Oviedo, P. R.

Lorenzo Rodríguez-Castellano (Besullo, Cangas del Narcea, 1905- Oviedo, 1986) fue filólogo por vocación, bibliotecario y creador de bibliotecas, impulsor de la cultura asturiana, hombre culto y progresista. Un intelectual republicano y liberal que realizó una destacadísima labor a favor de la lectura en Asturias durante la dictadura franquista dirigiendo el Centro Coordinador de Bibliotecas entre los años 1944 y 1976. Su figura, querida y respetada por muchos de sus contemporáneos, cayó en el olvido a su muerte, tal y como recordó ayer su yerno, Antonio Vega. «Fue un vencido de la guerra que prefirió el exilio interior y procuró hacer las cosas lo mejor que pudo y supo», subrayó.

La cultura asturiana le recuperó ayer, Día del Libro. Y lo hizo con una exposición sobre su vida y su obra en la Biblioteca de Asturias y un libro, todo ello coordinado por su discípula, la bibliotecaria Carmen Prieto Álvarez-Valdés y el profesor de Historia Ángel Mato Díaz. Como un «bibliotecario sabio» le definió Prieto, su sustituta en la transición democrática. Al acto asistió todo el equipo de Cultura de la Consejería: Mercedes Álvarez, Jorge Fernández León y Consuelo Vega, consejera, viceconsejero y directora de Política Lingüística, respectivamente.

Carmen Prieto, que definió a Rodríguez-Castellano como un «bibliotecario sabio», elogió su figura utilizando retratos que sobre él hicieron familiares y amigos, entre ellos el filólogo Jesús Neira, Antonio Ripoll o su esposa, Adela Palacio Gros. A ella pertenece esta descripción: «Desde que en 1944 fue destinado como funcionario del cuerpo Facultativo de Archivos, Bibliotecas y Museos al recién fundado Centro Coordinador de Bibliotecas, albergó un propósito muy claro: crear una amplia red bibliotecaria que atendiese las necesidades culturales de la provincia. Las bibliotecas existentes antes de 1936, muchas de ellas instaladas en los ateneos obreros, habían desaparecido en la guerra y en los expurgos y clausuras de la posguerra. Castellano pensaba que lo que había sido arrebatado al pueblo debía serle devuelto. Trabajó incansablemente para realizar su proyecto y así, si en 1944 se agrupaban unas pocas bibliotecas asociadas la mayor parte a entidades que las hacían de existencia muy precaria, años después funcionaban cuatro casas de Cultura, 55 bibliotecas municipales, veinte bibliotecas viajeras y un bibliobús. El centro coordinador de Asturias sirvió de modelo a los centros del resto de España».

La exposición se complementa con una selección de fondos bibliográficos de los años en los que Rodríguez-Castellano fue su responsable, así como un balance de los autores y las lecturas preferidas por los ciudadanos en las distintas décadas. Destaca, entre todos ellos, el de los libros depurados por la dictadura, «el infierno», entre los que pueden verse títulos como «Lo que el viento se llevó», de Margareth Mitchell; «Crimen y castigo», de Dostoievski, o «Ben-Hur», de Lewis Wallace.

«Asturias siempre fue una región con importantísima tradición lectora», destacó Ángel Mato.