Oviedo, Pilar RUBIERA

Tal día como mañana, hace treinta años, el entonces ministro de Cultura, Ricardo de la Cierva, inauguraba el Museo de Bellas Artes de Asturias en el Palacio de Velarde. Sus fondos principales procedían de la colección de la antigua Diputación Provincial y sobresalían dos nombres: Evaristo Valle y Nicanor Piñole. El plan museológico fue elaborado por Emilio Marcos Vallaure, su actual director, y José Antonio Fernández Castañón, anterior responsable y hoy ya jubilado. Hoy, el Museo tiene cerca de diez mil obras, entre pintura, dibujo, escultura, fotografía, carteles, tapices, platería y artes industriales. Los artistas asturianos más universales ya están en la colección, entre ellos Carreño Miranda, Miguel Jacinto Meléndez, Darío de Regoyos y Luis Fernández. Su presupuesto es de 2,7 millones de euros y tiene 28 empleados, siete de ellos técnicos, entre los que se incluye el director.

«No ha habido en la museología española un caso similar de recuperación de patrimonio artístico regional y español en tan corto espacio de tiempo. En otros museos parecidos, como los de Sevilla y Valencia, venían haciendo esta labor desde el siglo XIX y el más parecido al Museo de Asturias, el de Bellas Artes de Bilbao, se fundó en 1908. Cuando nosotros inauguramos el Museo, Bilbao ya tenía recuperado su patrimonio», explica Emilio Marcos Vallaure.

La institución llega al trigésimo aniversario inmersa en un proyecto de ampliación según el diseño del arquitecto navarro Patxi Mangado. En la fase actual de las obras, que hoy visitarán los miembros del patronato, se están levantando las dos plantas de sótano y las tres de sobresuelo, todo ello en el solar que dará al Museo fachada a la plaza de la Catedral, en Oviedo. En una fase posterior, se derribará el actual edificio de Servicios para unir los nuevos espacios a Velarde y ganar metros.

«Estos treinta años han sido de trabajo muy ilusionante y duro a veces, pero la base para hacer un gran museo es sólida si se ponen los instrumentos necesarios para cumplir los objetivos y lograr que pueda decir algo en el panorama nacional e internacional», señala el director.

Marcos Vallaure aconseja una «reflexión profunda» sobre el marco jurídico-administrativo y el organigrama del museo con vistas a la ampliación. «Se ha configurado una colección extraordinaria gracias a una política de adquisiciones muy coherente y al ingreso de la colección de Pedro Masaveu», subraya.

En la actualidad se exponen unas 350 obras. Un 40 por ciento pertenece a la colección propia, un 35 por ciento a la de Masaveu y el resto a la antigua Diputación y otras instituciones.

Una de las características de la colección del Museo de Asturias es que permite una visión panorámica bastante amplia de la gran pintura española desde el siglo XV al XX. La representación de las artes plásticas asturianas es muy completa y tiene, además, la singularidad de las artes industriales, cerámica y vidrio, que lo equipara a los museos europeos, en especial a los anglosajones. «Es una sección que parte de una investigación de los aspectos artísticos de nuestras industrias decimonónicas que no se habían tenido nunca en cuenta», explica Marcos Vallaure.

Pese a su escaso presupuesto, el Museo de Bellas Artes ha organizado algunas exposiciones destacadas a escala internacional, entre ellas las relacionadas con la Colección Masaveu, la primera de ellas en 1988, con motivo de la celebración del VI Centenario de la Junta General del Principado. Hay otras. Su director cita la presentación de la Colección Arango, las dos de la Colección Apelles, la de dibujos españoles del Siglo de Oro, la de «Pinturas recuperadas», organizada en colaboración con la Fundación Focus de Sevilla, la del Centenario de Mon y la de Arte e Industria, esta última de gran repercusión en Francia. Emilio Marcos también está muy orgulloso de tres estudios monográficos que hoy son referencia en el mundo del arte: el de Miguel Jacinto Meléndez, máximo representante del barroco final de la Escuela Madrileña; el de la Fábrica de Vidrio de Gijón, realizado por Francisco Crabiffosse Cuesta, y el de Luis Fernández, del historiador Alfonso Palacio, de la que ya se han publicado dos tomos y está a punto de salir el catálogo razonado, editado con el patrocinio de la Fundación Azcona.

El creciente prestigio del Museo ha posibilitado que la Galería Nacional de Washington prestara durante unos meses su retrato del asturiano Antonio Noriega, de Goya. Hoy y mañana es la última oportunidad para verlo porque el jueves habrá que devolverlo.

«Lo fundamental está hecho. Hay que completar la colección de pintura antigua (siglos XV a XIX), tratar de cubrir algún hueco de las escuelas de Valencia y Sevilla y faltan algunos nombres importantes de la escuela barroca madrileña, entre ellos Alonso Cano. Y no descarto a Velázquez. Hay que fortalecer algo el siglo XVIII y algo menos el XIX. En este momento, estamos en disposición de atender el siglo XX español. El Museo tiene cosas muy buenas, pero con lagunas importantes. Partiendo de lo que ya hay deberíamos completar la colección de pintura contemporánea, pero eso no será posible sin más medios», añade.

El deseo de todo el equipo que dirige, señala Emilio Marcos, es que la ampliación sirva de vehículo y de impulso a las medidas imprescindibles para que pueda cumplir sus objetivos. Y en esta tarea es fundamental la máxima implicación del patronato, dadas las características del organismo», afirma el director.