Oviedo, Elvira BOBO

Illán tiene 6 años y juega con sus cromos de Pokemon en una habitación de la tercera planta del materno infantil del Hospital Central de Asturias. Hace dos meses ha donado su médula para tratar de curar a Xuacu, su hermano mayor que, a sus 8 años, padece leucemia linfoblástica aguda. Illán es travieso y socarrón -«me sacaron mucha médula», cuenta y enseña sus «heridas de guerra»-, pero cuando pide un deseo no lo duda: «Que ayuden más a Xuacu que a mí», dice.

La noticia de la enfermedad llegó a la familia Del Río Riera cuando el pequeño tenía 3 años y, aunque al parecer, es la leucemia más «tratable», para ellos fue el comienzo de una larga temporada de lucha -tratamientos de quimioterapia y radioterapia-, hasta que ha llegado el momento del trasplante.

Por suerte, la solución estaba en casa, en forma de hermano menor, inquieto y pelirrojo. «A Illán se le realizaron las pruebas de tipaje y tenía una compatibilidad 6 de 6», cuenta su madre, Ana Isabel Riera, quien reconoce que el trasplante «era la única opción que teníamos». Han pasado dos meses, el niño se encuentra bien y para Illán el tratamiento fue absolutamente inocuo. «Ellos lo llevan mejor que nosotros», confiesa la madre. Y es que Xuacu «es muy buen paciente, muy tranquilo, no se queja de nada, deja que le pinchen y aguantó bien la quimioterapia, incluso la última vez, que fue muy agresiva», recuerda Ana. Su tía, Pilar del Río piensa que lo de Xuacu venía de antes, «es un campeón, siempre fue un guaje muy duro, de los que se caía y no lloraba». Illán es distinto, tiene menos paciencia, y a veces se enfada con los pinchazos, pero adora a su hermano, lo cuida y no se separa de él un segundo.

Ahora la cuestión es «dar tiempo al tiempo» porque «el primer año es el más peligroso», explica la madre: «no hay nada seguro, puede haber rechazo». El trasplante es para ella «como una plantina que tien que prender. Y esperamos que prenda». Aunque confía en los médicos -«te fías de la cara del hematólogo, de si viene sonriente o no»-, Ana Riera confiesa que está siempre obsesionada con el problema, «vives con el miedo porque sabes a lo que te estás enfrentando», asegura.

Al principio, la madre de Xuacu recuerda que la enfermedad parecía haber remitido. Pero más adelante reapareció en un testículo y luego en la médula. Del trasplante recuerda que «fue como una transfusión, consiguieron las células madre de la sangre a través de la femoral». El proceso duró unas 5 horas, luego se congeló y a las dos semanas se realizó el trasplante a Xuacu.

A pesar de todo no ha dejado de estudiar y lo hace bien, «es muy responsable», comentan su madre y su tía. Xuacu cursa 3.º de Primaria controlado por la profesora del hospital y por la tutora de su colegio, el Amor Misericordioso de Colloto. Aunque no es consciente de la gravedad de su enfermedad, conoce perfectamente cuál es el proceso, según su madre. Pero en el mundo de los niños todo se ve con naturalidad: las cicatrices son heridas de guerra.

Ahora está pasando dos días en el hospital porque un partido de fútbol muy agitado ha hecho necesario un tratamiento antibiótico debido a la deficiencia de defensas que acarrea su enfermedad. Pero hoy mismo regresará a casa, a ponerse la camiseta que Messi le envió firmada, volverá a jugar al fútbol y a cuidar de sus perros a los que, de momento, tiene que mirar de lejos para protegerse.