2 J. Morán

-¿Hemos tocado fondo?

-En el mercado de trabajo estamos muy cerca del fondo; la destrucción de empleo se esta parando, excepto en la construcción. En crecimiento del producto interior bruto (PIB), según nuestras previsiones, existe una probabilidad alta de que España vuelva a la recesión durante el segundo y tercer trimestres, y a partir de finales de año inicie un crecimiento tendencial de entre el 0,8 y el 1%, de forma muy tibia todo 2011. Pero estamos en situación de gran incertidumbre.

-¿Es decir?

-Mayo ha sido clave, con un cambio estructural en política económica y en las expectativas de los agentes económicos: familias y empresas. El cambio de política económica lo tenemos más claro: los anuncios del Gobierno han sido muy duros, pero bastante definidos. Pero no podemos cuantificar todavía el daño en las expectativas, en los indicadores de confianza. Tendremos datos la próxima semana.

Emiliano Carluccio es economista en el Instituto Flores de Lemus de la Universidad Carlos III. «Somos un instituto de previsiones económicas y análisis de coyuntura; no somos políticos, no entramos en el debate derecha-izquierda». El viernes intervino en el Aula Universitaria Valdés-Salas, en dicha villa asturiana.

-¿Previsiones tras el ajuste?

-Hay un factor objetivo: la contracción del gasto público -su reducción- ralentiza algo el crecimiento de la economía y podría hacer que no hayamos tocado fondo. Y para que las empresas vuelvan a invertir y los consumidores vuelvan a comprar es necesario que se consoliden expectativas firmes sobre un escenario futuro. Volviendo a al pregunta inicial, ¿hemos tocado fondo? Sí, en el mercado de trabajo; y en crecimiento del PIB, no, pero no falta mucho tampoco.

-¿Qué pasará después de tocar fondo?

-Los viejos y buenos tiempos no van a volver. Una vez que se haya tocado fondo, no tenemos que esperar una recuperación en forma de «V», ni de «U», sino asumir que el modelo de crecimiento de España se ha agotado, que hay desequilibrios muy fuertes que lastrarán las posibilidades de recuperación de España durante años y no creemos posible que vuelva a crecer en pocos años por encima del 3 por ciento ni cerca de esa cifra. No es pesimismo; esto ha pasado en muchos países, algunos en mejores condiciones.

-¿Japón?

-Japón es uno entre muchos, pero hay ejemplos cercanos: en los últimos 20 años, Italia sólo ha crecido por encima del 2 por ciento durante cuatro años; y la última vez que Portugal creció por encima del 2 por ciento fue en 2002.

-¿Qué más ajustes pide la UE?

-No es que Europa vaya a pedir más, es que España necesita más, porque tiene este año un déficit del 11,4 por ciento del PIB, es decir, el Estado ha gastado 114.000 millones más de lo que ha ingresado. Hemos vivido una década de crédito fácil y de dinero barato y abundante. Eso se ha acabado, especialmente en esos países -España es el primero de ellos- que han aprovechado esta abundancia para endeudarse por encima de cualquier límite razonable. ¿Quién compra esa deuda? No se trata de especuladores, ni de complots internacionales. Se trata de algo muy sencillo y hago la comparación de siempre, aunque no sea muy exacta. Si voy a un banco a pedir una hipoteca -esto es, si intento endeudarme-, el banco va a pedirme garantías y el tipo de interés sobre esa deuda dependerá de las garantías que yo ofrezca. Lo mismo sucede con la UE, que pregunta a España: ¿quieres que las economías alemana y francesa (las fuertes de la eurozona) os ofrezcan algún tipo de garantía? Pues eso tiene un precio: el ajuste, reequilibrar la estructura de gasto, demostrar que eres solvente. No se trata de buscar enemigos imaginarios. No los hay. Pongamos otro ejemplo. ¿Sería justo que una comunidad autónoma se endeudara hasta la bancarrota y que el resto de los españoles tuvieran que pagar esos gastos? No sería justo. Por eso el Gobierno central está obligado a pedir garantías a las comunidades sobre la forma y cantidad de endeudamiento y gasto que mantienen.

-¿Qué ajustes quedan por hacer?

-Empecemos por las medidas que se han tomado en una situación de urgencia. Seguramente no son óptimas o justas, pero eran las únicas posibles. Un ajuste se puede hacer de tres formas: subir impuestos, recortar gastos o tener un crecimiento espectacular, o significativo, del PIB. Esto último no se espera para España.

-¿Únicas medidas posibles?

-La estructura del gasto público en España la podemos dividir así: pensiones, salarios de funcionarios e inversión -autopistas, infraestructuras...- son el 76 por ciento de los gastos; los intereses sobre la deuda, el 4 o 5 por ciento. El 19 por ciento restante son consumos intermedios, subvenciones, otras cositas, digamos. ¿Se puede hacer un ajuste del 8 u 8,5 por ciento del PIB sin tocar salarios de funcionarios, pensiones e inversión? No, es imposible.

-¿La sanidad pública?

-La sanidad funciona con salarios de empleados públicos, inversiones y consumos intermedios, por ejemplo, los medicamentos, en los que se puede recortar un poco. Todo el mundo apunta a que hay que recortar gasto improductivo. Seguramente hay ineficiencias, o se podrían recortar 100 millones aquí o 50 allá, pero estamos hablando de un ajuste en España que en los próximos tres o cuatro años tiene que ser de 84.000 millones, y si descontamos cierto crecimiento dependiendo de la inflación, quizá sean 60.000 millones.

-¿Subir impuestos?

-Es la otra opción, porque el nivel de impuestos es significativamente menor en España que en otros países. Pero ¿es más popular subir impuestos o más efectivo desde el punto de vista económico? Todo depende de cómo se hace. Serán necesarios más ajustes; es una elección política si se quiere hacer por el lado del gasto o por el lado de los impuestos.

-¿Pagar más para mantener el Estado del bienestar? Parece lógico.

-Es de una lógica aplastante, y otra lógica aplastante es decir que no queremos pagar más, sino gastar menos. Desde el comienzo de la crisis la contratación pública ha subido el 10 por ciento, en 300.000 puestos de trabajo. Es absurdo, porque mientras se destruían en el sector privado millones de puestos de trabajo. Ahora, si queremos un Estado de bienestar de tipo europeo, si nuestro objetivo son los países del norte de Europa, o Francia, o Alemania, pues evidentemente una opción es subir la presión fiscal, no se puede descartar.

-¿Impuesto sobre los ricos?

-Desde el punto de vista económico, es un señuelo; desde el punto de vista político, es importante que una estrategia de sacrificios sea coherente y aceptada por la población. El impuesto sobre ricos o sobre patrimonio no tiene suficiente recaudación para solucionar los problemas fiscales de España, pero es normal que en base a esa coherencia y redistribución de los sacrificios se construya el apoyo político necesario para llevar adelante las reformas necesarias. Entonces, hay unas cuantas medidas que se llaman populistas, que se solicitan por un lado o por el otro. Pues bien, que vengan. ¿Cuánto se recaudará con ello? 2.000 millones, 3.000 millones... Vale, de acuerdo. Poco es más que nada.

-¿Ajustes de la economía española en general?

-Durante la última década el endeudamiento del sector privado ha crecido por encima de cualquier otro país desarrollado. En este momento, las empresas no financieras y las familias están endeudadas en el 220 por ciento del PIB. Las empresas lo están en el 130 por ciento del PIB, y el 30 por ciento de ese crédito es promotor, inmobiliario; crédito que tiene sus garantías en un sector completamente paralizado. Con la deuda pasan dos cosas: las familias endeudadas no consumen y las empresas endeudadas no invierten. Al mismo tiempo, este exceso de endeudamiento deja a todo el sistema financiero en una situación de estabilidad relativa. Este excesivo apalancamiento -la ratio de deuda sobre ingresos- es una piedra muy pesada sobre las posibilidades de recuperación de la economía española. El apalancamiento del sector privado está por encima de Inglaterra, de EE UU, de cualquier otro país desarrollado. En la historia económica reciente ningún país ha tenido que desapalancar tanto, es decir, o reducir deuda o aumentar ingresos. Lo veo como el desequilibrio más difícil de corregir y que más puede afectar al futuro de la economía española.

-¿El sector inmobiliario?

-Es el otro gran desequilibrio. El ajuste de precios en España ha sido claramente insuficiente, inferior a EE UU o Inglaterra, donde los precios se han ajustado más rápida y profundamente y empieza ahora a repuntar. La rigidez de los precios en España no parece en absoluto una ventaja. Lo evidente es que tarde o temprano alguien tendrá que asumir las pérdidas. Se pueden mantener estos inmuebles en los balances de los bancos a un valor exagerado durante un año, dos, tres, pero tarde o temprano alguien tendrá que asumir pérdidas. También es cierto que el problema de un stock inmobiliario de un millón de viviendas es que ¿quién lo va a comprar? Las familias ya están muy endeudadas y las empresas que quieran invertir en el sector inmobiliario no van a obtener financiación. Si consideramos que de la fuerza laboral, el 20 por ciento está en el paro y el 30 por ciento tiene contrato temporal, el acceso al crédito está restringido al 50 por ciento de los trabajadores. Para absorber este stock inmobiliario en un tiempo razonable España tendría que apalancarse todavía más. Entonces no se ve de dónde la economía puede sacar los recursos para absorber ese stock a los precios actuales, pero incluso ni con una bajada significativa. Y será a costa de un paro total en la construcción de nuevas viviendas, especialmente en algunas regiones. En último término, será el sistema financiero el que tendrá que absorber estas pérdidas.

-La reforma laboral ¿qué ha de aportar?

-Mejor ninguna reforma laboral que una reforma chapucera que no convencería a los mercados. Será chapucera si no se enfrenta a los temas clave del mercado laboral. En primer lugar, los convenios colectivos, que fijan salarios con una representación insignificante con respecto a la totalidad de los trabajadores. En segundo lugar, la dualidad del mercado laboral: neta división entre un mercado súper rígido y otro excesivamente flexible. Un 30 por ciento de temporales y un 70 por ciento de fijos. Y tercero, un plan a largo plazo de políticas activas de empleo, que en todos los países europeos donde fueron aplicadas han sido éxito. Pero no nos engañemos, la reforma laboral no es algo que tenga un efecto positivo inmediato sobre el paro y la economía. Sin embargo, es un elemento absolutamente necesario para los próximos diez años, con vistas a la necesidad evidente de cambiar de modelo productivo.

-¿Habrá que trabajar más años?

-Entramos en el tema del sistema de pensiones. Hay que asumir que hemos pasado de una natalidad de 2,5 o 3 hijos por familia a 1,2 o 1,3. Así de sencillo. Tenemos que trabajar más y creo que es bastante evidente. Incluso en Francia el aumento de la edad de jubilación se ha llevado a cabo con protestas sindicales muy reducidas, porque la gente se da cuenta de que a los 60 años somos perfectamente capaces de trabajar. Y todo el mundo se da cuenta de que si yo y mi mujer tenemos un hijo tendrá que pagar las pensiones de los dos y no podrá ser. Es cuestión de sentido común, y si no tenemos en cuenta eso, vamos a jugar con el futuro de las jóvenes generaciones actuales.

2 J. M.

-¿Qué le diría al ciudadano?

-Crecimientos bajos y más sacrificios presupuestarios. La época del crédito fácil no va a volver. Cuando se dice que la economía no se recupera porque el crédito no fluye me tiemblan las manos. El crédito no fluye porque España está sobreendeudada y si fluyera como antes habría bancarrota en dos años. Al ciudadano le diría que no espere a que fluya el crédito y si es empresario que busque otras fuentes de financiación, como han hecho las empresas alemanas, ir al mercado, buscar alianzas. Pero no hay que tener miedo: se acaba un ciclo y es el momento de una etapa de reformas. Si intentamos defender lo existente, lo más probable es que entremos en un lento declive que nos lleva a una italianización de 20 o 25 años. Hemos de pedir a la clase política en sentido amplio -incluyendo sindicatos, universidades, a todo el Estado- un cambio estructural y a largo plazo. Con esa mentalidad tendremos la oportunidad en 4 o 5 años de volver a crecer y de volver a experimentar un aumento generalizado del bienestar y de la riqueza.

-¿Con vistas al bolsillo?

-Cada persona tiene que formarse expectativas informándose lo más posible. No seamos excesivamente pesimistas: España es un país desarrollado que tiene muchos elementos positivos: no vamos a acabar en una cola para el pan. Además, se puede seguir siendo feliz incluso consumiendo menos. Éste va a ser un país que tendrá que luchar para progresar, que tiene que trabajar duro. Y hay que mirar alrededor: hay sectores económicos que están acabados y no van a volver, y otros que están a punto de desaparecer, como la construcción inmobiliaria o la industria vinculada, más la de bajo valor añadido y de baja tecnología. Hay que profesionalizarse y cambiar de especialización si te das cuenta de que estás en un sector acabado. Y mayor flexibilidad geográfica y laboral, con mayor especialización tecnológica y con mayor proyección interterritorial hacia el exterior. Ante todo, no esperar a que vuelvan los viejos tiempos.