Vuelve a estar de actualidad un aspecto curioso de la obra de William Shakespeare, de gran interés para los españoles, aunque poco conocido entre nosotros. No se trata de uno más de los misterios que rodean al dramaturgo, los más ficticios o exagerados, siendo de los mayores la cíclica cuestión de si William Shakespeare escribió las piezas dramáticas y las obras poéticas de William Shakespeare. Esta cuestión, tan debatida y tan estacional como las apariciones del monstruo de Loch Ness, parece deberse a la resistencia de ciertos eruditos a admitir que un individuo de pueblo, cazador furtivo en su juventud, cuidador de la cuadra de un teatro londinense y finalmente actor y empresario pudiera ser el más grande de los poetas del mundo, por lo que se pretende que él tan sólo ponía el nombre a textos realmente escritos por personajes tan heterogéneos como sir Francis Bacon, sir Edward de Vere, William Stanley e incluso el difunto Chistopher Marlowe, muerto de una puñalada en un ojo en una reyerta de taberna por la época en que Shakespeare se instalaba en Londres. Estas especulaciones son ociosas cuando no disparatadas y, admitiendo como irrefutable que Bacon era más ilustrado que Shakespeare, es igualmente cierto que en la prosa de Bacon (y mucho menos en los versos de Stanley o De Vere) no se encuentran ecos de los poderosos destellos poéticos shakesperianos. Como escribió Chesterton, «puede que sea difícil imaginar que Shakespeare sea más grande que Shakespeare», y desde luego no será más grande porque su obra la haya escrito Bacon o De Vere. En cualquier caso, en lo que a la cultura literaria del antiguo cazador furtivo y luego actor se refiere, conocía cuando menos las obras de dos de los mayores escritores de su época y de toda época: uno de sus escasos autógrafos conservados está estampado en un ejemplar de los ensayos de Montaigne y había leído la primera parte del «Quijote», de la que adaptó a la escena el episodio de Cardenio. Ahora, esta obra, poco conocida aunque no desconocida como suya, vuelve a reeditarse y se anuncia su estreno con el título de «Double falsehood» por la «Royal Shakespeare Company» en la ciudad natal del escritor.

«Double falsehood», obra escrita en colaboración con John Fletcher (que había colaborado con Shakespeare en «Los dos nobles parientes» y tal vez en «Enrique VIII»), no figura en la edición en Folio de 123 (que incluye las 36 obras «canónicas» de Shakespeare y excluye las dudosas y las escritas en colaboración) y es, obviamente, posterior a la traducción del «Quijote» al inglés por Thomas Sheldon en 1612, la primera hecha a un idioma extranjero. John Fletcher (1579-1625) es un dramaturgo habituado a trabajar en colaboración, principalmente con Francis Beaumont y también con Shakespeare, y una de sus piezas, «El caballero de la mano de almirez ardiente», pone en escena a un aprendiz londinense que se siente caballero andante y sale a los caminos a enmendar entuertos, con una bacía de barbero a modo de yelmo, por si hicieran falta más semejanzas con Don Quijote. Otras obras de este autor proceden de las «Novelas ejemplares» y de la último novela cervantina, «Los trabajos de Persiles y Segismunda». En la adaptación del episodio de Cardenio, tomado de la primera parte del «Quijote», concurren los intereses de los dos dramaturgos que la acometieron, ya que, por lo expuesto, podemos considerar a Fletcher como un «cervantista», mientras que Shakespeare en aquella época prestaba especial atención al tema de la locura, por ejemplo, en «El rey Lear» y en la otra obra escrita en colaboración con Fletcher, «Los dos nobles parientes». Aunque la cronología de las obras de Shakespeare es muy variable, «Doble falsedad a los amantes afligidos» se fecha sin demasiadas posibilidades de error en 1613. Corresponde, por tanto, al espléndido período final del dramaturgo, al de «Cuento de invierno» y «La tempestad». En esta época ya se encuentra Shakespeare en la plena posesión de su arte. No obstante, su adaptación cervantina no se sitúa entre sus obras de más altos vuelos.

El episodio de Cardenio poseía posibilidades teatrales, ya que en España fue adaptado también por Guillén de Castro en su «Don Quijote de la Mancha». La versión de Shakespeare se perdió o se traspapeló hasta que en el siglo XVIII Lewis Thechald arregló tres manuscritos incompletos. El hecho de que publicara esa versión con su nombre retrajo a editores posteriores a incluirla entre las de Shakespeare. En 1727 se estrenó en el Drury Lane de Londres. Los manuscritos pasaron por diversas peripecias, incluida que uno de ellos sirvió para encender el fuego al cocinero del obispo Warburton. Y tal vez lo más sorprendente es que no se haya traducido al español hasta el año 1987, por Charles David Ley.

Un extraño destino entrecruzado reúne a Cervantes y a Shakespeare, muertos en la misma fecha, aunque no el mismo día de 1616. Fueron los dos mayores escritores de su tiempo. El autor de Cardenio y su adaptador, según Harold Bloom, «comparten la supremacía entre todos los escritores occidentales desde el Renacimiento hasta hoy».