Oviedo, Eduardo GARCÍA

Fue una sesión caótica pero divertida, aunque no se sabe si eso buscaban los organizadores, el sindicato de la enseñanza ANPE. Participó el filósofo Gustavo Bueno, y el debate sobre la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía pasó de Santo Tomás a Blas Infante, y de Aristóteles a Zapatero, con inusitada facilidad. Hegel, Napoleón, Pío VI, Carod-Rovira, Carlomagno y Robespierre también desfilaron en medio de un torrente de argumentaciones salpicadas de aplausos.

Hay que decir antes que nada que las tesis abolicionistas (las de Bueno y las de Ángel Mario Díaz, presidente del Foro de la Familia) contaban entre el público con más adeptos y algún que otro jaleador. Enfrente, el profesor José Antonio Berzal, del Instituto de Nava, y el director general de Políticas Educativas de la Consejería de Educación, Luis Enrique García Riestra. Ambos hablaron treinta minutos, por más de hora y media de sus interlocutores, pero ¿quién hacía callar ayer a don Gustavo, brillante como siempre y vehemente como nunca?

Bueno negó la mayor: «La idea de Educación para la Ciudadanía es un concepto mal parido porque esa ciudadanía no existe». Criticó la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Asturias por la que denegaba la objeción de conciencia de los padres en relación con la nueva asignatura y negó que la soberanía del pueblo «esté totalmente sometida a la asamblea y al gobierno. ¿De qué soberanía se está hablando? ¿De qué educación en valores? ¿Qué valores? Los valores son cambiantes, los únicos valores objetivos son los de la Bolsa», aseguró Bueno.

La mesa redonda se celebró en el auditorio Príncipe Felipe, en Oviedo. Sala llena. José Antonio Berzal recordó que «llevamos treinta años sin acuerdo de los dos grandes partidos en las leyes educativas, treinta años entre siglas y ninguna ley fruto del consenso». Y fue en lo único que los cuatro contertulios estuvieron de acuerdo. «El Gobierno tiene el derecho y el deber de plantear la política educativa del país», añadió, y a partir de ahí se montó la polémica. «La educación no puede estar en manos del Gobierno de turno», replicó el presidente del Foro de la Familia. «Con la Educación para la Ciudadanía», afirmó Ángel Mario Díaz, «se completa el papel educador moral del Estado, que no le compete».

Cuando el director general de Políticas Educativas, Luis Enrique García Riestra, mencionó que la intención de la asignatura descansa en un marco europeo y que además es una asignatura para los Derechos Humanos, el debate entró en harina política. «Europa es una unión de voluntades nacionales», dijo Riestra. «Europa es un fantasma político, un mercado con una fachada que ha fracasado. No existe la ciudadanía europea», contestó Bueno, que incluyó en la disolución a la ciudadanía española, atomizada en «nación catalana, nación asturiana, nación berciana y nación andaluza, entre otras. Blas Infante, padre de la patria andaluza, era musulmán». Y metió miedo: «La "yihad" está a las puertas de Andalucía con la vocación de anexionar España al califato de Córdoba. Y son 500 millones los yihadistas y sus contribuyentes».

A esas alturas el debate entraba en fase irremediablemente inestable. Apareció Robespierre y la guillotina, un artilugio que contribuyó a la formación de la nación francesa a través de un lenguaje común, recordó Bueno.

«Las actitudes también se enseñan», dijo Riestra en alusión a unas palabras anteriores de Ángel Mario Díaz, quien animó a la rebelión cívica contra la asignatura y lanzó un dardo a los muchos docentes que había entre el público: «Todavía no he visto a un profesor objetar sobre esta asignatura, y tienen derecho a ello».

La objeción, apuntó Berzal, «es un cheque en blanco que nos va a llevar a la anarquía legal».

Riestra apeló a la «libertad de gestión de cada profesor a la hora de impartir la asignatura, y estoy seguro que la interpretación docente será la correcta», entonces el representante del Foro de la Familia alertó sobre la supuesta maniobra: «Hay un claro intento de traspaso de responsabilidades a los profesores». Esto, al parecer, es mala cosa, porque muchos de los presentes se revolvieron en sus asientos y dijeron que de eso, nada.

Gustavo Bueno siguió en su salsa, con golpecitos en la mesa. Habló de los primeros cristianos, «los primeros ciudadanos del mundo, también», de ETA («sus ataques no van contra los derechos humanos, sino contra España. De hecho, los etarras y sus cómplices buscan instalar una república democrática independiente»), y, de hecho, cuestionó la invocación que se hace de los derechos humanos en el enunciado de la asignatura, recordando que los derechos humanos de un país son distintos de los de otro, «y la democracia es un concepto nebuloso y abstracto». El razonamiento acabó en un minidebate sobre la pena de muerte: «En nuestra democracia es tabú hablar de ella, cuando yo creo que va contra los derechos humanos tolerar que sigan viviendo personas que hayan cometido crímenes horrendos». Espectáculo total. Y además, gratis.