Oviedo, E. G.

Gregorio tiene 74 años y fue operado del pulmón hace nueve. Este ovetense, que tiene hace tiempo el alta médica en el bolsillo, asegura conservar una cicatriz que le coge todo el costado izquierdo y que viene a acercarse a los 40 centímetros, lo que da idea de la envergadura quirúrgica.

Una noche empezó a toser de continuo y a expectorar sangre. «Fui directamente el neumólogo, en el Centro Médico me hicieron una broncoscopia y el diagnóstico estuvo muy claro. Me dijeron que había que operar lo antes posible».

Gregorio tenía un nódulo en el pulmón izquierdo. De hecho, le aparecieron dos, pero el más grande significó el problema real, el que lo llevó a la UCI. Le operó el doctor Álvarez-Cofiño, quien señala el grado de dificultad: «Éstas son intervenciones serias, porque todo lo que sea abrir el tórax es complicado, pero lo que los médicos queremos que se asuma es que no estamos en una medicina del siglo XIX, sino en el siglo XXI, y que la enfermedad que supone un tumor de pulmón es grave, pero vamos a convertirla en una enfermedad crónica».

Gregorio estuvo ingresado «algo más de una semana» -no se acuerda con exactitud, lo cual es un buen síntoma-. Primero, en la unidad de cuidados intensivos; después, en planta. El último episodio es quitar los puntos. En ocasiones se hace en el mismo hospital, pero también se puede hacer días más tarde de recibir el alta hospitalaria. Una operación como la que le fue practicada a Gregorio suele durar «de piel a piel», en argot médico, unas tres horas.

Cada enfermo es único, y cada operación, un escenario distinto. La intervención a la que se sometió hace ya nueve años este asturiano que ayer no tuvo inconveniente en explicar a LA NUEVA ESPAÑA su caso, tiene poco que ver con la que le fue practicada al Rey don Juan Carlos ayer, mucho más sencilla. El neumólogo Jaime Martínez explica que «parece ser que en el análisis intraoperatorio se vio que no había células malignas, sino sólo inflamatorias. Don Juan Carlos tenía ahí una lesión antigua calcificada, aunque había crecido en este último año. Ahora lo más probable es que estemos ante una tuberculosis pulmonar». Jaime Martínez añade que «habrá que esperar a conocer el resultado de los cultivos que le han hecho de la pieza de resección», es decir, del pequeño trozo de lóbulo pulmonar extirpado.

A Gregorio le ha quedado de su tumor una buena amistad con José Luis Álvarez-Cofiño, el cirujano que lo operó, y una cicatriz que al principio le generaba un verdadero apuro cuando se iba a la playa por el verano y enseñaba su tórax. «Todavía hoy hay gente poco discreta que se atreve a preguntarme qué me ocurrió. Para no dar muchos detalles, les digo que tuve un accidente y que me fracturé unas cuantas costillas», comenta con humor.

Tras la «aventura» de la operación a la que fue sometido de urgencia, Gregorio padeció además un episodio que, al parecer, no es infrecuente. Los médicos lo llaman ansiedad posoperatoria, que en muchos casos da en cuadros serios de depresión y otras patologías. «Lo pasé mal, a veces me entraban ganas de tirarme por la ventana», recuerda, «pero se sale de ésta». Lo psicológico es un problema perfectamente solucionable con el tratamiento adecuado. «Cada enfermo es distinto. Nosotros no operamos enfermedades, operamos a personas», dice Álvarez-Cofiño.