El escritor Juan José Millás (Valencia, 1946) aparece en la plaza del Marqués con mansedumbre. Cae un sol de plomo esta tarde en Muros de Nalón, el descanso veraniego del novelista. Saluda con afecto, el fotógrafo le pide un segundo. Se deja retratar mientras comenta lo que le ha parecido «Conocerás al hombre de tus sueños», la última película de Woody Allen a cuyo estreno asistió el martes pasado en Avilés. Dice que el neoyorquino tiene años buenos y años malos «y éste es de los óptimos». Entre una cosa y otra, guía al periodista hasta su casa familiar. Una sombrilla lila cubre la terraza. Con este calor bebe una infusión. En octubre vuelve a los ruedos de la literatura: «Lo que sé de los hombrecillos», la primera novela desde 2007. Noticia bomba.

-¿El Millás de vacaciones es el Millás de todos los días?

-De vacaciones casi todo el mundo es otro, excepto los escritores, porque los escritores no dejan de trabajar nunca; incluso aunque no escriban. El escritor, cuando parece que no está haciendo nada, está dándole vueltas a algo dentro de la cabeza: una historia, una novela que ha dejado a medias, un comienzo de un nuevo libro... Las vacaciones, en mi caso, suponen un cambio de escenario, no una interrupción del trabajo. Yo no dejo de escribir nunca. Las vacaciones son un tiempo en el que retomas proyectos más personales, en el que acabas cosas. O las empiezas... Este año es un tanto especial en este sentido, porque antes de venir a Asturias dejé entregada una novela, con lo cual llegaba a las vacaciones con esa sensación del deber cumplido.

-¿Nueva novela, entonces?

-Saldrá en octubre. Se titula «Lo que sé de los hombrecillos». La publica Seix Barral y me parece que estará en las librerías el 13 de octubre. Dudé si entregarla en septiembre y darme el verano para darle los últimos retoques, pero era una novela muy elaborada...

-Después de «El mundo», la del «Planeta»...

-Hay ya un tiempo entre los dos libros, aunque entre medias saqué una colección de cuentos... Uno parece que nunca acaba lo que escribe, pero pacté con el editor entregarla antes y eso, ya digo, me ha hecho venir con una sensación del deber cumplido.

-Le noto un poco calvinista: he trabajado, me he ganado el cielo...

-Esto yo creo que es una cosa generacional. O sea, la responsabilidad la ejerzo yo, pero es algo muy de mi generación. Los de mi edad son muy currantes. Creo en las virtudes del trabajo, aunque hablo yo, que no tengo muy claro si lo que hago es trabajar. Me refiero al sentido habitual del término.

-¿Ese de que trabajar es igual a pensar?

-Sí, algo así. Para mí escribir no es un trabajo, es una actividad con la que finalmente me he ganado la vida, porque no estaba entre mis proyectos. Nunca pensé que viviría de esto. Más que trabajo es un divertimento; un divertimento que plantea muchas dificultades, muchos problemas y, en ocasiones, mucho sufrimiento; pero un sufrimiento del que gozamos mucho.

-¿Cuándo se dio cuenta de que esto de escribir era una verdadera forma de vida?

-Durante muchos años, como sabe, tuve trabajos más o menos serios y, luego, por las tardes o de madrugada me dedicaba a escribir. Llegó un momento en que tuve que elegir, porque tenía mucha demanda por parte de la prensa, me pedían muchas conferencias... Tenía que elegir entre seguir en Iberia o dar ese salto mortal que era arriesgarme a vivir de escribir, que era algo a lo que había llegado sin querer: en mi cabeza nunca estuvo la idea de vivir de escribir, jamás. Nuestros modelos de escritores no eran aquellos que vivían de escribir. Eran personas que trabajaban por la mañana en un Ministerio y luego por las tardes...

-García Hortelano, Benet...

-Ésos, por ejemplo, por no hablar de Kafka, que era auxiliar administrativo en una compañía de seguros. Nosotros no llegamos al mundo de la escritura con la ambición de vivir de él; en nuestras cabezas no había escritores que lo hubieran hecho antes. La vida me fue empujando aquí. En ese momento pensé que tomar la decisión de quedarme en la empresa era también un poco decidir no crecer. Había más riesgos en lo otro, pero también había más vida, más aventura; era más estimulante. Quedarme en la empresa era elegir la seguridad, pero una seguridad un poco castrante. Esta decisión creo que ha sido la más importante de las que tomé en mi vida. Todavía me sigue sorprendiendo hablar de la escritura en términos de trabajo, porque yo sé lo que es fichar y hacer un trabajo que no te interesa nada.

-¿Cómo hacen huelga los novelistas?

-Se solidarizan, si se solidarizan, a través de manifestaciones públicas que llevan a cabo. No es necesario que ese día no escriban, porque, en todo caso, no se iba a notar. Lo que interesa de las huelgas generales, sobre todo, es que se noten, en la medida en que son una llamada de atención. Toxo, el secretario general de CC OO, dijo ayer o anteayer que las huelgas no pretenden desestabilizar o quitar votos. Pretenden llamar la atención sobre una situación que parece ser muy injusta.

-¿Se ha torcido el Gobierno?

-Creo que lo han torcido, le han ganado un pulso. El presidente del Gobierno se está teniendo que comer, de forma muy dura y muy cruel, muchas afirmaciones muy rotundas de las que se está desdiciendo. La pregunta ante esta situación es: ¿quién manda?

-Se la iba a hacer ahora mismo.

-Tal cual están las cosas está muy claro que los gobiernos ya no mandan. Pero, claro, las afirmaciones muy absolutas son muy peligrosas, porque existe un margen de movimiento -de hecho, no es lo mismo que gobierne el PP que el PSOE-; la cuestión es el tamaño de ese margen de movimiento, que no es muy amplio en relación al que tiene el capital, por ejemplo.

-El año pasado se dio dinero para obras y éste lo que hacen es quitarlo.

-Esto es meterse en una conversación de expertos y yo no soy experto. Hicieron eso porque en ese momento era lo mejor que se podía hacer, pero no lo pensaban sólo ellos, lo pensaban muchos economistas. Y ahora hacen lo contrario porque piensan que es lo que se debe hacer, pero tampoco es cosa de ellos. Depende de a quién leas las soluciones son distintas y esto es así porque se ha creado un monstruo que es este capitalismo neoliberal cuyas reacciones son imprevisibles. Si hubiera una fórmula única todos estaríamos de acuerdo y se aplicaría.

-Los economistas parecen brujos más que economistas.

-La economía no es una ciencia de las exactas. Ellos mismos dicen que no tienen ni idea. Éste es el comportamiento de este Gobierno y de todos los gobiernos. ¿Es mejor invertir dinero público en obras públicas para ver si el motor se pone en marcha? Unos días parece que sí y otros que no.

-Cambiando de tema. Siempre se había dicho que la evolución natural del periodismo era la novela.

-No estoy seguro de eso. Los únicos que lo pensaban eran aquellos que no tenían una idea muy buena de sí mismos como periodistas o los que no tenían una buena concepción del periodismo, pese a que se dedicaran a ello. A mí me sorprende mucho la cantidad de complejo de inferioridad que existe en el periodismo en este sentido. Un periodista es un escritor porque se dedica a escribir, parece evidente. Es verdad que hay mucha gente en las redacciones de los periódicos cuyo sueño es escribir una novela para dejar el periodismo. Consideran que el periodismo es un mal necesario para alcanzar sus ambiciones, que es una situación transitoria y, por lo tanto, hacen mal su trabajo. Se ha citado muchas veces, el periodismo, como decía García Márquez, es uno de los oficios más hermosos del mundo.

-Pero usted es un escritor que evolucionó a periodista, en LA NUEVA ESPAÑA podemos leer sus columnas.

-Mi caso, es verdad, es un poco al revés. Yo llegué tarde al periodismo porque a mí el periodismo me daba muchísimo respeto, porque yo pensaba realmente que a lo más que se podía llegar en la vida era a firmar una columna en una última página de un diario. Esto, mucha gente que lo tenía consideraba que era una cuestión menor, alimentaria, pero yo puse mucha pasión en eso porque me gustaba mucho. Si mis textos periodísticos han funcionado, y lo han hecho como literatura, es por la pasión, porque nunca tuve la impresión de que cuando escribía para un periódico lo que estaba haciendo era un trabajo menor en relación a cuando escribía una novela. Yo escribo cada artículo como si fuera el primero, con el mismo miedo en el estómago...

-Se pega en sus «reportajes sombra» a Zapatero, a Rubalcaba...

-Lo que yo hago no es ese reportaje que se llama «un día con...», «veinticuatro horas con...». Lo que hago es pasar un tiempo con un personaje y luego contar cómo ha sido mi experiencia con esa persona. Lo que piense luego esa persona me importa un rábano, en el momento en que eso te importe la has fastidiado, ya no vas a escribir lo que tienes que escribir. Además, tengo la experiencia de que los personajes realmente grandes jamás te ponen límites. Jamás te dicen: «Esto no lo pongas», eso te lo dicen los pequeños. Los personajes realmente grandes, una vez que han aceptado que hagas tu trabajo, deciden que ése es tu trabajo y que si te equivocas es tu problema, no el suyo. Dan por supuesto que tú eres tan bueno en tu trabajo como ellos en el suyo.

-¿Qué tiene que tener un entrevistado para que salga una entrevista buena?

-Puf. Eso es un misterio. Si todos tuvieran lo mismo, ya me contará... Me dejo guiar por la intuición. Los personajes me llaman la atención por raros, por contradictorios, porque son muy pasionales o porque en lo suyo son fantásticos. Cada uno tiene sus cosas. Rubalcaba es fascinante, muy misterioso... y además con esa leyenda en torno a él... No tiene nada que ver con Esperanza Aguirre, aunque la presidenta de Madrid también tenga un reportaje. Son dos seres en las antípodas, los dos son personajes muy novelescos y, por tanto, absolutamente atractivos.

-¿No será que lo que le atrae de los personajes es lo apegados que estén a la ficción?

-No hay gente más rara que la normal.

-¿El compromiso político hace malos periodistas?

-No, no, qué va. Lo que le haría malo es escribir desde la neutralidad, eso sería como el limbo. Se escribe desde posiciones ideológicas, desde posiciones ante el mundo. Esto no significa que pierdas la objetividad en aquello que no se puede perder la objetividad.

-¿Los lectores que leen a Millás pueden leer a Jiménez Losantos?

-Hay muchas clases de lectores: buenos y malos, sobre todo. Hay muchos talleres para aprender a escribir, pero no hay ninguno que se haya inaugurado para aprender a leer, porque pensamos que sabemos leer.

-Hace más de tres lustros que dejó de frecuentar el teatro, desde «Ella imagina», que se estrenó en el teatro Palacio Valdés.

-El teatro me vuelve loco, me gusta muchísimo, pero es dificilísimo. Si el teatro me gustaba, aquella experiencia hizo que me gustara todavía más. Lo vi entre cajas y esa experiencia fue inolvidable. Ese monólogo me dio muchísimas satisfacciones: estuvo un año de gira por España, se representó en México, en Buenos Aires... En mi cabeza siempre estuvo lo de volver al teatro.

-¿Y lo va a hacer?

-Ahora estoy con un borrador que, si todo va bien, representará Juan Diego.

-¿Para cuándo?

-Nos gustaría que a primeros de año se pudiera poner en marcha. Nos está echando una mano José Sanchís Sinisterra, que será el director. Antes de ayer les envié el último borrador que yo creo que sólo exigirá ajustes finos, porque llevamos año y pico trabajando. Me encantaría volver a estrenar en el teatro Palacio Valdés, la experiencia anterior fue maravillosa.