Oviedo, Eduardo GARCÍA

Llegó a Asturias desde las universidades norteamericanas de Princeton y Harvard y está a punto de iniciar los trabajos del mayor proyecto de la Unión Europea en la Universidad de Oviedo, nada menos que 1,77 millones de euros. La investigadora Heather Stoll trabajará en Asturias durante cinco años en un estudio relacionado con el cambio climático, las emisiones de CO2 y los comportamientos de los océanos y las algas. Pero las algas de hace 40 millones de años, convertidas en fósiles, organismos capaces de desarrollar estrategias frente a uno de los periodos en la historia del planeta con mayores índices de CO2, unos niveles que al paso que llevamos se podrán repetir en poco más de dos siglos.

En la Facultad de Geológicas de la Universidad de Oviedo están en vísperas de que comiencen las obras para la instalación del laboratorio que será necesario para los trabajos. El Principado se comprometió a reformar espacios, entre otras cosas para la puesta en marcha de un espectómetro de masas que fue comprado para la ocasión. No es para menos, nunca la Unión Europea había puesto tanto dinero en la mesa de la Universidad para un proyecto científico de estas características.

Influyó la idea, pero también el currículo fantástico de esta profesora, madre de dos niños, que se graduó en el prestigioso Williams College, de Massachusetts; se doctoró en Princeton y acabó sus estudios nada menos que en Harvard, adonde se había trasladado su director de tesis. Hace algo más de diez años Heather Stoll solicitó un trabajo docente «postdoc» en España para estudiar las estratigrafías de los periodos Cretácico y Jurásico. Llegó a Asturias y aquí se quedó, al lado del mar «en un Departamento de Geología muy bueno, y con un grupo de Ecología Marina, en la Facultad de Biología» que está llamado a ser parte importante del proyecto europeo.

La Universidad de Oviedo tenía en marcha a finales del año 2008 un total de 32 proyectos europeos, con un presupuesto global cercano al millón de euros. El dinero se va a disparar con el proyecto de Stoll en próximas memorias. De los cuarenta departamentos universitarios tan sólo una docena de ellos están incluidos en esta estadística que es una de las más significativas señales de la salud -buena, mala o regular- de la investigación en el seno universitario. Junto a los retos europeos fluyen

El proyecto de Heather Stoll es especial, no sólo por la cuantía sino también porque se trata de un estudio europeo con socio único, algo infrecuente en un sistema en el que suele haber un equipo coordinador y equipos de socios colaboradores repartidos por toda la geografía europea. Lo normal es que cada proyecto tenga entre ocho y diez socios.

La cantidad de nuevos proyectos iniciados cada año desde Asturias varía considerablemente. En Europa funciona el Séptimo Programa Marco de Investigación y Desarrollo Tecnológico (7PM), que se inició en 2007 y acabará en 2013 con más de 50.000 millones de euros de presupuesto. Pero hay otros muchos, como uno específico para Carbón y Acero, u otro para temas de Salud.

En los laboratorios de Biología se cultivarán distintos tipos de algas marinas. Atrás quedan muchos años de recogida de muestras. «Vamos a tratar de aprender a interpretar el comportamiento de unos seres vivos en condiciones ambientales complicadas, y los mecanismos de adaptación», señala la investigadora norteamericana. Hablamos de microfósiles, del tamaño de cinco micras. La propia Stoll diseñó un prototipo que permite introducir para su análisis muy pequeñas cantidades de algas, habitantes desde siempre de unos océanos que absorben un tercio de las emisiones contaminantes «pero que en el futuro no serán tan eficaces, lo que hará cambiar los ecosistemas marinos»,

En los fósiles está la información que necesitamos. Varias especies de algas dejan fósiles -«el ópalo, por ejemplo», recuerda Heather Stoll-. Y hay otros organismos que dejan conchas que se acumulan en el fondo de los mares. El trabajo con los fósiles le toca a la Facultad de Geología. El proyecto generará seis puestos de trabajo directos, tres científicos y tres técnicos.

El proyecto de las algas ancestrales está promovido por un organismo comunitario de altos vuelos, el European Research Council, conocido como el ERC, un programa de ayuda a jóvenes investigadores que trata de paliar la desventaja del viejo continente en relación con los Estados Unidos, donde las condiciones para iniciar una carrera investigadora, reconoce Stoll, son más asequibles.

El proyecto de la Facultad de Geología entra en el área de investigación de Ciencias de la Tierra, en la que tan sólo hay siete aprobados en toda Europa. De hecho, Asturias es una de las cuatro comunidades españolas, junto a Madrid, Barcelona y Comunidad Valenciana, que cuenta con un proyecto con la etiqueta ERC.

Junto a ellos, centenares de proyectos nacionales o regionales. A finales de 2008 funcionaban en el entorno universitario 333 proyectos nacionales y otros 168 de carácter regional. Todos esos proyectos «en activo», según fuentes del vicerrectorado de Investigación, tenían un presupuesto de unos 26 millones de euros.

Pero mejor que las cifras no deslumbren. El proyecto de Heather Stoll es una excepción, y buena parte de los departamentos universitarios son en esta materia un desierto.