Oviedo, E. URQUIOLA

El escritor y periodista gallego J. Benito Fernández, autor del libro «Eduardo Haro Ibars: los pasos del caído», pronunció ayer una conferencia en el Club de Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA, organizada en colaboración con Tribuna Ciudadana, en la que abordó la vida de Haro Ibars (1948-1988), periodista, poeta, pionero de las drogas, de la bisexualidad y, para algunos, símbolo de la movida madrileña. En el acto, también intervino el arquitecto Alfonso Toribio, quien además de señalar el extenso currículum del periodista, destacó su condición de «escritor de raza».

-¿Cómo surge la idea de hacer un libro sobre Haro Ibars?

-Los primeros libros que hice son proyectos de hace muchos años. El primero fue «El contorno del abismo: vida y leyenda de Leopoldo María Panero»; y el segundo, «Eduardo Haro Ibars: los pasos del caído». Éstos arrancan de un trabajo que hice en el año 1983 para Radio Cadena Española, un proyecto de trece capítulos llamados «Mis malditos favoritos», y dos de esos malditos eran los dos poetas. Años después, se me ocurrió hacer el libro de Leopoldo Panero, y lo que ocurrió es que la vida de éste y la de Haro Ibars se cruzan constantemente. Los dos son bisexuales, incluso llegaron a tener una relación íntima. Al haber hecho el libro de Panero, que tuvo bastante éxito, me animé a seguir adelante, y lógicamente, entre todos los documentos que manejaba, había referencias a cartas de ambos, y la labor se me hizo más fácil.

-¿Buscaba reflejar una época?

-Sí, no sólo se trata de contar la vida de una persona linealmente, sino que quería saber qué había en su entorno. Si llegas al año 1979 o 1980, con la explosión de la movida ¿cómo puedes no hablar de lo que sucede, de cómo es Madrid? Pero también escribo de cuando era un bebé, cosa que a todo el mundo le llama la atención. Aunque se piense que a un bebé no pueden pasarle cosas, sí que le pasan, ya que están sus padres, que tienen amigos, salen, cenan, se divierten, y hacen que el bebé se desarrolle en un mundo que le condiciona.

-¿Fue Eduardo Haro Ibars el padre de la movida madrileña?

-No fue, como se dice, uno de los padres de la movida. Fue pionero en muchas cosas, como en consumir drogas, hacer orgías sexuales, pero todo esto unos veinte años antes de la movida. De hecho, se partía de risa cuando se lo decían.

-¿Cómo fue su relación con el mundo de las drogas?

-En ese tiempo, los ácidos o el LSD que se podían comprar, los obtenían de alguien que viajaba a Holanda y lo traía camuflado. El «chocolate», por ejemplo, se lo compraban a los legionarios que pasaban por Madrid para desfilar con las tropas de Franco. Haro Ibars fue pionero en esto, y yo creo que él y sus amigos fueron las primeras personas que consumieron drogas en España.

-Y enfermó de sida.

-Sí, por la heroína. Las agujas las usaban unos y otros sin lavar ni nada. A mí eso me lo confesó su compañera Blanca Uría. Cuando le comunicaron que tenía sida, creo que él siguió metiéndose «caballo» hasta sus últimos días. No se cuidó nada. Hay gente que dice que sabía que tenía el síndrome y se picaba compartiendo jeringuilla con otros, yo eso no lo he podido constatar, me cuesta creer que alguien sea tan malvado.

-¿Y cómo fue su relación con Blanca Uría?

-Fue la mujer de su vida, la conoció en 1979 y estuvo con ella hasta que murió, en 1988. Pero eran un trío, estaban ellos dos y Lirio, un chico de la calle hecho a sí mismo. Era un triángulo, Blanca estaba enamorada de Eduardo, éste lo estaba de Lirio y, a la vez, seguía con Blanca. Eduardo sabía que Blanca, por su familia, tenía mucho poder adquisitivo. De hecho, lo sacó en más de una ocasión de apuros económicos. Pero también la quería, hay un libro de poemas dedicado entero a ella. La quería, está claro, pero a la vez la utilizaba.

-¿Qué tipo de relación mantuvo Haro Ibars con Asturias?

-La vida de Eduardo tiene un lado absolutamente asturiano. Empezando por el sentimental, la vida de Haro Ibars estuvo llena de amores asturianos. Por ejemplo, estaba enamorado de Juan Ángel, un chico de Gijón. Por otro lado, quienes primero editaron Eduardo fueron asturianos también. El libro «Gay rock», lo escribió en Quintes y lo publicó Silverio Cañada, fundador de la editorial Júcar. Sus primeros poemas editados en el año 1972, fueron publicados gracias a otro asturiano, Fernando Corujeno, que era secretario de la revista «Papeles de Son Armadans», que dirigía Camilo José Cela. Desde el año 1980 publicó en la revista «Los Cuadernos del Norte», dirigida por Juan Cueto Alas.

-Transcurridos tres años de la publicación del libro, ¿ha cambiado en algo su visión sobre el poeta?

-Me parece el personaje más atractivo de todos los malditos que he manejado. Fue pionero en el periodismo, atrapaba muy bien la realidad y hablaba de cosas de las que no lo hacia nadie en la revista «Triunfo»; como poeta me resulta menos interesante. Quiso ser siempre una estrella del rock, de hecho cuando más dinero ganó fue cuando fue letrista de la «Orquesta Mondragón».

«Su vida tiene un lado muy asturiano. Tuvo muchos amores en esta tierra y sus primeros editores también eran de aquí»

«Blanca Uría fue el amor de su vida, le dedicó un libro de poemas, pero también estaba Lirio. Eran un triángulo»