La vida es un juego. Con alegrías, tristezas, frustraciones, ilusiones, contratiempos? Nadie se escapa a todo esto. Y, en ocasiones, sobre todo cuando las cosas no marchan a nuestro favor, creemos que esos males sólo nos suceden a nosotros. De hecho, nos solemos sorprender, envidiando en los demás nuestras carencias. Y lo cierto es que ni el talento, poder, bienes materiales y las adulaciones femenina o masculina hacen que la vida sea más satisfactoria.

Ahora bien, lo cierto es que existen personas más felices, con una vida bastante equilibrada y armoniosa. Casadas, solteras, ricas o pobres, con talento o sin él, aprecian y agradecen lo que tienen y saben disfrutar de los pequeños placeres cotidianos. Todas ellas han tenido fracasos, frustraciones, desengaños. Pero han sabido torear con desenvoltura y sentido del humor esos reveses de la vida ¿Y qué es lo que les permite mantener un estado semejante?

Pues bien, en la actualidad se habla mucho del «coeficiente emocional», basado en la aptitud para identificar, regular y razonar sobre las propias emociones y las de los demás. Hace ya mucho tiempo, si mal no recuerdo allá por 1894, William James, psicólogo americano, escribió que una emoción es, ante todo, un estado corporal, y sólo después una percepción en el cerebro. O sea, que es un fenómeno físico en el que se produce una serie de cambios fisiológicos que afectan a nuestras hormonas, músculos y vísceras. Por lo tanto, la persona que haya aprendido a escuchar su cuerpo, reconociendo sus emociones, y a responder con inteligencia ante las situaciones que se le presenten en su vida estará en condiciones de regular el famoso estrés, con todas sus nefastas consecuencias: depresión, ansiedad, hipertensión, insomnio, taquicardia, problemas en la piel y aparato digestivo, dolores musculares, irritabilidad, dificultad en la concentración, pérdida de la capacidad de escuchar? ¡Tremendo! Por si fuera poco, en la actualidad, la mayoría de los especialistas en nutrición ya están de acuerdo en que la mala regulación de las emociones es una de las causas principales del sobrepeso y de la obesidad, ya que estas personas utilizan, equivocadamente, los alimentos para responder a estas situaciones.

Y viendo todo esto, ¿no les parece que vale la pena vivir la vida con ilusión, confianza, entusiasmo, permitiendo que la angustia, la desesperación y la frustración sean visitantes pasajeros que nos sirven, tan sólo, para aprender sus mensajes y reconocer que ese no es el camino apropiado?