2 Javier Blanco

Escribo a ciegas, antes de celebrarse el festival, que ya es un certamen con más nombre que chicha. Por no saber, no se sabía, al escribir este artículo, si se había celebrado. Por eso se hace aquí un viaje por otros momentos eurovisivos.

Perdió la chicha, decíamos, en las autopistas modernas, cuando el sistema asambleario entró de pleno en la elección de concursantes. También perdió gas con las guerras regionales: antaño peleaban los del sur de Europa contra el Imperio británico y sus sedes; los franceses y las suyas. Los alemanes iban por libre en este asunto. Los nórdicos solían hacerse los suecos, y poco más que añadir en las viejas guerras europeas. El ataque de los llamados países del Este ha ampliado estas peleas. Pero, en todo caso, las batallas zonales siempre quedan bien.

Ya no queda tan bien que el frikismo se haya apoderado de Eurovisión. De tal modo que lo mismo va una marioneta, un Chikilicuatre o un grupo de rock (o así) con caretas. Esta crónica está escrita a ciegas. Sin saber el resultado, sí. Pero conociendo perfectamente que, cuentan los mayores del lugar, Massiel le ganó a Cliff Richard con el consiguiente empalme (entiéndase bien) nacional y del régimen de entonces (siguen contando las crónicas de la época). Pero, ciertamente, este certamen de canción «ligera», que dirían (acertadamente) antaño dio muchas alegrías a España e incluso casi recolecta un par de generaciones indies (o así) con aquel revulsivo para la audiencia que fue el primer «OT» y su Rosa de España.

No hay que olvidar que Eurovisión también revivió la España quijotesca cuando Betty Missiego quedó segunda y no quedó primera porque España aupó con sus votos a la primera posición a quien hasta ese momento iba segundo. Y una especie de campeona moral fue aquel «Eres tú» de «Mocedades» y Calderón que, con el paso del tiempo, mandó en varias listas europeas.

No funcionó nada bien el asunto crooners, Raphael y Julio Iglesias. La voz lírica del primero no encajaba en el certamen; y el segundo nunca supo dónde poner su manos (al final le hicieron un traje sin bolsillos para que no las metiera, las manos, en los bolsillos). No nos fue mal con Peret, que dejó atónito al estirado público londinense con sus piernas arqueadas y el volteo de su guitarra: «Canta y sé feliz», les cantó en 1974 el amo de la rumba catalana (la rumba de verdad).

Y no menos éxito hubo para el rumbeo sexy de «Azúcar Moreno» y eso que pelearon con un problema de sonido al salir a escena en Zagreb (1990), que fue donde rumbearon «Bandido». Pero ellas, Encarna y Toñi, y su «Bandido» rompieron corazones europeos. Incluso Sergio Dalma, con toque italiano, dio un buen latigazo en la clasificación con esa «pieza de bailar lento» y meter pierna llamada «Bailar pegados». Dalma hizo juego con el escenario. Fue en Roma, en 1991, de ahí esa voz suya a lo Richard Cocciante. Sí, hubo muchas alegrías, incluida una de Karina, que quedó segunda en 1971 tras ganar el concurso «Pasaporte a Dublín», que era la ciudad del festival. Karina quedó subcampeona con «En un mundo nuevo», pieza compuesta por su pareja entonces: Tony Luz, un «pekenike».

Hay también una retahíla de fracasos sonados y algunos nombres que tuvieron cierto triunfo pero que no asoman por aquí porque cada uno es producto de su memoria. Hay que citar, sin embargo, el triunfo con múltiple empate de Salomé y su «explosivo» «Vivo cantando».

Pues eso; ahí estamos, a ciegas, sin saber lo que hizo el «Algo pequeñito» de Daniel Diges. Sí sabíamos, antes de que se celebrara el festival en Oslo, que Diges actuaba segundo ¿O cambió? Sea lo que fuere, que todo haya ido bien, y que se haya celebrado con normalidad.