El ejercicio físico produce o se basa en el estrés. Es bien sabido lo que ocurre: todo el combustible que tenemos almacenado se hace accesible, precisamente para poder quemarlo y producir energía. Hace falta el comburente, por eso se acelera el corazón, para llevar la sangre más rápidamente a los músculos, y la respiración, para llevar más oxígeno a las arterias. No es un momento para reproducirse, lo que se trata aquí es de la conservación de uno mismo, no de la especie, por eso todas las hormonas sexuales se inhiben, lo mismo que la digestión, «no toca» acumular, hay que gastar. También se dilatan las pupilas y se alertan todos los sentidos. Es una máquina concentrada en el ataque o la huida. Lo que ocurre es una activación neuroendocrina coordinada por el cerebro. Además de estimularse el sistema simpático, con la consiguiente elevación de la adrenalina, otras muchas hormonas salen al torrente circulatorio para dirigirse a los tejidos y órganos diana y ejercer todas esas funciones que comento más arriba. El dopaje, en general, trata de llevar esta respuesta al límite o por encima del límite.

Un tipo de dopaje para mejorar el rendimiento consistiría en administrar esas sustancias durante el ejercicio. Se usan los compuestos que se parecen a la adrenalina: cafeína, anfetaminas, etcétera. Los riesgos son los que se puede imaginar: llevar al cuerpo por encima de sus límites con la posibilidad de colapso, de muerte súbita. Lo llamativo es que los deportistas también utilizan hormonas que se segregan en los momentos de estrés, especialmente la cortisona. Es una hormona importante que facilita combustible: libera grasa de los almacenes para que sean utilizados en el músculo a la vez que preserva algo la glucosa. Pero tiene el inconveniente de que estimula la degradación de las proteínas, las sustancias de las que se componen los tejidos. La cortisona produce debilidad muscular. Tiene un efecto euforizante, nada desdeñable para mejorar el rendimiento. En ese sentido sería similar al alcohol, una droga que causó estragos entre deportista de élite.

Lo que verdaderamente nos interesa son las adaptaciones que se producen como consecuencia del ejercicio. Ésas son las que nos hacen más resistentes porque tenemos un cuerpo con una mayor capacidad de respuesta. La siguiente vez, merced a los cambios estructurales realizados, podrá realizar ese ejercicio con más facilidad. Y así sucesivamente. Y es ahí donde el dopaje tiene más cabida. Lo que se intenta es ir más allá en esa adaptación que el organismo realiza de forma natural cuando se le exige.

Revisemos otra vez en qué consiste el ejercicio: el motor necesita combustible (grasa, hidratos de carbono y proteínas) y oxígeno. No sería lógico recomendar a un deportista que acumulara combustible, está disponible externamente y pesa. De todas formas, es una buena idea almacenar una buena cantidad de glucosa en los músculos, ya que necesita menos oxígeno que las grasas para quemarse. Y el oxígeno es quizás el factor más limitante en el ejercicio de resistencia, tipo atletismo de fondo. No es que los pulmones no aporten suficiente, ni que el corazón no pueda bombear la sangre, es que no hay suficiente hemoglobina para transportarlo. Entonces la glucosa no se quema, sólo se fermenta produciendo muy poca energía y mucha acidez. Así no se puede seguir mucho tiempo. Cuando esto pasa, el riñón produce una hormona, la EPO, que avisa a la médula ósea para que fabrique más eritrocitos. A la vez el cerebro produce una hormona que hace que se retenga líquido: hay más transportadores en más volumen, el resultado es que el hematocrito no aumenta, quizás hasta descienda. Artificialmente se puede forzar la producción de glóbulos rojos, con EPO, al riesgo de engordar la sangre. Éste es un tipo de dopaje.

El otro tipo más básico consiste en mejorar la mecánica: la potencia muscular. Ahí es donde actúan los anabolizantes. Lo que me ha llamado la atención es que entre las sustancias dopantes figura el Tamoxifeno. Es un medicamento que se emplea para controlar el cáncer de mama cuando tienen receptores de estrógenos, lo bloquea. No me puedo imaginar cómo mejora el rendimiento físico. Es una muestra más de la oscuridad en la que se mueve ese mundo del dopaje. Es oscuro porque no hay ni puede haber estudios ni, por tanto, publicaciones que lo examinen. Es una medicina sucia, de brujos y chamanes.

Yo creo que, si bien hay efectos fisiológicos positivos de algún tipo de dopaje, mucho es psicológico. El mayor riesgo es la oscuridad de ese mundo, los deportistas están en manos de profesionales poco honestos que usan sustancias que no pasan controles de calidad, administran transfusiones en condiciones no seguras, juegan con cócteles que no sabemos ni cómo actúan ni qué daño pueden producir. Es una medicina oscura que no sólo debe perseguir la justicia, también los colegios de médicos.