Muchas son las pequeñas ciudades y poblaciones que aspiran a incorporarse a la red española de ciudades lentas, "Cittaslow", no sin antes pasar un minucioso proceso de evaluación que certifique el cumplimiento de unas exigencias que garanticen que son excelentes lugares para vivir.

A nivel internacional, esas exigencias hacen referencia a su política medioambiental, a la calidad de sus servicios e infraestructuras, al fomento de las nuevas tecnologías como instrumento para hacer más confortable la vida de los ciudadanos, a la protección de los productos autóctonos y al nivel de concienciación de sus gentes.

Este mes de julio, seis de las siete poblaciones españolas que ya tienen dicha certificación -Palafrugell no asistirá-, y que se constituyeron en asociación el año pasado, se reunirán en la lenta localidad turolense de Rubielos de Mora para decidir esos criterios concretos de evaluación.

"Nuestro objetivo -dice Joan Catalá en declaraciones a EFE- no es crear una marca turística; en tal caso, podría ser una consecuencia, pero no una meta".

Rosa Pedret, responsable de Turismo en otra población lenta, Pals, también en Girona, y donde tiene su sede la red española de "Cittaslow", destaca que en su ánimo no está "vivir en el pasado, sino en el presente y de cara al futuro, sin oponernos al progreso. Quizás sea solemnizar lo obvio, ese deseo de una vida tranquila, pero mucha gente no lo practica en el día a día", comenta a EFE.

Entre los aspirantes a formar parte de la red figuran seis municipios jienenses -Alcalá la Real, Alcaudete, Castillo de Locubín, Frailes, Valdepeñas de Jaén y los Villares- en la Sierra Sur de esta provincia andaluza, y que suman una población de unos 50.000 habitantes.

Detrás de este proyecto está Dolores Priego, directora de la UTEDLT (Unidad Territorial de Empleo, Desarrollo Local y Tecnológico) de esa comarca jienense, quien trabaja para "hacer valer la calidad de vida de nuestro territorio, donde ya se vive bien".

Carlos Andreu, consultor y profesor visitante en varias universidades, se gana la vida dando conferencias sobre "la felicidad" a una audiencia que casi siempre está formada por altos ejecutivos. "Les digo que la velocidad -comenta a EFE- nos impide disfrutar de las cosas normales. De ahí la necesidad de encontrar momentos de lentitud en una vida rápida".