Madrid, Modem Press

La especie de murciélagos en la que se ha encontrado un virus relacionado con el Ébola abunda en Asturias, particularmente en el Oriente, donde existen varias cuevas con una importantes comunidades de esta especie, denominada «Miniopterus schreibersii» y conocida comúnmente como murciélago de cueva. De hecho, a principios de los años noventa había constancia de la existencia de siete colonias de esa especie en Asturias. Tres de ellas ya han desaparecido.

Fue un equipo de investigadores del Instituto de Salud Carlos III, comandado por Antonio Tenorio y Ana Isabel Negredo, en colaboración con un grupo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el que tras analizar las veintisiete especies de murciélagos presentes en España en busca de filovirus halló, sólo en el «Miniopterus schreibersii», la presencia de secuencias genómicas que sugieren la existencia de un virus relacionado evolutivamente con los cinco virus Ébola conocidos hasta la fecha.

El murciélago de cueva es muy abundante en España donde se estima que existen entre 250.000 y 300.000 individuos que habitan en colonias alejadas de los centros de población humanos y pueden llegar a ser muy numerosas, de hasta 30.000 individuos. En Asturias, el «Miniopterus schreibersii» está presente en varios lugares, particularmente en la zona oriental de la región, aunque también existe alguna colonia en el suroccidente. En el resto de España habita principalmente la zona oriental de la cornisa cantábrica -País Vasco y Cantabria- y en toda la fachada mediterránea, incluidas las Islas Baleares, Castilla-La Mancha y Andalucía.

Como en el resto de países de la Unión Europea, los murciélagos son una especie protegida por ser beneficiosa para el ser humano, ya que se alimenta de insectos perjudiciales para los cultivos. La variedad «Miniopterus schreibersii», en la que se han encontradas trazas genéticas del virus del Ébola, está incluida en el catálogo de especies amenazadas del Ministerio de Medio Ambiente, con la categoría de «vulnerable». Pero hasta finales de 2006, únicamente Asturias había aprobado un «plan de manejo» del «Miniopterus schreibersii» y un plan de recuperación de la especie.

Los murciélagos de cueva sufrieron en el año 2002 una importante mortandad en sus colonias, un hecho del que no se han podido establecer aún las causas concretas. Fue precisamente este inusual episodio de abundantes muertes entre los murciélagos de cueva en España y otros países europeos lo que impulsó la investigación del Instituto de Salud Carlos III, un organismo dependiente del Ministerio de Ciencia e Innovación que ha prorrogado otros tres año los fondos para continuar adelante en esta línea de investigación.

El objetivo principal de este estudio es profundizar en el conocimiento de los virus y determinar sus reservorios naturales, es decir las poblaciones de animales que alojan agentes patógenos que en determinadas circunstancias pueden transmitir a los seres humanos. Su finalidad es mejorar el control de las enfermedades víricas que pudieran ser transmitidas al hombre desde el mundo animal.

Desde el Instituto de Salud Carlos III se insiste, sin embargo, en lanzar un mensaje de tranquilidad ante el miedo que suscita la sola mención la palabra Ébola, virus que se detectó por primera vez en África en 1976. En ese continente el Ébola, que a pesar de todo no se contagia fácilmente a los humanos, ha causado una grave enfermedad hemorrágica y mortal que ha acabado con miles de personas y tribus enteras en el continente negro.

El portavoz del grupo de investigadores del Carlos III, Juan Emilio Echevarría, recalca que «no existe motivo alguno de alarma» porque «hasta ahora el único virus Ébola que se ha detectado fuera de África no parece ser patógeno para los hombres». Y ese parece ser el caso del filovirus hallado en los murciélagos estudiados por este equipo, porque, según Echevarría, «nunca se han observado casos de esta enfermedad en España y las personas que mantienen contacto estrecho con esta especie de murciélagos no han tenido nunca ninguna enfermedad no habitual». Muchas de estas personas, añadió, han manejado miles de ellos, «les han cogido muestras, les han sacado sangre... y el virus parece que no es patógeno para los seres humanos».

Desde el Instituto de Salud Carlos III, en aras en esa máxima de no lanzar infundadas alarmas a la población, se ha decidido, por otro lado, no informar sobre la localización exacta de la cueva o cuevas en la que han encontrado los ejemplares de «Miniopterus schreibersii» infectados con este tipo de virus del Ébola.