A la entrada del único bar de Illano, el rótulo impreso en el toldo todavía dice «Bar Nuevo». Poco importa que el establecimiento no sea reciente, que ya no haya ninguno viejo y apenas quede de la competencia más rastro que otro letrero sobre la puerta cerrada de un edificio de piedra marrón, el bar Suso. El «nuevo» es a la vez cantina y tienda, y el propietario, además de barman y dependiente, conduce el autobús escolar. Sergio García cierra la taberna-comercio cuando sale a llevar adolescentes al Instituto de Boal al volante de un autocar de pasaje menguante que le permite calibrar el alcance del declive en este punto del medio rural olvidado y solitario. Contando asientos libres en el vehículo y descontando clientes en la cantina, García tiene información privilegiada; sabe hasta dónde llega la penuria demográfica y el envejecimiento colectivo de este caserío disperso que resiste inmovilizado a mitad de ladera, agarrado a la tierra y asomado para siempre a su tramo del río Navia, todavía embalsado aquí por la presa de Doiras. Al Colegio Rural Agrupado de Illano, que comparte edificio con el botiquín de farmacia, asisten cinco alumnos de Primaria contentos en las vísperas de una excursión a Oviedo, y el autocar de Sergio recoge dentro del concejo únicamente a una docena más de estudiantes de Secundaria. En total, el padrón de la capital, villa con título a pesar de todo, dice 66 habitantes, pero a pie de calle no se calculan muchos más de cuarenta demasiado mayores. El recuento global del municipio ya no llega a quinientos. Francisco Jardón, cartero en Illano, diagnostica sin piedad: «No le veo solución». En Illano, Eilao por su nombre en fala, otros tiran al monte y ven potencialidades en la explotación forestal de los bosques. Son los mismos que saben que la ganadería declina y que el recuento y la estructura de la población no permiten alegrías, pero obligan a resistirse a caer buscando ayuda y alternativas.

Para atender el leve repunte de los veranos abre otro bar en Folgueiróu -gran área recreativa con piscina y Centro de Interpretación del Paisaje pendiente de apertura-, fuera de la hostelería queda un puñado cada vez más pequeño de ganaderos y casi nada más. El botiquín, el consultorio médico, el pequeño colegio y en el pueblo los siete empleados del Ayuntamiento, entre fijos y eventuales, y los ocho del centro de experimentación ganadera que gestiona el Serida en El Carbayal, a mil metros de altitud y a unos doce kilómetros de Illano monte arriba. Abajo, en la capital, el letrero de la «Ferretería La Grandela» sobrevive desvaído en la fachada de Casa Noriega y los dos únicos alojamientos de turismo rural del municipio están en Gío y Cedemonio, a cinco y ocho kilómetros de aquí, respectivamente. Están ocupadas las seis viviendas sociales de Los Rozos, tres edificios gemelos, nuevos, en la entrada Norte de Illano, pero la espiral desmoralizadora del occidente rural asturiano también ha barrido población y actividad de ésta que ya es la tercera capital de concejo menos poblada de Asturias, sólo por detrás de Villabre y Pesoz. Asoma, aquí también, el eterno círculo vicioso que pone dificultades para avanzar en las únicas direcciones factibles. A la venta turística de este paisaje feraz le falta infraestructura e iniciativa, oferta y demanda, van a decir los vecinos; a la ganadería, rentabilidad, y para todo, gente. Los montes siguen ahí, sí, exhibiéndose como el gran recurso poco exprimido que «no será la panacea», admite el Alcalde, el socialista Leandro López, aunque poco a poco, «de unos años para acá, la gente se va dando cuenta de que puede ser un complemento muy válido o incluso un medio de vida».

En las cuestas de Illano, el topónimo «parece una ironía». La descripción escueta y certera es la que dejó escrita Juan Antonio Cabezas al pasar por aquí en los años cincuenta del siglo pasado. Al componer «Asturias, biografía de una región», el escritor de Cangas de Onís atravesó Eilao por la carretera revirada que acompaña el curso del Navia -hoy la AS-12- cuando todavía el municipio frisaba los 2.000 habitantes y se aproximaba a su máximo histórico. Los que quedan hoy, 465, marcan la cifra más baja que jamás ha conocido el concejo. Lo sabe Benigna González Álvarez, que trabaja la tierra delante de su casa en el barrio de Muxardín y tuerce el gesto a la pregunta por el presente y el pasado de este pueblo que no hace tanto tenía cuatro bares. Ella está en la parte baja de Illano, la que mira más de frente al embalse de Doiras y al lado la Casa Cebolas, con su enorme ventanal de cara al río y en algún sitio el recuerdo de haber sido la fonda donde en tiempos «paraban todos los tratantes». Hoy es una ruina a la espera del dinero que la rehabilite y la transforme en edificio de servicios múltiples con centro de día para mayores. El equipamiento restañará heridas, aunque puede que no haya mucha vuelta atrás. «A los que vimos lo que fue Illano», resume Benigna, «nos da mucha pena ver lo que es ahora».

En esas circunstancias, la tarea de buscar alternativas fiables tiene premio. Es «bastante complicado» y aquí lo dicen ahora incluso los que un día vinieron de fuera y quisieron atisbar la posibilidad de un medio de vida en este punto del occidente rural. Gustavo Larrea y Pepa Cruz son madrileños y hace trece años que quisieron ver un futuro dentro de unos apartamentos rurales con capacidad para ocho personas en Gío, a cinco kilómetros de la capital del concejo. En Madrid, él era técnico de mantenimiento y ella tenía un quiosco de prensa y el cambio de rumbo, radical, les llevó a desembarcar «a través de unos amigos» en aquel Illano que todavía no era éste. «¿No dicen que de Madrid al cielo?», explica ella. «Pues eso». Pero este cielo no es lo que era y el turismo, aquí y ahora, no está fácil. «No se puede vivir de ello», entre otros motivos porque «no hay ninguna infraestructura para retener al turista», confirmará Larrea. Empezando por lo evidente, «no tenemos ni un bar al que mandar a la gente a tomar una caña». Eso resta atractivo, «esto se vende mal» y la multiplicación de la oferta asturiana de vacaciones en el campo -la más grande del país en términos relativos- ha hecho el resto del trabajo con ayuda de la inevitable crisis económica.

El resultado está a la vista. «El verano pasado tuvimos menos gente que en el primero», sigue Cruz. «Y eso que abrimos en julio. Al principio había "overbooking", llegamos a derivar gente a Boal y parecía que todo iba como pensábamos, pero esto da cada vez menos». Su rédito no estira tanto como para vivir sólo de esto y tampoco para que coma del turismo en exclusiva José Manuel Costa, el otro empresario parcial del sector de las vacaciones en Illano. Desde hace dos años tiene una casa rural en Cedemonio que se llena «algún fin de semana en julio y agosto» y que económicamente sirve a duras penas «como un complemento, cada vez menor».

Otro problema, universal en el alto Navia, dice que para llegar aquí sigue costando revolverse por las curvas de la AS-12, esa carretera «de antes de la Guerra» en la versión de Francisco Jardón, «tercermundista» para los que ven llegar «revueltos» a los pocos turistas que se aventuran a remontar el cauce del río dando vueltas hasta aquí. «Tendríamos un enlace perfecto hacia Lugo», se queja Abelardo Alba, ganadero y concejal, «porque la carretera está nueva de Grandas a Fonsagrada, pero queda la parte asturiana, la de Navia a Grandas». «Necesitamos cauces de comunicación», persevera Pepa Cruz, que no pide demasiado, que se refiere a los más básicos. En Illano capital no hay cobertura para teléfonos móviles de ninguna operadora -«tres plantearon instalar repetidores y acabaron desistiendo»- y hacerse a internet requiere paciencia. El telecentro, que atiende el boalés Iván Rodríguez, se sirve de una conexión por satélite de «dos megas para diez ordenadores» que se revela insuficiente hasta para facilitar los trámites con la Administración de esta población envejecida y casi imposible para competir en turismo «con el resto del mundo» a través de la red, le acompaña Pepa Cruz. «Apenas podemos gestionar nuestra web, ni mucho menos acceder a la central de reservas...». Por no hablar del recurso dormido que se ve al doblar casi cualquier recodo de Illano: «El embalse llama mucho la atención y apenas se plantea canalizarlo, rentabilizarlo. Está ahí y no se aprovecha para nada».

Las curvas de la AS-12, la carretera que sigue el curso del Navia y lleva de aquí a la costa, están pidiendo, al decir de los vecinos de Illano, una mejora de su trazado demasiado sinuoso, pero aquí el problema de las comunicaciones se bifurca. La capital del concejo apenas tiene cobertura para teléfonos móviles y la que da internet se define desde todos los puntos de vista insuficiente.

Su centro de interpretación abrirá en junio, si se cumplen los pronósticos del Alcalde, en el área recreativa de Folgueiróu. El edificio está terminado, parte de la exposición dispuesta y el Ayuntamiento espera poder adjudicar en breve la gestión del restaurante que completará la infraestructura.

La Casa Cebolas, una antigua fonda en el barrio de Muxardín, iba a transformarse en un restaurante promovido por el Ayuntamiento tras adquirir el inmueble, pero los responsables municipales terminaron por desistir y cambiar el proyecto hacia un edificio de servicios múltiples que tiene el diseño hecho, incluirá centro de día para mayores y espera financiación.

El área recreativa de Folgueiróu, concebida como el gran centro de ocio del concejo, necesita más infraestructura. O eso pensó el Alcalde cuando concibió un proyecto de expansión que incluía una pequeña urbanización con bungalós para turistas. Dos años después, Leandro López afirma que el proyecto sigue en pie, pendiente de la «desafectación de los terrenos» tanto como de la consecución de empresarios turísticos interesados en asumir el riesgo de la gestión.

En breve finalizarán las obras de conexión de Illano y Cimadevilla a la red de saneamiento. Con la depuradora lista en la capital del concejo, los trabajos para completar la dotación del servicio han entrado en su última fase.

Símbolo de los recursos turísticos poco aprovechados, Pepa Cruz echa de menos que Doiras, con su capacidad para «llamar la atención» de los visitantes, encuentre una estrategia de rentabilización.