Estamos a más de mil metros de altitud y el invierno es duro. «Antes nevaba más», recuerda Francisca Rodríguez, pañuelo al pelo y mandil, a la puerta de su casa, en reconstrucción a causa de un reciente incendio. Francisca, ya octogenaria, es de las más veteranas del lugar.

Casi de la misma edad es Floro Rodríguez, 78 años, que se ganó la vida construyendo casas de piedra. «Una piedra sobre otra, sin necesidad de cemento. Y ahí siguen, en pie», dice con orgullo. «Nací aquí, y mis padres y mis abuelos», y desde un alto «explica» el pueblo. «¿Ve aquello de allí?, pues es el cementeriu». Así, suena con «u». En realidad es una mezcla de «o» y «u» de difícil traducción fonética. Mucho más claro suena otra frase de Floro: «aquel tien ganao».

El etnógrafo y lingüista alemán Fritz Krüger, el mismo que recorrió la Asturias rural en la década de los veinte y nos dejó una colección de fotografías asombrosas de vida cotidiana, también pateó las tierras se Sanabria y subió hasta San Ciprián. Producto de aquel viaje fue un libro que Krüger tituló «El dialecto de San Ciprián de Sanabria. Monografía leonesa».

«San Ciprián» -explica Fritz Krüger- «está situado al pie de la montaña que separa las provincias de León y de Zamora; es un verdadero pueblo de sierra que vive de sus propios recursos y sostiene pocas relaciones con el exterior». Contaba entonces (el libro fue publicado en 1923 y muy probablemente sirvió de guía al propio Menéndez Pidal) con 500 habitantes, que vivían del pastoreo y la agricultura «y toda su vida se desarrolla como en un círculo cerrado». Krüger, en contra de la memoria colectiva que hoy queda en San Ciprián, sí hablaba de una precoz emigración y cita tres destinos principales: Cuba, Buenos Aires y Nueva York.

A Krüger le sorprendió el dialecto, tanto que acabó por estudiarlo a fondo. «Hay en San Ciprián dos capas lingüísticas: el dialecto antiguo y el castellano más o menos influido por aquél. Pero puede decirse que lo que predomina es el dialecto antiguo, el que se emplea en la conversación cotidiana familiar». Y ese dialecto era y sigue siendo lo más parecido a lo que se puede escuchar hoy en determinadas áreas rurales de la zona central asturiana.

Para centrarnos en el mapa lingüístico de Sanabria. Existen siete variables. La central corresponde a Puebla de Sanabria y los pueblos que circundan a su famoso lago, el sanabrés pachueco. Cuatro variables más por el Sur, y una en la frontera con la provincia de Ourense, el gallegu meridional. Quedaría un pequeño círculo de una tierra que hace frontera con León y que tiene a San Ciprián como «capital». Allí se habla el charricu, y la denominación tiene que ver con el genérico de los de San Ciprián: los charros. Todo parece fuera de sitio.

Un asturiano, Juan José Lajo, lleva 13 años estudiando el habla de Sanabria, tema de lo que será su tesis doctoral. «Los plurales en «es» estaban muy extendidos por toda la zona del sanabrés pachueco, y ha ido retrocediendo, aunque es muy difícil delimitar fronteras». El charricu, la «isla lingüística» de la que hablaba Menéndez Pidal, es apenas un mínimo enclave en un mapa lingüístico sanabrés que llega hasta la frontera de Portugal. Juan José Lajo recuerda que «en el pueblo de Rihonor de Castilla la iglesia está en España y el bar en Portugal, y se habla asturleonés».

El catedrático de Historia Medieval José Ignacio Ruiz de la Peña afirma que el fenómeno que persistencia a lo largo de los siglos de signos dialectales parecidos a los asturianos tiene que ver, «aparte de las repoblaciones, con la existencia de una población preexistente». La tesis lingüística coincide con la histórica, «sobre todo porque no es una zona abierta de Meseta, sino una zona marginal».

Las repoblaciones medievales de asturianos -y no sólo de ellos- están razonablemente bien documentadas. Ruiz de la Peña afirma que «el gran repoblador fue Alfonso III», el último de los monarcas asturianos, hijo de Ordoño, quien también repobló. Los movimientos de población tenían sentido estratégico: «a mediados del siglo VIII y durante mucho tiempo, la zona comprendida entre la cordillera Cantábrica y el valle del Duero sufre un drenaje demográfico muy grande. Afectó a las ciudades, se desorganizó el entorno urbano y se redujeron los centros de poder organizados», explica el catedrático asturiano.

El resultado es la existencia de una zona amplia alrededor de la cuenca del Duero no sometida a ningún poder. Peligroso... y con el enemigo a un paso.

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«Yera un padre y tenía tres filles. Y despueis foi pur un feixe y salíu un gigante, y díjule a ver cuántu quería por la primeira prenda...».

Así comienza el «Cuento del gigante», una de las narraciones tradicionales de la zona de San Ciprián. «Leyendas, cuentos y romances de Sanabria» es un libro que tiene ya largo recorrido, fruto del trabajo de campo del lingüista Luis Cortés Vázquez desde finales de los años cuarenta. La primera edición data de 1976. Cortés recorrió la zona durante décadas recopilando cuentos y transcribiéndolos tal y como se los contaron las gentes del lugar. Varias de las narraciones provienen de San Ciprián, cuando aún quedaban ancianos con buena memoria para acordarse y reproducir las historias tal y como se las escucharon a sus mayores.

Lo que encontramos en esas historias heredadas de forma oral es un dialecto a medio camino entre muchas cosas. Suena a asturiano, suena a gallego e incluso a portugués. En resumidas cuentas, suena a patrimonio común.

«... más alantre encontrou dues palombes que también estaben murínduse de fame. Y dieule outro cachu de carne que llevaba...».

Hay en los cuentos y leyendas de San Ciprián mucho diptongo, sobre todo el «ei». El estudioso del habla de Sanabria, el asturiano Juan José Lajo, no lo encuentra sorprendente: «el diptongo «ei» se dio en toda Asturias. Ahí tenemos los teixos y el Gamoniteiro». En realidad, aunque las narraciones nos suenen a gallego, Lajo señala que «en la zona, los rasgos propiamente gallegos se reducen al artículo: us homes, as muyeres».