Profesora de Antropología de la Universidad de Barcelona

Oviedo, P. Á.

Profesora de Antropología de la Universidad de Barcelona

Mercedes Fernández Martorell es profesora de Antropología de la Universidad de Barcelona. Dirige un grupo de investigación que analiza el fenómeno de la violencia contra la mujer. Ha viajado a Oviedo como miembro del jurado que hoy otorgará el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2008.

-¿Cuál es la raíz de la violencia de género?

-La distribución de papeles que hemos hecho social e históricamente. Los hombres tienen que construir las leyes, defenderlas y representarlas, y las mujeres tenemos que transmitirlas a la prole, obedientemente, tal y como están marcadas por el colectivo de hombres. Hoy han cambiado las cosas, y yo fui una de las primeras colaboradoras en cambiar las cosas.

-Pero no resulta sencillo.

-No, porque lo que provoca esta situación en el ámbito del hogar es que algunos hombres se sientan poco hombres. Al no obedecer la mujer como debiera y según las normas que le enseñaron... Al hombre le dijeron que él tenía que ser quien representaba las normas, quien tenía que construirlas... Implícitamente, no explícitamente. Cuando ve que en su casa no ocurre exactamente así, que él no tiene una voz tan importante como cree que debería tenerla, de alguna manera pierde su verdadero sentido de hombre, se siente vulnerable. Y, sobre todo, se siente juzgado por los hombres de su alrededor.

-Pero estamos asistiendo a casos protagonizados por varones jóvenes, que en teoría ya no fueron educados según esos patrones.

-Se supone, pero se ve que no es así. La cuestión de fondo es cómo se cambia esa situación. Se cambia si en tu casa, para empezar, la palabra del hombre y de la mujer tienen idéntico valor, y si lo que se hace es pactar y generar complicidad. Y el niño lo ve. De lo contrario, ese niño va a tener los mismos principios vitales que un hombre de 60 años.

-¿Qué porcentaje del problema queda explicado por este factor?

-Yo creo que un porcentaje importantísimo, aunque no total.

-Otro factor hipotético: chico conoce a chica y a las 48 horas conviven bajo el mismo techo con un grado de conocimiento previo casi nulo. ¿Puede influir?

-Puede que tenga alguna influencia. Pero lo que denota claramente es unas relaciones de mayor libertad sexual. Pero, por ejemplo, en Samoa tenían mucha libertad sexual desde niños. Y, sin embargo, existe una jerarquía muy clara, en la que son los hombres los que deciden cómo hay que vivir, y las mujeres transmiten. Es decir, la libertad sexual no tenemos que asociarla necesariamente a un cambio en la distribución de los papeles básicos. ¿Qué sigue siendo la religión? ¿Quién es cristiano? Un hombre, que es la representación de los demás hombres; ninguna mujer puede hacer eso. ¿Y quién está reproduciendo valores importantes, como ser traidor, honesto o trabajador? El fútbol, que es básicamente una estructura de hombres.

-¿Por qué la ley contra la violencia doméstica no funciona?

-Porque hay que expandir este nuevo modelo. No es un problema de leyes, es un problema de ideas. Los hombres son los primeros que muchas veces no saben cómo tienen que repensarse. Si las mujeres tenemos que ser autocríticas, los hombres también tienen que ser autocríticos. Y ése es el conflicto de fondo. Al hombre le falta conocimiento y capacidad intelectual para ser autocrítico, para pensar qué es lo que está pasando y decir: de acuerdo, voy a modificar mi actitud, voy a intentar crecer.

-En otros países que van por delante de España...

-No sé si van por delante muchos... En distribución de bienes, puede ser, pero en esto...

-¿No existen experiencias previas de abordaje de este problema?

-No. Yo creo que el proyecto que estoy dirigiendo es el más avanzado del mundo.

-¿Debido a qué el problema de España es más acusado?

-Debido a que aquí el Gobierno ha dado un dinero para que esto se investigue en profundidad. Pero el problema existe en todas partes.

-¿Sin distinción?

-En los países occidentales más que en ningunos otros. Hay sociedades en las que las mujeres no han dado la batalla que hemos dado aquí y eso provoca que la situación se mantenga más soterrada. Aquí las mujeres hemos querido cambiar las cosas, y eso es importante.

-¿El Ministerio de Igualdad puede resolver algo?

-Indudablemente puede ayudar.

-¿La famosa propuesta del «teléfono del desahogo» para los maltratadores?

-Es una medida que, analizada a posteriori, puede que sea interesante y que vaya bien. Pero a priori, ahora, hoy, es floja.

-Si usted pudiera legislar, ¿por dónde empezaría?

-Obligaría a que todo hombre sentenciado por maltratador pase por un cursillo intensivo diario, si es necesario a las diez de la noche, para ayudarle a ser autocrítico.