Oviedo, Eduardo GARCÍA

La cuota láctea asturiana anda por las 600.000 toneladas al año. La producción quesera en el Principado es de unas 55.000 toneladas, lo que supone el veinte por ciento de la producción total nacional y el 0,8 de la de los 27 países de la Unión Europea. Si en algo es Asturias potencia es en el sector lácteo. Le sacamos partido, pero no todo el que se podría, según la conclusión de la tesis doctoral del investigador Julio Fernández Díaz, leída hace días en la Facultad de Química, en Oviedo, bajo la dirección de los profesores José Coca y Aurelio Vega, del departamento de Ingeniería Química. Julio R. Fernández propone un mejor aprovechamiento industrial del suero lácteo.

Tomamos diez kilos de leche y de ellos podemos lograr un kilo de queso, aproximadamente. Pero no sólo eso, sino también unos nueve kilos de suero lácteo. El queso nos lo comemos, pero ¿qué hacer con el suero?

Para empezar, una definición: «El suero lácteo es la fracción líquida de la leche que se separa de la cuajada durante la producción de queso». Si analizamos el suero encontramos un 94% de agua, un 4,5% de lactosa, un 1% de proteínas y un 0,5% restante de sales. Su elevada carga contaminante hace que no podamos tratarlo como un vertido más. «Si se echara en una depuradora, se la cargaría».

Así que, señala Julio Fernández, lo que suele hacerse con el suero es secarlo y emplearlo posteriormente en la fabricación de diferentes productos de alimentación. Lo encontramos en bollería industrial, en yogures y hasta en chorizos, porque actúa a modo de espesante.

La lactosa no deja de ser como el azúcar de la leche, pero como edulcorante no vale, por su escaso poder. Una cucharada de azúcar equivaldría al menos a cinco cucharadas de lactosa.

Explica el investigador asturiano que «cuando sometemos el suero a un proceso de ultrafiltración, por una parte obtenemos lactosa, que es como la hermana pobre, y por otra proteínas, que tienen un valor mucho mayor porque, entre otras cosas, se destinan a la industria farmacéutica». La lactosa seca tiene un valor de unos 0,4 euros el kilo, que es equivalente a una sustancia residual. El valor de las proteínas anda por el euro y medio el kilo, que tampoco es como para hacerse millonario.

Pero el suero lácteo tiene unas capacidades mucho mayores. «Puede, por ejemplo, servir de materia prima para, mediante fermentación, obtener goma xantana o ácido láctico y, a partir de éste, lactato de etilo». Son conceptos que a la mayoría de las personas le suenan lejanos, pero forman parte de la estructura de muchos objetos cotidianos. Entre otras cosas son elementos necesarios para la fabricación de plásticos biodegradables. En Alemania buena parte de las bolsas de la compra ya está hecha de este plástico, que no se eterniza como residuo. También sirven como disolventes o como sustitutos de la celulosa en el proceso de fabricación de papel.

La tesis doctoral de Julio Fernández Díaz propone «rutas alternativas» para la transformación del producto inicial. «El suero lácteo y sus derivados ofrecen la posibilidad de desarrollar una industria química ubicada en la región», añade. No descubriríamos nada porque hay muchos países industrializados que han puesto en marcha plantas de este tipo. «No se requiere una maquinaria especialmente complicada; aquí lo importante es el conocimiento». Los productos químicos resultantes de nuevos procesos de desarrollo multiplicarían al menos por cinco lo que ahora se logra con el suero, la lactosa y el concentrado de proteínas.