Oviedo, M. S. MARQUÉS

Los neandertales se cruzaron con los humanos modernos poco después de que éstos abandonaran África. Este hallazgo acaba con una de las premisas científicas hasta ahora más aceptadas al revelar que neandertales y sapiens tuvieron descendencia a pesar de no ser una misma especie.

Esta es una de las aportaciones que se derivan del primer borrador del genoma neandertal publicado ayer en la revista «Science». El estudio supone un hallazgo de primera magnitud para conocer la identidad de nuestra propia especie a partir de los cambios genéticos que nos separan de los neandertales. En esa nueva aportación a la historia de la evolución tienen mucho que ver los fósiles asturianos de la cueva de El Sidrón, un yacimiento que con sus fósiles ha cointribuido de forma significativa a revelar que entre ambas especies hubo intercambio genético y descendencia.

El trabajo, desarrollado por un equipo internacional con participación española, ha descifrado el primer borrador del genoma del neandertal, cuyas conclusiones revelan que el homo sapiens euroasiático comparte entre el 1 y el 4 por ciento de su ADN con los neandertales. Las conclusiones suponen toda una novedad en el terreno de la evolución por cuanto hasta ahora nada hacía pensar que la hibridación entre neandertales y nuestra propia especie hubiera fructificado.

Entre los fósiles desenterrados en la cueva de El Sidrón o en distintos yacimientos europeos no hay evidencias óseas de un posible cruce entre sapiens y neandertales. Esa era también la tesis consensuada por los científicos y la que se deriva del ADN mitocondrial, donde no aparecía rastro genético alguno de nuestro linaje. Contra todo lo esperado, el borrador del genoma neandertal aporta esta novedosa hipótesis evolutiva, e identifica un conjunto de 83 genes, exclusivos y definitorios del hombre moderno, que no compartimos ni con el hombre de neandertal.

Uno de los grandes objetivos del proyecto desarrollado en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania) bajo la dirección de Svante Pääbo es conocer la genética del homo sapiens y, según Antonio Rosas, director de la investigación española a partir de los fósiles de Piloña, ese estudio debe responder a varias preguntas: la que trata de conocer, a partir de los fósiles, los cambios que se produjeron en la anatomía, y la que afecta a la parte genética. Hasta ahora sólo se podía comparar el genoma humano con el del chimpancé y el orangután, especies de las que nos separan millones de años. Por tanto, el hecho de poder incluir un linaje más cercano en el tiempo hace que la comparación ofrezca un panorama más amplio para el estudio de nuestra identidad.

El borrador genómico se consiguió a partir de tres muestras del yacimiento croata de Vindija, de tres individuos femeninos distintos, y se complementó con la secuenciación parcial de otros tres neandertales de Mezmaiskaya (Rusia), de Feldhofer (Alemania) y de la cueva de El Sidrón. Según Carles Lalueza-Fox, investigador del proyecto del Sidrón, para situar el genoma neandertal en el contexto evolutivo se secuenciaron además cinco genomas humanos completos: de un sudafricano del grupo San, de un africano Yoruba, de un chino Han, de un francés y de un nativo de Papúa-Nueva Guinea.

Al realizar el análisis de estos genomas se obtuvo también una conclusión llamativa, la que muestra la presencia de genes procedentes del neandertal en las distintas razas humanas actuales con la excepción de los africanos. Los descendientes de la unión entre neandertales y sapiens que se produjo en Oriente Medio entre hace 80.000 y 100.000 años se extendieron por los distintos continentes pero nunca llegaron al África subsahariana. Lalueza-Fox señala que «hay fragmentos enteros de cromosomas que tenemos los humanos modernos no africanos que son idénticos en los neandertales».

En el proyecto genoma neandertal se han llegado a secuenciar un total de 5.525 millones de nucleótidos (moléculas). «El siguiente paso es poder hacer otro genoma de otros neandertales y estudiar la variabilidad de los grupos», afirma Antonio Rosas, que añade que esto abre la puerta para estudiar la especie desaparecida «porque hasta ahora lo que hemos hecho es fijarnos en el homo sapiens».