La velocidad a la que colisionaron los haces de protones ayer es ya un récord. Pero el CERN confía en hacerlos chocar «con el doble de carga», apunta Cuevas, a unos 14 teraelectronvoltios. Una capacidad máxima a la que sólo será sometido después de que se haya revisado minuciosamente todo el engranaje que compone el acelerador, y que según Cuevas «no ocurrirá antes del año 2013».

Con un símil ferroviario, el científico explica que el objetivo es hacer circular por el LHC «un tren con tres mil vagones» que ahora «viaja sólo con cuatro». Todo en unas condiciones extremas de 271 grados bajo cero y campos electromagnéticos que deben asegurar que la aceleración de los haces de partículas recorren los 27 kilómetros del anillo subterráneo a un 99,99 por ciento de la velocidad de la luz. Casi 300.000 kilómetros por segundo, con una energía similar a la de un coche que viajase a 1.600 kilómetros por hora.

El objetivo de recrear pequeñas versiones de lo que fue el «Big Bang» -y recuperar la situación del Universo de hace 13,7 miles de millones de años para analizar el origen y la naturaleza de la materia, así como el de las estrellas y planetas que lo conforman- está desde ayer más cerca. Pero por el camino se necesitarán cantidades ingentes de información. Tanta que, para poder estudiarla, se distribuirá entre los centros de investigación que forman la red de cálculo del acelerador.

La participación de España en los experimentos del acelerador LHC no sólo puede medirse en millones de euros invertidos y en cientos de científicos volcados en todos sus detalles, sino en una potencia informática dedicada al procesamiento de los datos que se generen desconocida hasta ahora en el país. A partir de hoy, siete centros científicos españoles contribuyen a procesar los 15 Petabytes (millones de Gigabytes) de datos que producirán al año el LHC, el gran colisionador de hadrones, y sus cuatro detectores.

Al laboratorio asturiano le interesan sobre todo «los muones», una partícula elemental masiva que posee carga eléctrica negativa, como el electrón, aunque se calcula que su masa es doscientas veces mayor.

Pero para llegar a este punto fue necesario recomponer el sistema después del primer encendido del acelerador, en septiembre del año 2008, cuando un accidente grave provocado por un cortocircuito que afectó gravemente a parte de los imanes que lo forman interrumpió el plan de puesta en marcha. Los científicos tardaron un año en reparar los desperfectos, y el LHC no volvió a funcionar hasta el pasado 20 de noviembre, con el primer haz de partículas circulando a 0.45 TeV. A partir de ahora, el LHC funcionará de forma constante a energías de 7 teraelectronvoltios, dentro de un período de toma de datos que se extenderá, según Cuevas, «entre 18 y 24 meses», con una breve parada técnica en la Navidad de 2010.

Con este descubrimiento capaz de cambiar el futuro de la ciencia, el CERN no sólo ha batido hoy todos los récords de energía en choques de partículas, sino que además ha hecho saltar por los aires los augurios de quienes profetizaban que el acelerador LHC provocaría un desastre de proporciones apocalípticas. «Estas energías no son nuevas, porque la reacción cósmica de la que estamos rodeados tiene la misma energía y nunca ha pasado nada», resume Cuevas. Para la Física, que desde ayer está un poco más cerca del origen del Universo, el fin del mundo puede esperar.

El mundo estuvo conectado ayer a través de videoconferencia para vivir casi en primera persona una jornada histórica para la ciencia. El director general del CERN, Rolf Heuer, felicitó a sus compañeros en el laboratorio de Ginebra, en la imagen, y a todos los científicos que colaboran con la institución alrededor del globo por videoconferencia desde Japón, donde se encuentra junto al director científico del laboratorio, Sergio Bertolucci. «Es un momento fantástico para la ciencia, y el principio de un emocionante recorrido de la física de partículas», afirmó.