Oviedo, M. S. M.

El 16 de septiembre de 1994, en un diario de información nacional podía leerse el siguiente titular: «Primera gramática normativa de la lengua castellana». La información hacía referencia, en el subtítulo, al autor y al tiempo empleado en su desarrollo, «El profesor Alarcos Llorach ha invertido casi diez años en su obra». Más abajo, el reportaje afirmaba que «El castellano cuenta al fin con una gramática avalada por la Real Academia Española».

Parecidos titulares se pudieron leer esos días en los medios escritos de todo el país. Sin embargo, la información no era del todo correcta. Aunque la Gramática de la Lengua Española de Alarcos se publicó ese mismo año, nunca llegó a ser la Gramática oficial de la RAE, a pesar de que en aquellos primeros momentos se pensara que por llevar la sanción de la Real Academia tenía «validez normativa». Se decía que el texto venía a reemplazar el llamado «Esbozo para una nueva gramática de la lengua española» redactado en 1973 por los académicos Samuel Gil y Gaya y Salvador Fernández Ramírez.

Con esa idea se gestó el proyecto encargado a Alarcos Llorach, en 1981, a quien la RAE encomendó, ante la necesidad de contar con una gramática académica, la redacción de la misma. A Emilio Alarcos la propuesta ya le había sido hecha algunos años antes por Dámaso Alonso, pero el catedrático de la Universidad de Oviedo tardó tiempo en aceptar, y solo lo hizo, como el mismo relata en la prólogo de su Gramática, cuando estuvo seguro de tener absoluta libertad y de no estar obligado a la mera refundición del Esbozo.

Una vez despejado el camino, Alarcos comenzó a trabajar en el texto a principios de 1985 con el propósito de «exponer los rasgos de la gramática del español que se descubren en los actos orales y escritos de los usuarios de la lengua de este siglo XX». Fueron casi diez años de entrega a una obra que tendría gran éxito una vez publicada.

A su juicio, trabajó con imparcialidad en los casos de conflictos normativos, aunque era consciente de que «toda gramática termina, o empieza, por ser normativa». Alarcos buscó en su gramática el equilibrio entre el rigor y la claridad en la exposición que una obra de esas características necesita. Consciente de la dificultad había manifestado su interés en lograr «que la actitud normativa no borrara la rigurosa descripción de los hechos y que ésta no ocultase, desarrollada en demasía, la claridad de la norma y el propósito didáctico. Por ello se evita al máximo la complicación terminológica».

Pero Alarcos sabía que «cada maestrillo tiene su librillo» y que en ningún dominio del conocimiento ese adagio es más cierto que en la gramática. «No cabe el mínimo acuerdo teórico entre gramáticos», sostenía el profesor, que era consciente de que la Academia «no ha tenido ni tiene un criterio corporativo único respecto de las cuestiones teóricas gramaticales».

En ese contexto era fácil entrever falta de armonía de conjunto, lo que imposibilitaba que el texto fuera acogido por los académicos como propio de la institución. Alarcos no se veía capaz en aras del consenso de discutir punto por punto ni lo que se decía en el texto ni como se decía. La solución adoptada tuvo que ser drástica. Si la gramática de Alarcos no podía ser aceptada por todos los académicos como texto oficial no quedaba otra que mantenerlo tal cual y declararlo de la exclusiva incumbencia del autor.

El catedrático explicó que de esta forma, la RAE se abstenía de pronunciarse en cuestiones de método, y que el mismo permanecía en libertad para defender sus puntos de vista teóricos, sin abandonar la intención normativa y didáctica con que fue concebida la obra.

La gramática de Alarcos está dividida en tres partes. La primera expone la fonología del español de forma escueta; la segunda se corresponde con la morfología, y la tercera está centrada en la sintaxis. En opinión del profesor «no hay gramática perfecta» aunque asegura haber tratado de no caer ni en la oscuridad ni en la inexactitud.

En su discurso del pasado jueves, durante la presentación de la «Nueva gramática de la lengua española», Víctor García de la Concha definió el texto de Emilio Alarcos como « excelente». La Academia decidió publicarla como obra personal, algo que está recogido en los estatutos de la institución. «Es una buena gramática, muy didáctica, que lleva el sello de Alarcos y muy popular. Editada en la Colección Nebrija y Bello, tuvo una gran repercusión popular», declaró García de la Concha a LA NUEVA ESPAÑA.