La Universidad está en crisis. Económica, por los recortes en los presupuestos y las dudas ante la nueva financiación. Y vital, ante un «momento decisivo de un negocio grave y de consecuencias importantes», como diría la Real Academia de la Lengua (RAE) causado por la adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). Entre el fallido Pacto por la Educación y la competitividad por subir en los rankings internacionales, la Universidad vive uno de sus momentos más convulsos. Un tiempo que dejará marcada para siempre la educación superior en España. Pero, a menos de cinco meses para que el conocido como «Plan Bolonia» comience su siguiente fase, y ante tantos frentes abiertos, la Universidad española y sus alumnos parecen, como poco, bastante desorientados. Divididos entre quienes apoyan las medidas europeas y los que ponen en duda su viabilidad y eficacia.

En el caso de Asturias, el próximo 27 de septiembre será otro día para la historia. Con 402 años cumplidos -inició las clases el 27 de septiembre de 1608-, la institución académica asturiana comenzará el primer curso con todos sus estudios adaptados a Bolonia. Cincuenta grados que sustituirán a todas sus licenciaturas y diplomaturas. Estudios que, según la vicerrectora de Ordenación Académica, Paz Suárez Rendueles, sobre el papel ofrecen «cosas esplendidísimas». Movilidad estudiantil, afán por convertirse en instituciones internacionales y una mayor relación con el tejido empresarial son tres de los objetivos de esta nueva Universidad abierta a Europa. Con títulos, de cuatro años en España, que podrán utilizarse en los cuarenta y siete países que asumieron la Declaración de Bolonia el 19 de junio de 1999.

Pero el Espacio Europeo también obliga a un mayor esfuerzo del alumno, a un cambio de modelo docente en el profesor y a una fuerte inversión de las Universidades. Entes obligados a exprimir al máximo sus instalaciones y el tiempo de sus docentes. Todo en uno de los peores escenarios económicos que se recuerdan. Por eso Rendueles diferencia entre el «papel» y la aplicación real del proyecto de educación superior europea. «El espíritu de Bolonia nació en una época de bonanza económica, pero ahora hay que desarrollarlo en plena crisis», reconoce. «Los recortes en el presupuesto están siendo brutales, y así va a ser complicado cumplir los objetivos, porque hacer estas cosas cuesta mucho dinero», afirma sin remedio.

Para el ejercicio 2010, la Universidad de Oviedo cuenta con un Presupuesto de 229,5 millones de euros. Pero de los 151,8 millones de euros que aporta el Gobierno del Principado de Asturias, 135,5 se irán en gastos de personal, el capítulo más importante. Para el próximo año esta cifra debería crecer, por la evolución profesional de la plantilla docente y por la contratación de nuevos profesores para atender las nuevas necesidades de los estudiantes: tutorías personalizadas y clases con un máximo de 20 alumnos. Pero la realidad es mucho más dura. Según el Ministerio de Educación, a las Universidades españolas no les quedará más remedio que apretarse el cinturón, al menos hasta 2013. Demasiado cerca de la meta fijada por la Estrategia 2015, que en esa fecha pretende situar a algún centro universitario español entre los cien primeros de Europa.

Por eso muchos piensan que la Universidad de hoy mira demasiado hacia ese futuro ideal sin ser consciente de su realidad de hoy. Carreras repetidas a lo largo y ancho de la geografía española y que cada año licencian a un número de especialistas mucho mayor del que demanda la sociedad. Aulas masificadas en algunos estudios y medio desiertas en otros. Alumnos acostumbrados a sentarse en un aula a soportar una hora de discurso y, según diferentes estudios, desmotivados frente a un futuro inmediato que les condenan al «mileurismo». Universidades que, en demasiadas ocasiones, dan la espalda a las Humanidades y las Ciencias Sociales para buscar su salvación en las Experimentales.

Frente a quienes critican la adaptación a Europa, otros se encargan de defender sus reformas casi a capa y espada. Entre ellos, el presidente de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE), Federico Gutiérrez Solana. «En los años de bonanza habrá más dinero para estos objetivos y en los años de escasez, posiblemente menos, pero la actividad sigue avanzando hasta el mismo destino, construir una Europa basada en el conocimiento y capaz de mantener su estado de bienestar y de tomar autónomamente sus decisiones», afirma Solana, «es decir, ser libre». «Esto es Bolonia», apostilla.

En un panorama gris, algunas voces consideran que la situación es «lógica». «En momentos de cambio es normal que no todo funcione a la primera», reconocía hace pocos días la Comisaria Europea de Educación, la chipriota Androulla Vassiliou. En su opinión, los países han de pensar «a largo plazo». El mismo consejo que el Premio «Príncipe de Asturias» Tobin Marks, investigador empeñado en la búsqueda de nuevas fuentes de energía, daba esta semana en la Facultad de Química. Pero la crisis aprieta, y tanto el Gobierno central como las comunidades tendrán que recortar en todos sus departamentos. Incluida la educación.

Para Vassiliou, el «fallo» de Bolonia no está en su concepción, sino en su aplicación. «En algunos países no se consultó a los profesores, a los alumnos ni a los representantes de la sociedad», admite. Una situación que generó «dudas y descontento», pero que según la Comisaría está «en vías de solución». En la declaración de Viena, y entre encendidas protestas de estudiantes, los responsables europeos de Educación reconocieron haber cometido «errores». «En la medida de lo posible se van a solucionar», adelanta Vassiliou. «España va más lenta en su adaptación a Bolonia que otros países europeos, puede y debe aprender de ellos», añade.

Estos cambios podrían materializarse en los siguientes niveles de la «escala Bolonia». Tras la reforma de los grados esperan los másteres. Y detrás, el doctorado y la carrera investigadora, un área en la que la Universidad debe, según los expertos, potenciar sus fortalezas. Para eso nació el proyecto del Campus de Excelencia Internacional (CEI), que ha sido capaz de sacar a las instituciones de educación superior del letargo.

A grandes rasgos, este es el panorama que se encontrarán quienes, en poco más de un mes, se enfrentarán a la temida Selectividad. Ellos serán los conejillos de indias para el nuevo modelo de Prueba de Acceso a la Universidad (PAU), con dos fases y más orientado a las carreras que se quieran estudiar. Entre ellos, Teresa Sanz, una estudiante ovetense de Bachillerato empeñada en ser enfermera. «Y está difícil», asegura. «Más ahora que, desde la Formación Profesional (FP) van a llegar a la Universidad casi sin restricciones y sin pasar por la PAU», critica.

El caso de Teresa sirve para ejemplificar cómo se sienten otros estudiantes con su mismo objetivo. Conseguir una de las trescientas sesenta plazas que la Universidad de Oviedo oferta para los estudios más demandados, las Ciencias de la Salud. Y entre ellos, Medicina, Enfermería y Fisioterapia. Después de dos años de Bachillerato «y de mucha lucha con las Matemáticas y la Física», Teresa no puede evitar ver «como una amenaza» a quienes llegarán a la Universidad desde FP y sin Selectividad. «Puede que todo lo que me he esforzado, en el último minuto, no sirva para nada», reconoce.

Antes de ese último minuto, a Teresa le quedan al menos seis exámenes, sin contar los del instituto. Cuatro, para superar la Fase General de la PAU, que da acceso a la Universidad. Otros dos, para mejorar su nota en la Fase Específica, en la que deberá examinarse al menos de dos asignaturas de su opción de Bachillerato, y que será esencial para conseguir la admisión en estudios con límite de plazas. Qué asignaturas elija para esta segunda parte dependerá, tanto de la importancia que la Universidad da a cada materia, como de sus posibilidades a la hora de hacer «un buen examen, algo con lo que, aunque no entre, pueda sentirme satisfecha».

Los estudiantes serán, junto a sus profesores, los verdaderos responsables del triunfo o del fracaso de Bolonia. «Los cambios metodológicos centran el proceso de aprendizaje en el alumno en lugar de en el docente», explica Paz Suárez. «Que al alumno le interese lo que le estamos contando, que participe y entre en el debate será fundamental», asegura. Nadie quiere defraudar las expectativas que los Gobiernos, las Universidades y los alumnos y profesores de cuarenta y siete países han puesto en su unión a través de la educación de los jóvenes europeos.

«Bolonia nació porque Europa se dio cuenta de que jamás podría competir seriamente con Estados Unidos o Japón sin una sociedad basada en el conocimiento», expone el representante de los rectores. «Una educación superior basada en el principio de reconocimiento mutuo sí será capaz de hacer de Europa un espacio económico, cívico y cultural único», vaticina. A pesar de la desorientación y los problemas, «así avanzaremos en una dirección muy distinta, y mejor».

Otra de las novedades en el nuevo modelo de acceso a la Universidad, nacido con el Real Decreto aprobado el 14 de noviembre de 2008, es la desaparición de los cupos reservados para estudiantes de Formación Profesional (FP) en las facultades. Ahora, un grado superior de FP les acredita para acceder de forma directa, sin límites y de momento sin exámenes previos. Incluso a las carreras con límite de plazas. Frente a las críticas de quienes consideran esta medida «discriminatoria», el presidente del Consejo de Asturias de la Formación Profesional, Arturo Casielles, considera que «un alumno que saca una FP de grado superior de las difíciles no fracasa en la Universidad». «Sacará una carrera, y con total seguridad».

Desde la Universidad se esperaba que una modificación del Real Decreto anunciaría la creación de la Selectividad específica para la FP. Pero ese cambio llegó el pasado viernes, y sin rastro de una Prueba General como la obligatoria en Bachillerato. Sí se añade, en cambio y para «proporcionar las mismas oportunidades a todos los estudiantes», que quienes llegan a la Universidad desde FP puedan realizar una Prueba Específica «y subir nota».

Casielles vaticina que el acceso desde FP «no va a ser un fenómeno masivo, ni mucho menos», aunque sí subraya que en este sector educativo «hay muchos alumnos brillantes». «Muchos llegan a esta formación con la PAU aprobada, pero a veces no sacan la nota exigida para unos estudios y prefieren seguir por la misma rama pero en FP. Después, claro, quieren seguir», reconoce. Con la mirada puerta en la unión entre la Universidad y la empresa, Casielles pide «flexibilidad» al sistema. «Sobre todo, si hablamos de formación a lo largo de toda la vida laboral», añade.

«El truco está en hablarles como si fuesen nuestros hijos». Estas palabras son de Gustavo Díaz, uno de los orientadores del vicerrectorado de Estudiantes encargados de recorrer los colegios e institutos del Principado. Su objetivo, informar a los futuros universitarios sobre cómo llegar a la Universidad. «Les explicamos las pruebas, la preinscripción, las matrículas y las ayudas», resume.

En parejas, «y como si fuese una clase más», «intentamos despejar al máximo sus dudas», apunta Mar Ortiz, otra miembro del equipo. Este año, muchas de las dudas se centran en qué materias elegir a la hora de presentarse a las dos partes de la selectividad. «Algunos centros van sólo a los que tienen», expone Ana Menéndez, curtida ya en este tipo de visitas. «Pero también hay alumnos que, ante la Selectividad, han decidido preparar por su cuenta asignaturas que no les ofertaban en sus institutos», añade, «pasa mucho con los idiomas».

En la Fase General, cada alumno hará cuatro exámenes: idioma extranjero, Lengua y comentario de texto, una de las asignaturas de su opción y otra a elegir entre Historia y Filosofía. Superar esta fase «con un cinco» da acceso directo a la Universidad, y es suficiente para estudios sin límite de plazas. «Si sacan un cuatro en la media de los exámenes y tienen un seis en el Bachillerato, ya está», apunta Menéndez, que critica lo «mitificada» que está la Selectividad. «En realidad llevan todo el año preparando la PAU, porque los exámenes no son más difíciles», añade la orientadora.

Frente a quienes critican a las actuales generaciones de jóvenes por su indecisión o su falta de compromiso, estos «padres en la Universidad» afirman que algunos «sí tienen claro lo que quieren». Sobre todo, quienes quieren cursar una carrera relacionada con las Ciencias de la Salud. «La vocación», sugiere una de las orientadoras. En apenas cincuenta minutos de «clase», tienen que ser capaces de tranquilizar a quienes ven la PAU con temor. También a quienes necesitan una determinada nota para llegar a la carrera de sus sueños.

«El simulador va a servirles de mucho», asegura Gustavo, en referencia a una página web creada por la Universidad para que cada alumno «desarrolle su estrategia ante la PAU». Un plan que se resume en qué asignaturas elegir, y cuáles rechazar. «Les decimos que no elijan sólo las que más puntúan, sino aquellas en las que pueden hacer un examen mejor», explican.