Más yates que barcos de pesca

«En Ribadesella los yates ya superan a los barcos de pesca. ¿Quién nos lo iba a decir?». La pregunta de José Luis Cuervo, patrón mayor de la Cofradía de Pescadores, observa desde otro lado la inclinación de la villa a fiarse de las vacaciones para ir aplastando otras formas de vida. Las nueve «lanchinas» que quedan en Ribadesella dan que hacer a aproximadamente tres decenas de personas en la mar y a dos empleados en la rula. «Llegamos a ser 150 y sólo en mi lancha íbamos nueve», recuerda el patrón mayor, doliéndose de este apreciable descenso achacable en parte, al decir de Cuervo, a la ordenación de la pesca, que castiga con menos misericordia «a la gente de bajura, a los barcos pequeños». Son las leyes, a su juicio, «que no van con la realidad», el sistema de vedas y cupos y el final de la libertad para capturar «la especie que hubiera. Hay xarda y no dejan que se pesque... Tiene que haber algún sistema, es cierto, pero que funcione como debe, porque éste no funciona».

Los pescadores riosellanos conocen bien la riqueza de la vida de El Cachucho, una montaña submarina que frente a la costa de Ribadesella, unas 36 millas mar adentro, es la primera área protegida de España bajo las aguas del mar. La veda que trajo consigo la declaración del «parque natural submarino» promete ser «positiva». «Los marineros somos los más concienciados de la exigencia de no depredar la mar», asegura José Luis Cuervo acudiendo a la sabiduría popular: «Donde se quita y no se pon, se descompón». Y la regeneración de ese «caladero natural» muy explotado que ha sido siempre El Cachucho promete favorecer, a su juicio, a todo el Cantábrico.