Gijón, J. M.

El belmontino José Álvarez Fernández tomó a los 18 años el hábito de la Orden de Predicadores, en el monasterio de San Juan Bautista de Corias, Cangas de Narcea, el 3 de octubre de 1908. Impresionado por la frase evangélica «la mies es mucha y los obreros pocos», llegó a Perú en 1917, en el buque «Montevideo». Se iniciaban así 53 años continuados de trabajo misionero, durante los que sólo volvió a España en tres o cuatro ocasiones. Sus sobrinos Aurelia y Tomás Álvarez Caunedo recuerdan las visitas de los años 1950 y 1960. «Todo el pueblo venía a casa a escucharle contar sus peripecias, como aquélla en la que en un río embravecido perdió la canoa y todo lo que llevaba; sólo le quedó un palo largo, con el que fue apoyándose en el suelo del río, para ir saliendo, porque nunca supo nadar», relata Tomás, que habita en la casa natal del misionero, en Cuevas de Belmonte.

«Era tremendo: el pueblo lo dejaba todo para escuchar lo que hacía por los salvajinos. Venía muy limpio, pero traía una ropa pobrísima», rememora Aurelia, que reside en Oviedo con su marido, José Álvarez Arnaldo. «Un día, mi hermana María y yo miramos por la rendija de su puerta y le vimos en el suelo. "A ver si se puso malo", pensamos, pero lo que pasaba es que no era capaz de dormir sobre una cama. Y sus padres, Rosa, que era de Salas, y Juan, eran tan santos como él», concluye Aurelia.

Gijón, J. M.

El proceso de beatificación del dominico fray José Álvarez Fernández entrará la próxima semana en su fase romana, cuya duración es impredecible. Al estudio de sus escritos y de los testimonios recogidos durante el proceso diocesano de Lima, habrá de seguir la declaración de un milagro.

Si culminara favorablemente su proceso, sería el cuarto asturiano en los altares. El primero en alcanzar la santidad fue fray Melchor García Sampedro, San Melchor de Quirós, también dominico, nacido en 1821, y martirizado y muerto en 1858, en Vietnam. Fue beatificado en 1951 por Pío XII, y canonizado en 1988 por Juan Pablo II. Otilia Alonso González, nacida en Nembra (Aller), en 1916, fue dominica de la Anunciata y murió fusilada en Barcelona, en 1936, durante la Guerra Civil. Fue beatificada en octubre de 2007, junto a 497 mártires. Y Rafael Arnaiz Barón (1911-1938), monje trapense y beato desde 1992, podría ser canonizado este mismo años por Benedicto XVI.