Hace cuatro años el musicólogo y periodista Luis G. Iberni conoció a fondo el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela. De su estudio minucioso surgió la idea de proponer el entramado edificado por José Antonio Abreu para el premio «Príncipe de Asturias» de las Artes. Si hubiese salido adelante entonces el galardón habría tenido una repercusión internacional porque suponía un notorio reconocimiento institucional a gran escala de la fabulosa labor educativa, cultural y social que se realizaba en Venezuela y que ya se había premiado en varios países. El jurado de entonces apostó por otra opción y ahora, por fin, se premia al Sistema venezolano, eso sí, cuando ya tiene en la vitrina importantes reconocimientos internacionales, el último de ellos otorgado en Londres. Otro entusiasta defensor de esta candidatura en estos años ha sido Maximiano Valdés, que ha trabajado intensamente con la Orquesta «Simón Bolívar» y está plenamente convencido de la apuesta allí realizada. Junto a él han convivido con la formación otras primeras figuras de la dirección internacional como Claudio Abbado o Penderecki, entre otros muchos.

El año 1975 marca el punto de partida del proyecto de fuerte sello social bajo el impulso de José Antonio Abreu -a quien el crítico Juan Ángel Vela del Campo definió como un santo laico- y, a partir de ahí, todo fue creciendo hasta implicar en el mismo a cientos de miles de jóvenes, muchos de ellos de barriadas marginales que, de este modo, tenían una oportunidad única de abrirse al mundo de la cultura y también de poseer serias opciones de mejorar su situación.

Desde entonces, la labor ha sido inmensa; los resultados, también. Y el fenómeno prendió no sólo en el país iberoamericano, sino que llamó la atención internacional al más alto nivel. El Sistema se organiza de forma piramidal y tiene su cúspide en la Joven Orquesta Nacional de Venezuela «Simón Bolívar», integrada por los mejores nuevos músicos del país. La calidad artística y el entusiasmo de esta formación son formidables, de primer rango, porque en ella trabajan los mejores y lo hacen también con los mejores solistas directores y compositores. Abreu sigue al frente del proyecto y ha conseguido mantenerlo firme en sus objetivos fundacionales, lo que supone una garantía mayúscula de continuidad de cara al futuro.

Estos días, la discográfica Deutsche Grammophon está distribuyendo en nuestro país el disco «Fiesta», que tiene como protagonista a la Joven Orquesta «Simón Bolívar» y como líder a su titular, Gustavo Dudamel. El trabajo es fantástico en la reivindicación de los grandes compositores iberoamericanos como Revueltas, Carreño, Márquez, Ginastera o Estévez, entre otros. También el resultado es espectacular. Dudamel es uno de los más destacados frutos del Sistema de Orquestas, en el que inició su formación y, hoy por hoy, es el director más relevante de su generación. El calendario para los próximos dos años es impresionante, en la élite de la música. Es un maestro jovencísimo y con una madurez mayúscula, con lo que puede llegar a tener un desarrollo espectacular a medio plazo. En poco tiempo asumirá la titularidad de la Filarmónica de Los Ángeles, lo cual supone un salto en su carrera. Esta semana está en Madrid para dirigir a la Orquesta Nacional de España y aún se recuerda su paso por Oviedo en enero, dentro del ciclo de conciertos del Auditorio del Ayuntamiento de Oviedo, en el que puso al público en pie con un entusiasmo que casi fue catarsis tras la propina del «Mambo» de Bernstein. Quienes lo conocimos podemos dar fe de su excelente carácter, simpatía y encanto personal, de su gran capacidad de convicción. También apreciamos el enorme bloqueo al que ya le somete una extraña cohorte de colaboradores. Sin embargo, su magnetismo arrollador puede con todo y es el mejor ejemplo del enorme caudal de bondad que ha arropado la labor de Abreu en estas décadas. Un premio merecido, ejemplar y que reconoce una faena artística sensacional enfatizada en un acento social verdaderamente admirable.