-Usted es de Negueira de Muñiz (Lugo).

-Del otro lado del Navia. De allí era mi padre, administrativo de Campsa y periodista de «El Progreso» de Lugo, represaliado después de la Guerra Civil porque era de la directiva del PSOE lucense. Mi hermano Miguel Ángel y yo nacimos en Galicia, y Carlos, en Oviedo. Mi primera noción del habla es la fala, que los asturianistas reivindican. Mi abuelo paterno y mi madre eran maestros. Mi madre, Amada López, era de La Rasqueta (Grado).

-Pasó la guerra de niño.

-Nos cogió en Oviedo. Nos «liberaron» unas columnas republicanas que entraron rompiendo los tabiques de las casas en la calle Leopoldo Alas. Fuimos a Muñó (Siero), donde estaba casada mi tía Clarina. En Gijón, mi padre se incorporó a Campsa hasta el fin de la guerra en Asturias. Como habían ido a buscarlo a la casa de Lugo, para pasearlo, en Muñó le hicieron un refugio debajo del fregadero de la cocina. Salía de noche. A nosotros no nos lo dijeron. Pasó así un año. La Guardia Civil, ayudada por falangistas, andaba buscando izquierdistas y quemaban algunas varas de hierba por si se escondían debajo. Una hermana monja de mi madre hizo una declaración muy favorable a mi padre, él se presentó en Comisaría y penó 18 meses en la prisión de El Coto (Gijón).