Entre salidas y entradas al plató se cruza un par de veces el cabo Sánchez (Félix Corcuera), actor gijonés que trabajó en «Cuéntame» y está constantemente en la escena teatral. El cabo Sánchez hace un saludo militar con la mano al parietal. Va uniformado y aprovecha la mezcla de sol y brisa para concentrase apoyado en cuclillas contra la pared exterior. Tras el saludo del cabo Sánchez, se inicia la conversación con Álex Angulo: «El estilo Ferreri, que es el estilo de Azcona y el de Berlanga. Me apetecía. Y sí, me apetecía una película coral», dice.

Angulo hace de Iñaki Mari, al que dejó «la querida. De pronto me veo metido en esta familia, en esta tribu», cuenta el actor.

Alaba Angulo la filosofía con la que nació el plató; y también piropea el entorno: «Es excelente lo de dar cursos, aprovechar los espacios y crear buenos profesionales», comenta.

Álex Angulo está vestido de Iñaki Mari, con traje a cuadros, muy del año 59, que es el que retrata la película. En Logroño, la tierra de Azcona, y bordeando el desarrollismo franquista. El actor está encantando con participar en este proyecto y resalta el estilo «berlanguiano». Cuando charló con el periódico acababa de llegar, pero tuvo tiempo para contar su vinculación con Asturias, que pasa por Maxi Rodríguez, el actor y autor teatral que colabora en LA NUEVA ESPAÑA con su célebre relato semanal «Parando en Villalpando»: «Somos de esa estirpe de actores independientes, ya nos conocemos de hace mucho e hicimos cosas juntos». Rápido se desvía la conversación al fútbol, Maxi mediante, que si el Sporting, el Athletic, el Madrid. Maxi Rodríguez hace de empleado de la funeraria. No estaba ese día, aunque sí se preparaba para entrar en la escena otro de los intérpretes asturianos de la película, Carlos Álvarez-Novoa (don Mariano).

No falta mucho para que la maquinaria de la escena 32 se ponga en marcha, pero queda un hueco para indagar en el mundo de la televisión con Angulo. Rememora con respeto la serie «Periodistas». Dice que la televisión da éxito temporal y que, además, los actores de teatro y cine como él aprovechan para bucear en otro medio: «Fueron tres años cenando con la gente en casa, pero en seguida se quiere volver al teatro y al cine», puntualiza.

En el plató de Argame no cesa el movimiento, los ordenadores de la oficina están en marcha y se divisa la mesa puesta, con bollos de pan y cubiertos para cuando llegue el «catering». Entre tanto, la escena del mendigo gorrón (que interpreta Luis Bermejo) prosigue; la doncella Abelarda (Mariola Fuentes) hace entrar y salir a los niños en el «cajón» escénico. Y, dentro, doña Luisa le recrimina a don Pablo que le dé cancha al mendigo. Doña Luisa va vestida de época, elegante y con los colores discretos, de alivio, que se exigen en un duelo. Están llorando a su abuelo; y a su abuelo lo interpreta un gijonés de toda la vida aunque nacido en Cangas del Narcea, Laurentino Rodríguez Flórez. Le acompaña su nieta, Susana Alonso, que fue quien le consiguió el papel vía internet e Iván Armesto, el gijonés de «Gran hermano», que lleva años ligado al cine y la televisión: «Vi que se buscaba abuelo con espíritu jovial», cuenta Susana. Laurentino Rodríguez es un hombre tremendamente amable y, efectivamente, jovial. Le gusta lo que está haciendo. Es un debut tardío que está disfrutando: «Estoy contento; me dicen que lo hago bien». Y con buen sentido del humor explica que no se cansa mucho porque siempre lo tienen o en el féretro o sentado en otro lugar. Cuenta Laurentino Rodríguez, que tiene la cabeza muy bien amueblada a sus 82 años, que trabajó en varios lugares. Por ejemplo, ocho años en La Unión Carbonera; también fue minero cuando llegó a Gijón, y resalta con orgullo que «cotizó» 39 años. La frase clave que dice es también parte del eje central de la película. Laurentino dice: «¡Salamoya, no; Salamoya, no». Salamoya es el doctor (Carlos Larrañaga) y, se entiende que, cuando viene el médico, el abuelo se teme lo peor: Laurentino empieza en esto del cine, pero se le ven maneras de intérprete, con buen porte y mucha serenidad. Él es quien hace de muerto en «Los muertos no se tocan, nene». Le observa José Luis García Sánchez vía monitor.

Tina Sanz tiene la cualidad de combinar el hecho de ser una actriz famosa y dar confianza a los invitados. Con ella se habla como con un conocido de toda la vida. Sopla cierto viento en el polígono de Argame, pero aprovecha el momento de conversación para fumar un cigarrillo. También andaba mal de tiempo para patear paisaje y gastronomía, pese a lo cual no olvida «las fabas de Conrado, ésas las como a las once de la noche y no me hacen daño», afirma rotunda.

Tina Sanz es la portera; y eso es mucho ser en esta obra que cierra la trilogía del cineasta Marco Ferreri y Azcona (la completan «El pisito» y «El cochecito»). «La portera es un poco el catalizador», precisa la actriz; que añade que también tiene esa función de «apoyo que requiere este puesto». Tina Sanz también está encantada con el estilo coral de la película. Y así lo certifica cuando se le pide que se incline por una escena en particular: «No podría», dice. «Todo transcurre en el velatorio y ésa es la gran escena, es una tragicomedia toda la película», matiza. Y es que la cuestión coral, añade, «es el más difícil para un director y también para los actores». Y suma como elementos a la complejidad que es plano secuencia. Cuenta la actriz, que rueda su tercera película con García Sánchez, que el personaje central de la película es el niño, «es el eje» de todo ese mundo coral y berlanguiano.

Tina Sanz y la escena 32 pusieron fin a este reportaje coral sobre una película coral que se rueda en Argame y que adapta la novela «Los muertos no se tocan, nene», de Rafael Azcona.

Es el Logroño de finales de los años cincuenta trasladado a un plató en Asturias. Una historia en la que Fabianito (Airas Bispo), con catorce años, asiste atónito a los preparativos del velatorio de su bisabuelo, un señor muy importante en la capital riojana. Y da la casualidad de que el chico entra en un período de enamoramiento, una sensación que no había conocido hasta ese momento.

El velatorio espera al alcalde y, entre tanto, se cuela de visita mucha gente, el descontrol y las personas que van llegando protagonizan esos momentos. Y entre tanto visitante se descubren varios mundos, personalidades y e historias. Uno de ellos el mendigo, el protagonista (Luis Bermejo) de la escena a cuyo rodaje asistió LA NUEVA ESPAÑA. Con este filme el productor asturiano Juan Gona da el arreón definitivo a la andadura del plató y culmina el homenaje a Rafael Azcona tras su muerte, explica la productora. Con Gona han entrado de lleno en el proyecto el propio director José Luis García Sánchez y el escritor y cineasta David Trueba, amigos del autor riojano que han concluido el guión iniciado por Azcona en colaboración con Bernardo Sánchez, matizan desde la productora de Gona.