño y esta «estación del AVE», vuelve Tomás Santos, que mejor se habría sustituido por tres hórreos beyuscos, típicos de la arquitectura tradicional de esta zona. «Si no entienden lo que es un parque natural», remata, «que vayan a Suiza». O no tan lejos, porque «Somiedo se ha desarrollado gracias a su espacio protegido y sobre una base publicitaria».

El Mirador

Algunas propuestas para mejorar el futuro

Las carreteras

Donde Tomás Santos asegura que las comunicaciones del concejo y su capital «dan vergüenza», el alcalde de Ponga, Cándido Vega, confirma que «estamos a la cola de España» y que el ejemplo son algunas zonas de «una carretera nacional -la 625- en las que te tienes que parar si te cruzas con un autobús».

El deporte

San Juan de Beleño no tiene «ni una mísera cancha de fútbol sala, ni siquiera una bolera», protesta Álvaro Mones, que por pedir solicitaría un polideportivo, un rocódromo... El Alcalde ofrece su intención de construir unas piscinas que podrían estar «para el verano».

La cultura

Tomás Santos quiere equipamientos culturales e invoca la certeza de que «no basta con unos ordenadores y una biblioteca» en el «espacio minúsculo» que ésta comparte con el telecentro. Por no haber, dice, ni «dónde reunir a los jóvenes en verano» ni un centro de día para los mayores, una de las demandas prioritarias.

La residencia

El edificio de la antigua parada de sementales del Ejército, en lo más alto de Beleño, se rehabilitó para transformarse en un albergue que no llegó a abrir. El inmueble, que sigue cerrado, se reconvirtió en residencia de ancianos en contra de la voluntad de los propios usuarios, que entienden, como señala Ana Gallinar, presidenta de la asociación de mayores, que el lugar, frío y sombrío y al final de una empinada cuesta, está lejos del más idóneo. El Alcalde entiende que la inversión, a pesar de todo ello, obliga a la apertura, «sin perjuicio de que después se vea la posibilidad de trasladarla».

El queso

Aquí se pide el desarrollo de una marca para el queso de los Beyos, sólo con Ponga o junto a los concejos de Amieva y Sajambre. Vega, contrario a la tramitación de la Indicación Geográfica Protegida (IGP) para los tres, se justifica diciendo que «los únicos ganaderos que ordeñan el ganado en el monte están en Ponga» y apuesta por una patente propia de su municipio. Mientras tanto, la tramitación con los tres ha cubierto todas sus etapas en España y está pendiente de la confirmación europea.