Gijón, J. MORÁN

«Sólo soy un descendiente muy modesto de Unamuno». El gijonés José María Quiroga Ruiz, de 50 años, pertenece a la cuarta generación que desciende del vasco-salmantino Miguel de Unamuno, uno de los grandes intelectuales españoles, testigo de la agonía de 1898, rebelde frente a Primo de Rivera y fallecido el 31 de diciembre de 1936, tras estallar una Guerra Civil que alumbraría a otro dictador.

Miguel de Unamuno acaba de volver a la actualidad con la extensa biografía de 800 páginas que han publicado Jean-Claude Rabaté, catedrático de Civilización Española en la Sorbona, y Colette Rabaté, profesora de Literatura Española en la Universidad de Tours. «Conocí a los Rabaté hace un tiempo, en Salamanca, durante unas jornadas, y sé que llevan muchos años de estudio concienzudo sobre mi bisabuelo», comenta José María Quiroga Ruiz, que lleva el Unamuno como tercer apellido. «Los Rabaté tienen, además, la intención de publicar en breve el epistolario de Unamuno durante su destierro, de 1924 a 1930», agrega el gijonés, médico intensivista en la uci del Hospital de Cabueñes.

José María es, además, hijo de Miguel Quiroga Unamuno (1929-2000), «el nieto mayor de don Miguel», también médico, y que se afincó en Gijón en 1961. La línea sucesoria que desemboca en José María Quiroga Ruiz se inicia en Salomé, «la mayor de las hijas de Unamuno, que tuvo nueve hijos: Raimundo, que murió con 7 años, Fernando, Pablo, José, Ramón, Rafael, Salomé, Felisa y María». Salomé Unamuno se casa con José María Quiroga Pla, «tristemente poco conocido, poeta y escritor que trabajaba para la República y que deja el país en 1939, para morir en Ginebra en 1955, a los 53 años, tras haber anhelado el regreso a España», relata José María Quiroga Ruiz.

Su abuelo exiliado, José María Quiroga Pla, «admiraba a Unamuno y tenía mucho interés en conocerle, de modo que los presentó Wenceslao Fernández Roces, también exiliado después, en México», explica el bisnieto gijonés, quien agrega que «mi bisabuelo y mi abuelo tuvieron una relación que fue prácticamente de padre e hijo, y el epistolario entre ambos fue publicado hace años por Rafael Martínez Nadal, en dos tomos».

Al entrar en contacto con Unamuno, José María Quiroga Pla «conoce a su hija Salomé, se enamoran y se casan en 1928». Al año siguiente nace su hijo, Miguel Quiroga Unamuno, y en el día de su natalicio, el 4 de noviembre de 1929, Unamuno dedicaba a su nieto mayor unos versos redactados desde su destierro de Hendaya. «La media luna es una cuna, / y ¿quién la briza? / Y el niño de la media luna / ¿qué sueños riza?».

Precisamente dichos versos los rememoraba el propio nieto, el doctor Miguel Quiroga, cuando en agosto de 1972 LA NUEVA ESPAÑA ofrecía un reportaje con sus evocaciones sobre don Miguel. Miguel Quiroga Unamuno «estudió Medicina en Salamanca y trabajó en San Juan del Puerto (Huelva), hasta 1961, cuando viene a Gijón a una plaza de la Seguridad Social», cuenta en el presente su hijo José María. Miguel Quiroga estaba casado con Josefa Ruiz Tejada, salmantina que reside en Gijón.

Pero la descendencia gijonesa de Unamuno no se detiene con José María, pues el médico de Cabueñes, casado con Teresa Fernández Prieto, es padre «de Laura, de 19 años, que estudia Periodismo en Madrid». Es, por tanto, tataranieta del patriarca don Miguel.

«La mayoría de los descendientes de Unamuno viven en Salamanca y Madrid. Varios se dedican a la docencia y algunos a la medicina, y calculo que en la cuarta generación, la de los bisnietos, somos unos 50; cada cierto tiempo me reúno con los primos de mi padre, nietos de Unamuno», indica José María Quiroga. ¿Algún rasgo común a los Unamuno? «Tal vez el libre pensamiento».

El bisnieto gijonés rememora las evocaciones de su padre sobre Unamuno. «Cuando fallece mi bisabuelo, mi padre tenía siete años, con lo que sus recuerdos eran los un nieto hacia un abuelo entrañable». Don Miguel practicaba la papiroflexia, «y mi padre tenía recuerdos de ello, o de los dibujos que le hacía». Sobre la vida de Unamuno, José María Quiroga destaca «cómo se sintió desencantado a finales de 1936, pese a haber apoyado la sublevación, al pensar que la situación política en España era muy mala; pero vio que amigos suyos acababan en la cárcel e intentó interceder ante Franco». Este desencanto «culmina con los sucesos del 12 de octubre de 1936 y su destitución como rector». En esa jornada de octubre, Fiesta de la Raza, Unamuno lanza el «venceréis, pero no convenceréis», ante el general legionario Millán Astray, que grita «¡muera la inteligencia!». «Pero me parece patético que el Ayuntamiento de Salamanca utilizara esa frase de Unamuno cuando el conflicto con Cataluña por el archivo de la Guerra Civil», agrega José María Quiroga. No obstante, «su vigencia está ahí, y los estudios e investigaciones sobre Unamuno son incontables».

En el citado reportaje de 1972 el padre de José María, Miguel, evocaba cómo «don Miguel, vestido siempre igual, con sus trajes azul marino oscuro, con el jersey cerrado, como los "clerygman", erguido, alto, me llevaba muchos días a la escuela, una escuela pública de Salamanca, próxima a la calle Bordadores, donde vivía el abuelo. Me acuerdo de que era hombre cariñoso, un hombre preocupado, siempre con las manos a la espalda».

Por su parte, el bisnieto gijonés de Unamuno asegura ahora que «yo sólo soy un descendiente muy modesto, que no se ha dedicado a la literatura, pero admiro "Niebla " y "Amor y pedagogía"».